La vida es extraña, se expresa como le da la gana, a su antojo, a su manera, llevándonos a riendas como marionetas en un espectáculo subliminal que a donde nos muevan es un caso seguro que sufriremos en el camino escogido.
Si, sufriremos mucho de una u otra manera, pero dicen que ya dependerá de nosotros si ese sufrimiento valdrá la pena o nos consumirá hasta que desaparezcamos con el último rayo de sol. Ese día estuve a punto de desaparecer, de hundirme en la oscuridad y rendirme al sufrimiento, pero entonces una luz alumbró mi camino y fijó el rumbo al final de un túnel, dándome una segunda oportunidad de seguir.
De seguir andando y despertar en el mundo, su otro mundo en específico. Uno que se ganó más de uno de mis dolores de cabeza, pero que había valido aguantar hasta el final que no era el final, sino el inicio de algo nuevo.
Si me preguntan, esta historia me recordó mucho a esas películas donde pareciera que el destino estaba a favor de los protagonistas para rejuntarlos, tal como lo hizo con Asim y conmigo, a su más inusual forma de aparecerse en nuestros caminos por segunda vez.
Aunque suene muy cursi, si me gustaría pensar que el destino fue quien nos juntó, más aún no sabría para qué. Quiero pensar que fue para acabar lo que inició y retaran lo que el chico sin nombre había dicho antes de irse cuando le pregunté si de verdad no lo volvería a ver y respondió: Al menos que el destino lo quiera, no creo.
“¿Me oyes destino? ¡Quiero saber!”. Elevé mis brazos, como si así pudiera comunicarme con esa fuerza misteriosa que mueve las riendas de la vida.
Más, ¿quién sabe que hay detrás de todo esto? El silencio en la sala de estar no aporta muchas respuestas que digamos, pero si el ambiente adecuado para refrescar la memoria y recordar un poco a ese enigmático chico y relajarse en el proceso; o eso planeaba hacer cuando un pinchado en mi frente me hizo arrugarla y ver con el ceño fruncido a mi hermana mayor, que llevaba medio minuto tratando de llamar mi atención.
—¿Deseas algo? —indagué, fastidiada.
—¿Piensas quedarte aquí encerrada? —Elevé mis cejas, como respondiendo: “¿Qué más haría?”. May gruñó—. ¡Vamos! ¡Tenemos toda una ciudad que conocer antes de la exhibición!
—Estoy cansada del viaje, May, ve tú —Entornó sus ojos, implorándome que cambiara de idea—. Llevo días sin dormir por terminar el cuadro para el señor Jaramillo, quiero soñar un rato antes de esta tarde —E incluso con sus protestas me tiré en el sofá, acostándome de lado sobre él.
Mayriol bufó exasperada, llevaba días esperando la oportunidad de conocer España y ahora que estábamos yo hacía de todo para quedarme en casa, bueno, el hotel donde nos hospedábamos durante unos días.
Resulta y acontece que luego de regresar a Miami lejos de querer salir de mi hogar me encerré en mi cuarto, solo por dos días, después que mi hermana me arrastró a ver el mundo. «¡Ya no lo soporto! ¡Necesitas salir! ¡Ya estás pálida!» Irónico, estuvimos más de una semana en una isla donde recibimos más sol que, ¡Imposible! Y apenas estábamos regresando al gélido clima estadounidense.
¿¡Que no podía dejarme sola!? ¡Necesitaba pensar! Había recibido demasiada información de golpe: Asim, el chico sin nombre.
Y no fue solo recibirla, si no la forma en que me la dio: Una foto.
¡Una foto! Una que al verla se me alteraron los nervios, por alguna razón, y luego entendí gracias a ese momento extraño, parecido a una ilusión, un sueño despierta, que se manifestó la noche antes de irme, antes de disculparme con él y hacer las paces. Ese momento elocuente donde vi a mi yo del pasado y a él pelear por algo que no soñé, que no vi, que no sentí que hiciera falta.
¡Qué tonta! ¡Esa era la llave que buscaba! De estar pendiente de Asim no me fijé en ese detalle que ahora recuerdo con claridad, igual que todo mi pasado.
—Oye, desconocido —pregunté.
—¿Sí? —Puso su atención sobre mí.
—¿Aún vive tu cámara?
—Sí, ¿por?
—¿Puedo tomarte una foto y verla? —Partió en risas.
—Buen intento, eres pésima no hacer ver tus intenciones.
—¿Al menos tengo algo por el intento?
Su sombra giró hacia mí procesando su respuesta con un «Mm» resonando entre sus labios.
—Si... ¿Qué tal si nos tomamos una foto?
—¿Pa' que? Si no podré verla seguro —Quedó callado como si lo meditara.
—Hagamos algo —Se acomodó sobre el capó—. Tomemos la foto, me la quedaré y si en algún siglo de nuestras vidas nos volvemos a ver, te prometo que te la daré y sabrás quien soy.
—Es lo mismo que decir: "Si el destino nos vuelve a juntar, tal vez te diga quién soy".
—Exaaaacto —Rió—, ya me estas entendiendo.
—Eso es trampa —Crucé mis brazos.
—Tómalo o déjalo —Vi su silueta entre la oscuridad, haciendo de mis labios un puchero.