Lo Que Juramos

Capítulo 3: "Una amistad en riesgo"

Ya pasadas las fiestas navideñas el mismo ambiente de soledad y tristeza volvió al orfanato. La misma rutina diaria, levantarse muy temprano, cambiarse de prendas para apoyar en la limpieza de su habitación y de los otros ambientes del orfanato, luego asearse, e ir a desayunar; tras de ello, si se tiene la edad suficiente, apoyar en las labores de cocina o de lo contrario ir a algún taller del orfanato o simplemente jugar; como era el caso de Leonardo y Elizabeth, quienes tras desayunar se encontraban como de costumbre jugando juntos en el jardín, sin notar que a la distancia una pareja de esposos los observaba.

—Son muy bellos y a esa edad ya no dan trabajo — decía una mujer de vestimenta elegante.

—Si pero ya sabes que solo adoptaremos a uno, solo quiero tener un hijo o hija, para seguir con la tradición de mi familia, y hacer de este o está un triunfador o triunfadora — expresaba con firmeza un hombre traje elegante.

—¿Niño o niña? — pronunció la esposa de este, mientras observaba al par de niños.

—No lo sé, eso decídelo tú, yo solo quiero complacerte, mientras tanto vamos a nuestro crucero, mientras estemos de viaje toma la decisión y a nuestro regreso venimos a adoptar a uno de los niños que viste, no creo que nadie los adopte en ese tiempo, ya oíste a la tutora, nadie quiere adoptar niños grandes — añadió el hombre.

—Tienes razón, aprovechare el viaje para pensar a quién de esos dos angelitos adoptaremos — respondió la mujer con calidez.

La pareja se alejó del lugar, sin ser vista por los niños quienes se sentaron bajo la sombra de un frondoso árbol.

—¿Escuchaste lo que dijo la bruja en el desayuno? — expresaba un niño de ojos del color del cielo.

—Sí, todos los niños menores de 10 años tenemos que asistir de manera obligatoria a la primera clase del taller de música — respondía la niña de ojos color miel, imitando la voz de la directora del orfanato, haciendo que su amigo echara a reír.

—Ja ja ja, te salió igualito — decía Leo, entre risas.

De repente una gruesa voz interrumpió la plática del par de niños, haciendo que estos posen su mirada en la misma.

—Leonardo, Elizabeth, que hacen acá, la directora quiere que todos los niños pasen el casting del profesor de música para que este seleccione a los niños que considere con las capacidades necesarias para ser parte del taller que empezará a dictar a partir del próximo año — expresaba un uniformado.

—El próximo año — decía Eli.

—Ya falta poquito para que este llegué, ¿Verdad señor Franks? — pronunció Leo.

—Así es, pero ya no perdamos más el tiempo, vamos con el profesor de música….

El par de niños fueron al taller de música, en donde el profesor escucho a cada niño tocar el instrumento de su agrado como pudieran, y teniendo en cuenta ello selecciono solo a 10 niños para que sean parte del taller, entre estos quedaron Leonardo y Elizabeth, quienes estaban más que felices, pues estarían juntos en este .

El maestro les indico ese mismo día, que su primera clase oficial del taller sería el primer día laborable del nuevo año.

Los días pasaron, y el último día del año llegó; un último día que no se celebraba en el orfanato, es más, ese era el único día del año, en que todos los niños tenían que acostarse a dormir mucho más temprano que de costumbre, ya que la directora decía: “Qué si ellos dormían mucho más temprano el último día del año, el año próximo serían unos niños mucho más responsables”, costumbre que alguno de ellos no tenían, como era el caso de Leo y Eli, a quienes les costaba mucho acostarse a dormir a las 8 de la noche, y más si ese era un día para celebrar, como el último día del año; un último día, en donde el cielo a pesar de la oscuridad parecía verse más hermoso, pues no solo estaba cubierto de estrellas, sino además el destello de los fuegos artificiales se mezclaban con ellas dando un bello espectáculo para la vista del par de niños, quienes miraban anonadados el mismo.

—¿Cómo será afuera? — decía Eli, mientras miraba el hermoso espectáculo de luces de colores que había en el cielo.

—Eso mismo me pregunto yo — respondió el niño, sin dejar de mirar el cielo.

El nuevo año empezó y con ello un nuevo taller en el orfanato. El taller de música, en donde los niños seleccionados eran guiados en el arte musical, por un gran maestro en la música, quien incluso había enseñado a grandes estrellas musicales de su país. Este taller era obligatorio para todos los niños que habían sido seleccionados, quienes tenían que asistir sin protestar.

Leo en cuanto empezó a recibir clases de música en el taller, más se apasionaba por conocer sobre los instrumentos musicales, pero no solo demostraba pasión por aprender sobre ellos, sino además mostraba talento al aplicar el conocimiento recibido de cada instrumento que el maestro les hacía tocar, hasta que encuentren con cuál de ellos se sentían cómodos, para que se centren en el aprendizaje solo de este. El niño era bueno aplicando los conocimientos recibidos durante el primer mes de taller con cada instrumento que practico, pero había uno en especial que lo tocaba casi por instinto, pues el maestro aún no le había enseñado mucho sobre el uso de este, y ese era el piano.

Leo demostraba talento innato para tocar el mismo; aún sin una partitura, causando el asombro del maestro, quién lo observaba con detenimiento cada vez que este asistía al taller, pues consideraba haber descubierto a un genio de la música.




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