Lo Que Juramos

Capítulo 4: "El juramento"

Un niño de cabello negro y ojos color del cielo, tras terminar su clase en el taller de música, pasaba como todos los días por el pasillo donde se encontraba la oficina de la directora del orfanato, pero ese día a diferencia de los días anterior al pasar por este debido a que la puerta de la oficina de la directora estaba entreabierta pudo escuchar una plática llamo su atención, e hizo que detenga sus pasos para escuchar con la misma con mucha cautela.

—¡Disculpen! estuve atendiendo un pedido de adopción para uno de los niños — escucho.

—«Es la voz de la bruja» — pensó el niño, mientras prestaba mayor atención a la plática.

—¿A quién de los niños adoptaran? — agrego una voz desconocida para el niño, lo cual le obligo a caminar de manera sigilosa hacia la puerta, para poder a la dueña de la voz.

—«¿Quién será esa señora?» — pensó el niño, cuando la respuesta que escucho por parte de la directora del orfanato, hizo que su mente se quedará en shock. Tras algunos segundos el niño dijo en voz baja — «Me adoptarán»

—A Leonardo.

—Nosotros estamos aquí para saber la respuesta a nuestra solicitud, agrego una voz gruesa, sacando de sus pensamientos al niño de ojos color cielo.

—La adopción fue aprobada.

—¿Podemos llevárnosla hoy? —agregaba la voz de otra mujer.

—¿Llevarla? — decía en voz baja Leo, mientras se acercaba a ver con disimulo a la pareja que ese día llevaría del orfanato a uno de sus hermanos, como él los llamaba.

—Claro, no hay ningún inconveniente, ahora voy por Elizabeth — decía la directora del orfanato.

—«Adoptaran a Eli, eso no, no» — pensó el niño girando sus pasos, al tiempo que la directora del orfanato se acercaba a la puerta de la oficina.

—«Tengo que ir pronto por la chiquilla para que se la lleven ya, solo espero y no haga berrinches y estos señores no terminen arrepintiéndose de querer adoptarla como en las anteriores ocasiones que el mismo día que venían por ella rechazaban su adopción al ver su comportamiento o al simplemente yo no poder encontrarla dentro del orfanato» — pensaba la mujer.

—«Eli, no pueden llevarte hoy ni nunca» — pensó el pequeño niño, echando a correr mientras la directora alcanzo a verlo.

—Endemoniado chiquillo, estuviste oyendo todo, ojala y no eches a perder nuevamente la adopción — decía la mujer mientras corría tras el pequeño niño.

Leo corría presuroso hacia el jardín donde siempre se encontraba con su pequeña amiga tras el taller de música para que jueguen, siendo seguido a mucha distancia por la directora del orfanato.

—Eli, Eli — decía el niño desesperado al ver a la pequeña niña castaña de ojos color miel, sentada bajo la sombra del viejo árbol de manzano donde estaba tallado las iniciales de sus nombres.

—Leo, ¿Por qué demoraste mucho? — expreso la niña, siendo interrumpida por el niño.

—Ahora no hay tiempo para hablar, Eli — contesto el niño tomando la mano de la pequeña castaña, para que se levantase del piso. Corre — añadió, antes de echar a correr con su amiga.

—¿Qué pasa? — pronunció Eli.

—La bruja, la bruja viene tras nosotros.

—¿La bruja? — dijo la niñita, girando su rostro y al ver a la mujer de lentes y nariz puntiaguda que venía tras ellos corrió más rápido tras su pequeño amigo. ¿Qué le pasa?, ¿por qué nos sigue? — añadió mientras corría.

—Eli vinieron por ti — respondió Leo, corriendo a prisa hacia la vieja casona.

—¿Por mí? — contesto con tristeza la niña.

—Sí, te quieren llevar — expreso con melancolía Leo, mientras la directora corría con cierta dificultad debido al cansancio que estaba sintiendo.

—Niños endemoniados deténganse — decía la mujer al ver entrar al par de niños dentro de los ambientes más antiguos de la casona

—Eli corre, corre, ya dejamos atrás a la bruja, ella ya no nos puede alcanzar, pero de igual manera debemos alejarnos lo más posible del ingreso de este ambiente — pronunció Leo, mientras corría presuroso por unos oscuros pasillos de una vieja casona.

—Leo, espérame ya no puedo seguir —decía la niña, deteniendo su andar, para colorar sus manitas en sus rodillas mientras respiraba agitadamente.

Leo, al escuchar la voz de la niña, detuvo su avance y giro sus pasos hacia el lugar donde estaba su amiga.

—Eli, nos esconderemos aquí, no creo que a la bruja se le ocurra buscarnos en un lugar así — expreso Leo, tomando la mano su amiga, para que juntos entraran a una de las habitaciones que habían en esa vieja edificación.

Eli miro el lugar con cierto temor, pues este tenía poca iluminación, estaba cubierto de polvo, e incluso había telarañas, haciéndolo parecer a simple vista un ambiente tenebroso.

—Sé que no es el mejor lugar para un escondite, pero aquí no nos encontraran, y te libraras de la adopción, al menos por hoy — decía Leo.

—¿A quien se le ocurre venir a adoptar un día como hoy? — expreso con nostalgia Eli.

—¿Un día como hoy? — pronunció Leo, en tono intrigado.




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