—¿Es aquí? —pregunté, observando el amplio centro comercial desde la entrada.
—Si —confirmó mi hermana.
—Está bien, te veo a las siete aquí.
—Mili espera —Tomo mi brazo deteniéndome—. ¿Estás segura de esto? ¿Y si Asim está en lo cierto? No sabemos nada de Alexis.
—Ya lo discutí, Mayriol —Me solté de su agarre—, necesito asegurarme si es él o no —Manifesté seriamente dejándola cayada y algo insegura—. Si ocurre algo te llamaré enseguida, lo prometo.
—No se vayan muy lejos —aceptó, no muy convencida.
—Vale.
Sonreí tratando de calmar las inseguridades de mi hermana mayor y me retiré de la entrada, teclado rápido el mensaje de llegada que le prometí al artista que conocí la tarde anterior en el castillo.
Para: Alexis Rangel.
Ya llegué, estoy en la entrada frente a la óptica [2:12 p.m ✓✓]
No se hizo esperar su respuesta, mi celular sonó de regreso.
—Ya te vi, voltea... —leí en la pantalla.
Instintivamente giré mi cabeza, seguido de mi cuerpo hacia la entrada por donde recién ingresaba el sonriente chico de lentes, que guardaba su teléfono y me saludaba con la mano alzada hasta llegar a mí. Se inclinó hacia mí y me saludó con un beso en la mejilla.
—¿Hace cuánto estabas aquí? —pregunté.
—Recién llegaba cuando pasaste de largo junto a mí con otra chica, ¿amiga tuya?
—Mi hermana —Hice saber—, debe estar rondando por ahí.
—¿Te cuida?
—No, se fue con uno de los chicos que nos acompañaban ayer.
—¿El barbudo o el que me miraba mal?
—El barbudo —Fruncí el ceño, algo confundida—, ¿Quién dices que te miraba mal?
—El que estaba al lado del barbudito, el blanquito ese que cargaba dos mochilas.
"¿Asim?". Pensé, totalmente extrañada.
—Oh ya... —No sabía que contestarle, Asim se había comportado muy extraño últimamente—. Que extraño, él no suele ser así.
—Son cercanos.
—¿Quieres la verdad? Llevo una semana y algo aquí y lo más largo que llegué a conversar con él fue una discusión ayer.
—¿Se pelearon? ¿Por qué? —Tragué saliva, no podía contarle del accidente.
—Un tema ahí equis que lo puso ridículo.
—Y discutieron.
—Así mismo —Me sentí aliviada, me había creído, aunque en parte me envolviera la culpa por mentirle también.
—Y parecía tan tranquilo.
—Normalmente lo es —mencioné, irónica—, ni habla.
—Un mimo entonces.
—Creo yo.
Partimos en risas y seguimos caminando. Mejor dicho, le seguía el paso, no tenía idea de a dónde íbamos ni a que íbamos. Charlábamos de cualquier cosa que se nos pasara por la mente mientras veíamos desde afuera las tiendas que iban circulando y reíamos disimuladamente de la cara de tragedia de los empleados de algunas, suponiendo que ya estaban fastidiados de estar esperando si aparecían clientes.
Contaba anécdotas que May me cotorreaba cuando estuve en rehabilitación sobre mis días de trabajo —omitiendo claros detalles—, hasta que de repente dejé de oír las respuestas divertidas de Alexis y su presencia abandonó mi derecha, la cual busqué apenas y lo encontré llamándome desde otro canal del centro comercial, uno que tenía próximo un Mc' Café, un Kiosko de chucherías, y una pared blanca con elementos colgados en ella. Dicha pared, a la que él me llamaba a ver.
—¿Qué pasa?
—Nada, mira.
Pasó su brazo sobre mis hombros, acercándome a él dando de frente con los objetos que estaban colgadas en la pared. Eran fotografían plastificadas encima de tablas, cada una con un tema diferente, pero de la misma autora.
—Katherine Sáez... —leí en la ficha de información de la parte inferior al cuadro.
El objetivo central de las fotografías se resumía al "dolor", en cada una estaba una imagen expresada de diferentes, pero más que correctos, ángulos de explorar aquel común y amargo sentimiento. Varias atraían de forma magnética y espontánea, casi inmediata, las veías y eras transportado en un pestañeo a la imaginación de esas escenas. Era un trabajo de calidad.
—Son preciosas... —opiné luego de un buen rato de inspección sobre las fotos.
Alexis me devolvió la razón con una agradable sonrisa, propias de él. Bajó su brazo de mí y sacó su teléfono, alejándose hasta una esquina y apuntando hacia mí y la pared.
—No me hagas caso, sigue mirando las fotos —pidió al ver que lo miraba como si le sobrara un ojo.
—¿Que harás?
—Una pintura instantánea a base de píxeles.
—O sea una fotografía con el teléfono —Sonrió y asintió.
—Ya que comprendiste, mira hacia la pared.