Lo Que Juramos

Capítulo 19: "Presión"

Tras varias horas de viaje, Leo detenía su auto a una distancia prudente de la casa de los Camphell, para que Eli bajara del mismo, sin darse cuenta que a algunos metros de donde él detuvo su auto, estaba otro auto, el cual minutos antes había sufrido una pequeña avería que había impedido que su conductor siga su camino, conductor que desde su auto los miraba atentamente.

—Ya estamos de regreso — decía Leo, tras detener su auto.

—¡Gracias por averiguar nuestros orígenes¡ ¡Gracias por llevarme al lugar donde descansan los restos de mis padres¡ — expreso Eli, con calidez, mientras acercaba su rostro al del joven de ojos color cielo.

—No agradezcas, lo hice con gusto, porque te amo — contesto el joven, antes de sentir los labios de la castaña sobre los suyos, sin notar que los estaban observando.

—¡Yo también te amo¡ — dijo Eli, tras separarse de su amado.

—Te llamare para ver donde nos encontraremos más tarde — agrego el joven con calidez.

—Está bien, cuídate, ¡que tengas un buen día! — respondió la joven, con una bella sonrisa plasmada en su rostro, antes de bajar del auto.

La castaña se despedía de su amado con un movimiento de manos, mientras el auto de este se alejaba, sin siquiera imaginar que su padre adoptivo desde su auto había visto todo desde que ambos llegaron a ese lugar.

—«Elizabeth, tenías un gran futuro, pero lo acabas de echar todo a la basura. Si tu hubieses iniciado un romance con él sin que Malena estuviera de por medio, yo lo hubiese aprobado, pero ello no es así, te estás viendo con él a escondidas. Malena es de mi sangre, tengo que protegerla a ella, tú nunca debiste interferir en su relación, nunca, nunca» — pensaba el señor Camphell, mientras su mirada se tornaba fría, al tiempo que encendía su auto para segundos después emprender su camino sin que la castaña lo notase.

Eli, giro sus pasos y continuó su camino hacia la mansión de los Camphell, mientras el auto de su padre adoptivo giraba en la pista para regresar a su casa.

—No nos verás la cara Elizabeth, no lo harás — expreso el señor Camphell, mientras conducía con cautela, para darle tiempo a su hija adoptiva de llegar primero.

En tanto, el joven de ojos color cielo, entraba en su auto al jardín de la mansión de los Colbergs, mientras sus familiares que ya conocían de su regreso salían a recibirlo en la puerta principal de la casa.

—¡Papá! ¡mamá! — expreso Leo, tras bajar de su auto.

—¿Irás al conservatorio? — dijo Enrique, para liberar la tensión que se respiraba entre sus padres y el joven de ojos color cielo.

—Si, me ducho, cambio de ropa y nos vamos — contesto Leo.

—Te llego esto — expreso Matías, dándole un sobre al joven de ojos color cielo, mientras sus padres adoptivos permanecían en silencio.

—¡Gracias!

—¿Cómo les fue en Ciudad Paraíso? — se animó a preguntar el señor Colbergs, con calma.

—Eli pudo conocer las tumbas de sus padres, ella se emocionó mucho al estar frente a ellas, como yo cuando vi la tumba de mis padres — respondió Leo, con tristeza.

—Lo imagino — dijo el señor Colbergs, mientras su esposa lo observaba.

—El clima cambió y empezó a nevar, el carro se atascó; por ello no pudimos volver — acotó el joven de ojos color cielo.

—Ya lo sabemos hijo, Enrique nos puso al tanto de lo sucedido — expreso la señora Colbergs.

—Bueno, voy a darme un baño y a cambiarme de ropa — dijo Leo, mientras su familia asentía.

—Te espero — respondió Enrique.

Ante ello, el joven de ojos color cielo asintió, segundos después continuó su camino, bajo la mirada de sus familiares.

—¡Es increíble! — expreso la señora Colbergs.

—¿Qué? — dijo su esposo.

—La historia de amor de Leo y Eli, ellos dos son los únicos sobrevivientes de ese fatídico día, crecieron juntos en un orfanato, se enamoraron de niños, fueron separados y después de 15 años se vuelven a encontrar y su inocente amor de niños siguió intacto — contesto la señora Colbergs, mientras una sonrisa se plasmaba en su rostro.

—Si es una bella historia de amor — dijo el señor Colbergs.

Mientras tanto, en la mansión de los Camphell, Eli detenía su avance tras escuchar la voz de su madre adoptiva.

—¿Dónde estuviste estos días? — dijo la señora Camphell con seriedad.

—Salí de la ciudad tenía unos asuntos pendientes con unos clientes de la constructora, pero como el clima no estaba muy bueno no pude volver — respondió Eli, con calma, mientras sus ojos tenían un brillo especial que llamo la atención de su madre adoptiva.

—¿Y por qué no llevaste tu auto? — agrego la señora Camphell, mientras su esposo entraba a la casa, sin que ella ni la castaña notaran su presencia.

—Es que ellos se ofrecieron llevarme — dijo Eli.

—¡Basta! — pronunció el señor Camphell en tono enfadado, colocándose junto a su esposa, quedando frente a la castaña.

—¡Papá¡




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