El día pasó con altos rayos calurosos solares en el rostro, y no solo porque la pepa de sol nos pegaba encima y quemaba hasta las uñas, de costado y frente; también porque dada a nuestro pacto en la mañana la convivencia entre Asim y yo se hizo más amena, más tranquila, más simpática, ahora hasta reía conmigo, avivando las llamas en mis mejillas y, si soy sincera, eso me estaba asustando.
No me miren mal, no soy paranoica —al menos no demasiado como May—, sino que de un momento para otro dejamos de vernos mal y compartimos la mañana, el almuerzo —que ayudó a hacer y quedó divinamente delicioso—, la tarde y lo que está restando del día que creí que pasaría viendo la pantalla de mi celular esperando respuestas de Alexis.
Pero no, señores, ¡no fue así! Mucho menos que menos revisé mi teléfono en todo el día, en vez de eso me la pasé charlando, riendo, haciéndole guerrilla a los chicos en una pelea con la arena, en la que quedamos cubiertos de ella hasta dentro del traje de baño y Mayriol nos regañó al meterla también, la comida no quedó atrás y ahora pues... Nos lanzamos de las piedras.
Y no, no estoy jugando.
—¡Tu turno, Mili!
—¡Están locos, no lo haré!
Temblé, la percusión de las olas chocando contra el camino de gigantes piedras provocaba que mis piernas olvidaran su suspensión de huesos y quisieran transformarse en gelatina, la brisa fresca acompañada, desajustaba mis cabellos flameándolos por los aires y me empujaba hacia atrás, reprimiendo toda posibilidad que pudiera aceptar tirarme desde ahí y arriesgarme al que el mar me chocara contra los magnos minerales.
—¡Tiene Razón! —intervino mi hermana, expulsándome de mis pensamientos—. ¡Las piedras son de niños! ¡Vamos al muelle, muchachos!
"¿¡Qué dijo!?".Grité en mi interior, viendo como Ricardo y Asim gritaban de vuelta, aceptando la idea de May y nadaban de regreso a las piedras para subir al camino de arena que nos llevaría al muelle. Al que, a propósito, fui arrastrada.
—No esperaran que salte desde aquí, ¿o sí?
—¡Ay, vamos, Mili! ¡Es divertido!
Miré abajo, las olas venían del final del muelle de nuestra derecha y chocaban al final con las piedras a la izquierda, tal como lo hacían desde abajo solo que desde una altura mayor sobre una construcción de concreto, y aun así daba miedo de saltar y encontrarse con una de ellas y llegar a las piedras.
Lo más increíble era que unos carajitos de unos trece/catorce años estaban saltando como si nada, una y otra vez, sin miedo o arrepentimiento y luego se iban con las olas y subían por las piedras para volver a saltar el muelle. Con niños así, yo daba pena ajena.
—Vamos, Mili, tu primero.
—Tas loca, yo me vuelvo al restaurante.
Ricardo desistió de convérsenme y saltó luego de empujar a May al agua, la cual lejos de reírse empezó a insultarlo y golpearle para que la soltara y se fueran para las piedras. Negué viéndolos, sí que se llevaban bien, seguro harían linda pareja si May dejara de rechazarlo y se daban una oportunidad, aunque conociendo las razones de mi hermana sería mejor que ni se lo mencionara y me olvidara del asunto viendo la puesta de sol.
—Bonito, ¿no? —Susurraron cerca de mí. Ni hizo viento y los vellos de mis brazos se erizaron de oír hablar al ahora simpático Asim a mi costado.
—Si... —Tragué con dificultad y di un paso hacia el lado opuesto a él para mirarle de reojo—. ¿No te lanzaras?
—Estoy esperando que tú lo hagas —confesó con tranquilidad. Eso me hubiera hecho reír si no fuera que me sorprendió más de lo debido y lo peor, sonó hasta tierno.
—Te-Te quedarás esperando.
—Me lanzaré yo.
—Ok —respiré aliviada, creyendo que se había rendido.
—Y luego tú, y te atrapo —Terminó la oración, destapando sus intenciones.
—Eso no ok —Me dispuse a escapar.
—Mili —Detuvo mi escapada, sosteniéndome del brazo—. Te espero abajo.
—Te dije que... —No escuchó, ya se había lanzado sin ni siquiera oír mi protesta.
Vi hacia abajo de nuevo, el cuerpo de mi vecino salía a la superficie al cabo de unos segundos de su chapuzón, echando su castaño y bonito cabello hacia atrás, y quitando el agua de su rosada cara por el sol, miró hacia arriba encontrándome, que no estaba ni un poquito ansiosa de lanzarme desde esa altura a la densidad marítima.
Ya iba a negarme de nuevo y uno de los brazos de Asim se alzó diciendo un "vamos, tú puedes", o al menos eso lograba interpretar con los rayos del sol pegándome de nuevo en la cara. Negué, no podía hacerlo. Entonces oí un «Ups» como una sentencia a los costados y de la nada unas manos zumbaron mi cuerpo al mar salado.
Me hundí, casi llegué a pisar la arena del hondo y subí de nuevo, siendo recibida por unos brazos ajenos, que cuyas manos pasaron por mi cara suavemente y echó mi cabello hacia atrás para devolverme la visibilidad entre chorros de agua, mientras tocía y me encontraba con una brillante sonrisa.
—¿Ves? No fue tan malo.
Rió. Si así es, Asim sonrió y se carcajeó por lo bajo de su mal chiste cuando estaba segura que él podía sentir como mi cuerpo temblaba rodeado contra el suyo bajo las frías aguas de la tarde.