Tres días pasaron desde la partida de Leo del orfanato. Tres días muy duros para Eli, si duros, pues Leo era la persona con la que más tiempo compartía ella en el orfanato, y al ya no estar él se sentía sola, muy sola; pues ya no tenía con quien jugar a la escondidas en la vieja edificación del orfanato, con quien tomar una siesta bajo la sombra del árbol de manzano, con quién reír, ya no estaba él para sacarle música a cualquier objeto que encuentre para que ella pueda bailar.
Su refugio se convirtió el pequeño espacio que tenía dentro de una larga habitación en la cual había varios camarotes, en donde dormían las niñas entre 6 a 12 años, ella ocupaba la parte superior de unos de los camarotes, sobre este había colocado las dos muñecas que Leo le regalo, la de cartón y la de trapo, a la cual le puso la medalla que él también le dio el día en que partió.
Leo por su parte había sido acogido con mucho amor por los Colbergs, a él se le asigno su propia habitación en la mansión de estos, la cual estaba repleta de juguetes, pero sobre todo de instrumentos musicales, además tenía un televisor, y un closet lleno de ropa y calzado nuevo, además el señor Colbergs el mismo día en que Leo piso su mansión, mando colocar su carrito de cartón en una cajita de vidrio, luego esta se colocó en un espacio que habían adecuado para la cajita de vidrio.
El niño de ojos color cielo, encontró a los padres que perdió en los Colbergs, pero además a dos hermanos con los que desde que cruzo sus primeras palabras forjo una gran amistad.
Leo aún no había ido al orfanato con el señor Colbergs, pues este tuvo que salir de viaje por un compromiso laboral, quedando en ir con él a este lugar a su regreso.
En tanto en el orfanato, una nueva adopción estaba por concretarse, y ello tenía más que feliz a la directora del mismo.
—Están viniendo por ella — decía la mujer de lentes, con una amplia sonrisa en su rostro.
—Si, en una hora estamos por allá — respondió una voz a través de la línea telefónica.
—Bien los esperamos — agrego la directora, luego de ello dio por culminada la llamada. Franks — expreso.
—Diga señora — contesto el nombrado, mientras entraba a la oficina.
—Ve por Elizabeth, que empaque solo lo necesario, los Camphell están viniendo por ella…
El señor Franks fue a buscar a la niña castaña y le informo que los Camphell, a los que una vez ella evito ver para que la llevaran estaban nuevamente allí por ella. También le informo que la directora le mandaba decir que aliste lo necesario en una pequeña maleta que él le entrego, para que lo lleve con ella, a su vez le comento que antes de que vaya a la oficina de la directora pase al comedor, pues como era ya costumbre cuando algún niño dejaba el orfanato para integrarse a una familia, él reuniría a todos los niños del orfanato para que se despidan del que se iba.
Eli, guardo en la pequeña maleta las muñequitas que le había regalado Leo, la de cartón y la de trapo, la cual tenía puesta una medalla, también guardo un par de vestidos, luego maleta en mano fue al comedor a despedirse de sus amigos.
—Cuídate mucho Eli, y siempre recuérdanos — decían los niños.
—Espero algún día volverte a ver pequeña Eli — agrego Lulú abrazándola.
—Los voy a extrañar — pronuncio la niña con lágrimas en los ojos.
Luego de la emotiva despedida Eli, fue a la oficina de la directora, a esperar la llegada de la pareja que a partir de ese día le daría una familia.
Mientras ello pasaba en el orfanato, fuera de una mansión, una pareja de esposos sostenían una plática con una mujer de prendas elegantes que estaba junto a una niña, también de ropa elegante.
—¿A dónde van con tanta prisa? —decía una mujer de cabello castaño, que llevaba de la mano una niña castaña y ojos claros.
—¡Tíos buenos días¡ — expreso la niña de vestimentas muy finas.
—¡Hola princesita¡ vamos a traerte una amiguita para que juegues — respondió la señora Camphell.
—¿Van por una huerfanita? — dijo con desprecio la madre de la niña.
—¡Vamos por nuestra hija! respondió con firmeza el señor Camphell.
—No los comprendo, para que adoptaron si tienen a mi hija que los quiere mucho — agrego la mujer castaña.
—Y nosotros también la queremos, pero yo necesito a alguien que este conmigo que sea mi hija y ya que no podemos tener los propios que mejor que darle un hogar a una niña que espera por este — contesto la señora Camphell.
—No creo que sea una decisión correcta, pero en fin, es su decisión, solo espero que esta no traiga problemas a la familia, pues vaya a saber que sangre traiga esa niña — dijo la mujer castaña con desprecio.
—Mira cuñada, a partir de hoy tendremos una hija en casa, te guste o no, por ello te exijo respeto para ella, pues Elizabeth será una verdadera hija para nosotros, yo la formare a mi imagen y semejanza, se convertirá en la heredera de mi emporio y Malena como mi sobrinita adorada será su mejor amiga y apoyo, ¿verdad princesita? — pronunció el señor Camphell, mirando a la niña.
—Si tío — contesto de mala gana la niña.
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Editado: 15.11.2024