Lo que la luz dejó

Cap. 7: Intrusos en el abandono

El aire frío y la sensación a humedad eran fuertes con cada paso veloz que daba devuelta a la fiesta. Hubo un momento en que casi caigo de boca, pero me equilibré a tiempo y seguí corriendo hasta llegar al círculo de gente rodeando a los mejores bailarines del Leo, leo lee, gritándoles con furia rítmica.

Busqué con la mirada sobre la multitud enloquecida el rostro de mi hermana hasta dar con ella donde menos creí verla, y al mismo tiempo causándome gracia. Mayriol bailaba con Ricardo, el chico quien la rescató del camión en el mercado. Muchacho, ¡ese sí que sabía moverse! Y la Mayriol no se quedaba atrás, se la devolvía con más sazón, provocando una bulla de los expectantes, tipo estadio de béisbol en temporada de competencia.

—Wou... —Solo pude murmurar.

La samba siguió disminuyendo su fuerza para cerrar el espectáculo con ambos bailarines, quienes dieron un último paso, en que él tomó su mano, le dio vuelta y la dejó caer en sus brazos. Final de espectáculo que provocó otro grito del público presente, y seguido de eso una avalancha de aplausos flameando a los dueños del show. Yo no fui la excepción y aplaudí fuertemente a la pareja, de los que noté que se susurraron algunas cosas antes de enderezarse y hacer una reverencia al público. Mayriol me vio y vino corriendo hacia mí, toda roja, un tanto sudada y agitada, muy agitada.

—La que sabe bailar y no me da ni una clase —Me burlé y mostró su sonrisa, fascinada con el chiste mientras recuperaba el aire después del baile.

—Si quieres ahora te enseño.

Nah, ya la samba se va y los de la camioneta roja pondrá otra música —Me excusé.

—Pues bailamos esa, ¿qué tiene?

—Vergüenza y... —Me acerqué a susurrarle— necesito que vengas conmigo.

—¿Para qué? —También se acercó.

—Vente y sabrás. Puede que esto me refresque la memoria.

Ahí me entendió y asintiendo, me siguió hasta fuera de la fiesta donde podríamos hablar más tranquilas y sin menos ruido.

—¿Qué sucede, Mili?

—¿Recuerdas la casa de mis sueños?

—¿La que soñaste de niña con las casitas barbie o dónde estuviste con ese chico por el que vinimos?

—La segunda —dije tratado de no reír, Mayriol no conocía la seriedad, de pana.

—Sí, la recuerdo, ¿por?

—Usa la cabeza, es la casa vecina, la del al frente.

Tres segundos después entreabrió su boca.

—¡Eso! En uno de mis primeros sueños él dijo que esa era la casa de sus abuelos.

—Es decir, que si encontramos quienes eran sus abuelos podríamos dar con su nombre y buscarlo.

—Exacto, vamos —Le jalé del brazo, pero se detuvo.

—¿Ahí dentro? —preguntó con una cara de tragedia que hasta daba risa.

—Ni modo que a la isla de pascua —Volví a jalarla, pero volvió a detenerme.

—Mili, no creo que sea buena idea entrar. Está oscuro y dudo mucho que la casa conserve energía eléctrica si tiene tanto tiempo si pagarse su condominio.

—¿Tienes miedo? —Me burlé.

—¿De que aparezcan ratas y cosas de esas y me salten en lo oscurito? Sí y mucho —confesó con tono de asco.

—Ay, por favor, Mayriol —Rodé los ojos.

—Me dan ascooo —Hizo una mueca mostrando su repugnancia por la idea—. ¿Y si volvemos mañana? No sé, ¿cuándo haya al menos luz y podamos ver donde pisamos o qué pisamos?

—No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy y te recuerdo que tenemos el tiempo contado. Debemos volver antes de que comience tu semestre.

—Pero...

—No dijiste no, así que si —Volví a jalarla y por fin caminó sin pararse hasta llegar a la casa abandonada.

Se aferraba a mi brazo, observando con mucha desconfianza la construcción de cemento pintado de un azul ya gastado, rejas de acero negro, puerta y ventanas de madera, varias decoraciones de barro seco colgando de las paredes y un móvil artesanal del techo. Con todo y su deteriorado, no tenía polvo, parecía recién barrida y olía a fresco, eso me hizo saber que no estaba del todo deshabitada.

«Esta solía ser la casa de mis abuelos. Mi abuela falleció no hace mucho y la casa quedó sola. Yo venía siempre que se iba la luz para hacerle compañía y una que otras veces para ayudarla a limpiar, entre otros trabajos. No porque ahora ella no está cambiaré eso, digo, en algún momento, alguien podría querer mudarse a esta casa, es más bonita de lo que parece». Arrugué la frente pensando en ese momento mientras mis ojos repasaban los detalles de la entrada de la casa.

"¿El siguió puliendo la casa o al final se mudó alguien aquí?". Quise saber.

—¿Alguien habita este lugar? —preguntó May, observando lo mismo que yo.

—Pareciera, ¿no?                            

—Si es así, sería una falta de respeto entrar sin permiso, ¿no? Invadimos una propiedad ajena, es ilegal.




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