Desde que Elizabeth, salió de la fiesta de compromiso de Malena, a pesar de la condición en la que se encontraba, no dejaba de pensar en todo lo acontecido esa noche, en la cual pudo volver a ver a la persona que tanto añoro encontrar, pero además se llevo un dolor que nunca imagino, él había resultado ser el futuro esposo de la persona que ella más detestaba en su corta vida.
—Ya no lloraré más por ti, para mí estás muerto, tan muerto como todo lo que sentía hacia ti, tú ya no existes más, el Leo niño, el que no tenía apellido como yo, el que me regalo esta muñeca será al único que recordaré siempre — decía Eli, con voz de ebria, al tiempo que unas lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras ella abrazaba su muñeca de trapo — En mala hora te volví a encontrar, te volviste un joven muy atractivo, si de niño eras bello ahora lo eres más, ¿Por qué la vida fue tan cruel?, ¿Por qué te enamoraste de Malena?, ahora eres mi enemigo, mi enemigo.
Eli sollozo amargamente su mala suerte, durante algunos minutos más, tras los cuales se quedo dormida, aunque aún en sus sueños, ella seguía llorando por el amor que no pudo concretarse.
Pero ella, no era la única que estaba triste, Leo, estaba tan triste como ella, pero no solo ello, él, se sentía muy infeliz, pues se había comprometido sin amor con alguien a quien, si bien quería, no amaba, y ello lo supo siempre, pero lo reafirmo al volver a ver Elizabeth, él se enamoro una vez más de ella, pero no con aquel amor inocente de niño, sino con un amor más diferente, él había quedado prendado con su belleza, y aunque sabía que estaba mal sentir algo por ella, le era difícil poder evitarlo.
—Eli, ¿Por qué el destino ha sido tan cruel con nosotros? — expreso el joven, mientras unas lágrimas salían de sus ojos y rodaban por sus mejillas, mientras él miraba el cielo aún oscuro a través de una ventana.
Leo, se reprocho una y otra vez su mala suerte, hasta rendido por el cansancio, decidió acostarse en su cama, para dormir.
Al amanecer Leo, recibió en su habitación a Enrique, quién preocupado por todo lo acontecido la noche anterior fue a buscarlo a su habitación antes de que este bajara a desayunar.
—Ayer no creí conveniente decirte nada, porque ni yo mismo salía de mi asombro — decía Enrique con el rostro nostálgico.
—¿Dices qué estuvo bebiendo? — expreso Leo, con tristeza.
—Sí.
—Entonces si me recuerda, como lo intuí — pronunció Leo, con ilusión.
—Sí hermano, y creo que le dolió ver que te habías comprometido — respondió Enrique.
—¿Qué hago hermano?; me enamore de ella nuevamente con solo verla — contesto Leo, con nostalgia.
—No lo sé Leo, ya no quiero darte un nuevo consejo y arruinarte tu vida nuevamente.
—No digas eso, tú no sabías nada, tú solo querías verme feliz — expreso el joven de ojos color cielo.
—Así es, yo solo quiero verte feliz hermano, por ello, sea la decisión que tomes tendrás mi apoyo incondicional — respondió Enrique.
—¡Gracias¡ — expreso Leo.
En tanto, en la casa de los Camphell, Eli, se miraba al espejo, su entristecido rostro, el cual aún tenía marcadas las huellas de su dolor.
—Tendré que usar más maquillaje de lo habitual, no quiero que nadie note que llore — dijo para si la joven, mientras tomaba una cajita de su tocador, con una esponja, para colocarse un poco de maquillaje a su rostro.
Una vez que logro cubrir las huellas que las lágrimas habían dejado en su rostro, tomo una cartera que estaba sobre un sofá, unas llaves, y salió de la habitación. Al hacerlo se encontró con su padre, quien ya lo esperaba en el pasillo.
—Desayunaras en la constructora, hoy tenemos la visita de un cliente importante, y por lo mismo no podemos hacerlo esperar….
—Bien padre — dijo Eli.
—Ah, algo más, a partir de hoy Braulio, dejara de ser tu guía en la constructora.
—Entonces, ya podre trabajar sola y tener mi propia oficina — expreso Eli, con una ligera sonrisa en su rostro.
—Braulio y tú trabajaran juntos en los proyectos que les asignare, por lo mismo, tu lugar de trabajo será en la misma oficina que él — contesto con firmeza el señor Camphell.
—Como digas padre.
—Bueno, avancemos, no tenemos mucho tiempo — agrego el hombre.
Eli, y su padre adoptivo salieron de la mansión donde vivían, y abordaron un auto, el cual era manejado por el chofer de la familia. Durante el trayecto el señor Camphell, le informo a su hija adoptiva, sobre todos los proyectos que habían adjudicado, así mismo, hacía énfasis en que él esperaba ver el fruto de sus estudios en la ejecución de estos. Así mismo platicaron sobre algunos nuevos proyectos que ambos tenían en mente, incluso Eli, le menciono a su padre, que le gustaría tener un auto propio, y él le dijo que se lo compraría ese mismo día, eso sí, que ella se lo tendría que pagar el monto de la compra de a pocos.
Luego de varios minutos de viaje, el auto se detuvo frente a una gigantesca constructora, en donde fuera de esta los esperaba un joven rubio de amplia sonrisa, quien llevaba en sus manos un hermoso ramo de rosas.
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Editado: 15.11.2024