Lo que la Ambición nos quitó

CAPÍTULO 8

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Henry se quedó congelado en su lugar, sintiendo cómo el aire abandonaba sus pulmones y su corazón daba un vuelco. Se giró lentamente.

El rostro de Maron reflejaba confusión y miedo. Sus labios temblaban como si acabara de tener una pesadilla y sus ojitos brillaban con lágrimas que amenazaban con caer.

El corazón de Henry se contrajo al verla tan frágil.

La niña movió sus manitos débilmente sobre la sábana, como si buscara algo o a alguien, hasta que su mirada empezó a recorrer el cuarto con una urgencia creciente.

—¿Mamá...? —susurró, su voz era débil y quebradiza, como un hilo a punto de romperse.

Tenía miedo. No entendía qué estaba pasando. ¿En dónde estaba su mamá?

Iba a llorar y a gritar con todas sus fuerzas para que su mamá fuera a verla, pero en ese momento, su mirada se encontró con la de Henry, y su corazoncito se agitó, llenádola de una calidez extraña. Ella no sabía qué era ese sentimiento, pero le reconfortaba. Quizás era la forma tierna en que él la miraba, o tal vez era solo que sus ojos la hacían sentir segura, como cuando se siente el abrazo de mamá.

"Él no es mi papá" pensó Maron, pero algo en su corazón se sentía más tranquilo al verlo. Su mente, tan pequeña y pura, no se cuestionaba nada, solo sentía la suavidad de la presencia de Henry como algo familiar y protector.

De repente, la ansiedad que había sentido momentos antes se desvaneció lentamente. Él se acercó, guiado por su instinto paternal y tomó su mano, haciendo que ella sintiera paz.

Era como si el simple toque de su mano la hubiera sanado, alejando cualquier pesadilla o temor. Su cuerpo, que antes había estado tenso, se relajó al instante.

—Todo está bien, tranquila... Maron —susurró él con voz suave.

La niña se sintió arrullada por el sonido de esas palabras, como si él realmente pudiera hacer que todo fuera mejor. Cerró los ojos, dejándose llevar por el calor de su mano, y pensó, sin palabras, sin preocupaciones:

"Está bien... No tengo miedo."

Con su pequeña mano entrelazada con la de Henry, Maron volvió a dormir, su respiración ahora tranquila y ligera, con una expresión serena en el rostro. Henry, aún sosteniendo su mano, sintió una extraña conexión con ella, algo tan delicado y puro que lo conmovió sin razón. Su pecho se llenó de una calidez inexplicable, como si, al tocarla, estuviera tocando algo frágil y hermoso que debía proteger a toda costa.

Allá afuera, Galilea seguía hablando por teléfono con su esposo. Su voz, aunque calmada, tenía un tinte de cansancio que a Fred no se le escapó. Él trató de disculparse por haberse marchado tan apresuradamente, justificando su decisión con el argumento de que, al igual que el bienestar de Maron, la empresa también necesitaba de su atención.

—No compares la empresa con nuestra hija, Fred —respondió Galilea con un leve suspiro, intentando no dejar que su frustración se notara demasiado—. Pero ya da igual, no quiero discutir esto ahora.

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que Fred contestara:

—Tienes razón. Lo siento.

—Solo trata de venir —dijo ella, cambiando de tema con rapidez—. Maron podría despertar en cualquier momento, y querrá vernos a ambos aquí.

—Lo haré, cariño. Solo me falta atender un último asunto, y saldré para el hospital.

Galilea apretó los labios, tratando de contener la mezcla de emociones que se arremolinaban en su interior. Quería confiar en sus palabras, pero no podía evitar dudar.

—Eso espero, Fred. Realmente necesito sentir que estás conmigo en este momento. Mañana van a operar a Maron y le donaré mi sangre. Sabes que esos procedimientos me ponen muy nerviosa. Además, me preocupa que algo más ocurra...

—¿A qué te refieres?

—El médico reaccionó de forma extraña cuando comparó nuestros tipos de sangre con el de Maron.

—¿Qué dices? —Fred sintió una punzada de alarma, pero logró mantener la voz firme.

—Necesitaba saber cuál de los dos podía ser donador —explicó Galilea—. Le dije nuestros tipos de sangre, y no sé qué pasó por su mente, pero se comportó de forma... extraña. ¿Y si piensa que mi sangre no será suficiente? Estuve investigando, Fred, y este tipo de cirugías son más complicadas de lo que parecen.

Fred se pasó una mano por el cabello, tratando de mantener la calma mientras procesaba lo que acababa de escuchar. Sabía perfectamente lo que implicaba que el médico conociera sus tipos de sangre y más que los haya comparado.

«Seguramente ya se dio cuenta. Es imposible que no lo haya hecho. Pero Galilea no lo sabe, y no puede saberlo. Tengo que encargarme de esto.»

Respiró hondo y trató de sonar lo más convincente posible.

—Gal, no te preocupes. Estoy seguro de que todo saldrá bien. Los médicos están preparados para cualquier cosa. Y en cuanto a la sangre... —hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Si tu sangre no es suficiente, recurriran al banco de sangre. No te angusties por eso ahora.

Galilea suspiró al otro lado de la línea.

—Eso espero, Fred. Pero necesito que estés aquí. No puedo enfrentar esto sola.




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