—¡Ya volví! —grité a la sombra sobre el capo.
—Tardaste, ¿acaso preguntaron qué hacías?
—Va a ser media noche y su hija menor está en la casa abandonada de en frente con un desconocido —mencioné lo obvio con ironía—. A bolas preguntaron qué hacía y más luego de ver que corté la patilla.
—¿Patilla? —Se levantó del golpe con emoción a flote.
—Sipi, ¿gustas?
—No se diga más —Se sentó extendiendo las manos. Reí y le tendí el pedazo de sandía al chico sin nombre.
—Toma, ojos de gato.
—Gracias, mala apostadora.
Sujetó los trozos de fruta mientras yo me subía de nuevo al capó, luego dándomelo de vuelta para empezar a comer juntos un bocadillo de media noche. Era agradable aquello: sentados, brisa fresca, comiendo y gozando de la compañía del otro; cosas así, hacían ver a la situación más simple, bonita, sin monotonía, ni rutinas estresantes, y pensar: "disfruta de las pequeñas cosas de la vida".
—Estas muy callada, ¿en qué piensas?
—Cosas de la vida.
—¿Cómo qué? —Rió y se interesó.
—Pues eso: cosas de la vida.
—Ya oí, pero ¿en qué sentido? —Volvió a preguntar, dándole un mordisco a su patilla.
—En que... Es increíble como tu forma de ver las cosas puede cambiar de una noche sin luz a…
—Otro mundo... —dijo al unísono conmigo, sorprendiéndome de que descifrara lo que pensaba.
No sé ni como lo había hecho, si ni siquiera me estaba viendo, sino al cielo. Hubiera querido tener telepatía para leer su mente y descubrir que pasaba por su cabeza. Terminé de tragar otra mordida de la fruta y como él, alcé la cabeza hacia arriba, buscando una explicación a su repentino silencio luego de completar mi oración. Entonces vi pasar una estrella fugaz en ese hermoso cielo cósmico, respondiendo el secreto tras sus palabras.
—Si te das la oportunidad de observar de cerca puedes descubrir que existen maravillas en las cosas más pequeñas —susurró una vez me quedé mirando junto a él su otro mundo.
✴ ✴ ✴
El fuerte dolor de cabeza fue mi bienvenida nuevamente a la realidad. Mis párpados pesados pestañearon conforme se adaptaban al cambio de luz y se abrieron por completo despacio. Aun así, veía algo nubloso, por lo que cerré fuertemente los ojos y me removí sobre la superficie dura debajo de mi espalda y blanda en la cabeza, encontrándome cómoda sobre no supe qué, cuando oí una voz susurrarme:
—Despertaste...
Me exalté, sentándome de golpe y girando a mirar al sujeto que me habló, temerosa que fuera peligroso. Entonces fue que la vista se me acomodó por fin y enfoqué al extraño de divertidos ojos y sonrisa ocultando risas ocasionadas por, más que seguro, mi penosa reacción de verlo.
"Es el chico que me sostuvo...". Pensé sin bajar la guardia al desconocido.
—¿Quién eres? ¿Dónde está mi hermana?
—No soy nadie del que tengas que preocuparte, te lo aseguro —dijo con cuidado y pausado—. Y tu hermana está bien, dijo que iba por tu padre y regresaba.
—¿Mi papá? —Quise asegurarme que escuché bien.
—Sí, dijo que te cuidara mientras y se fue con mi primo.
—¿Tu primo? ¿Me ves cara de estúpida?
—Ay, qué desconfiada eres —murmuró por lo bajo para sí mismo—. Soy amigo, no enemigo, Milagros.
Abrí los ojos, ¿no había oído eso antes?
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Tu hermana te llamó así a gritos cuando te desmayaste —Se excusó un tanto nervioso—. A propósito, ¿cómo te encuentras?, ¿te duele algo?, ¿necesitas atención médica?
Me martilló con pregunta tras pregunta, revisándome con la vista algún indicio por si estaba mal. Aun con lo pálida que me puse por el largo tiempo que estuve en rehabilitación, no podía evitar el sonrojo que causaba la cercanía de aquel extraño chico sobre mi piel semi morena.
—Estoy bien, gracias —Corté su inspección, mirándolo con desconfianza—. ¿Y tú? ¿Quién eres? —Sonrió soltando risillas.
—Pues soy un chico que pasaba por ahí, te vio y te salvó de caer contra el piso.
—No me refiero a eso —Gruñí ante su jueguito.
—¿Entonces qué? Específica, Milagros, tampoco soy telépata.
—¿Qué cómo coño te llamas?
—Ah… —Volvió a reír—. Ahora sí, así si, ¿quién eres? Pos un chico no más. ¿Cómo me llamo? No es la misma pregunta y se responden diferente, pero tranquila es un error común… —Rió de nuevo, inconscientemente achicando sus verdosos ojos—. Ah y soy Asim, Asim Boadas, un gusto.
"Imbécil". Fue mi primera impresión del tipo, de quien desistí, me crucé de brazos, blanqueé los ojos y volteé mi atención a otra parte.