Lo que los ojos no ven

Prólogo.

PRÓLOGO.

“HUGO”

Diciembre, 2021.

Sergio: Feliz navidad, hermano

Leí el mensaje de mi hermano menor.

Hugo: Feliz navidad.

Le respondí, y volví a guardar mi teléfono en el bolsillo trasero de mi pantalón. Salí del baño, y caminé entre las personas que disfrutaban de la noche bajo uno de los mejores temas que existen. Vanished, de Crystal Castles sonaba a todo volumen, y mi cuerpo entero vibró de energía para seguir con la noche hasta caer rendido. Llegué hasta el box con mis amigos y rápidamente me pasaron una botella mientras caía sobre el sofá como un costal de papas.

- ¿Por qué tardaste tanto? –Me preguntó Karla al oído, acercándose sexymente hacia mí. O al menos intentaba serlo.

-Que importa. –Le respondí para beber un poco del contenido de la botella, el cual no sabía qué era antes de probarlo–. Agg ¿Qué cerveza es esta? ¿No había algo mejor? –Regresé el contenido de mi boca de vuelta a la botella y lo puse con desprecio en la mesa del centro–. ¿No hay algo más fuerte? –Pregunté disgustado.

-Perdón su majestad, pero es para lo que alcanzó. –Me respondió Mario, quien estaba sentado delante de mí junto a una chica que acababa de conocer.

-Pues ve por algo mejor. –Saqué un billete de cien soles de mi billetera y lo arrugué para que llegara a él al lanzárselo. Karla sonrió divertida y se acercó a mi boca para besarme.

- ¿Quieres algo mejor? –Mario se acercó con cizaña, junto a una sonrisa divertida y repugnante que interrumpió mi beso con Karla– Esto te hará disfrutar de la noche como jamás lo hiciste antes, e incluso te hará olvidarte de todos tus problemas. –Levantó una pequeña bolsita de plástico con cuatro pastillas azules dentro, sosteniéndola con el dedo índice y el pulgar, agitándola cada segundo a pocos centímetros de mi rostro. Me irritó que me las ofreciera, pues ya se lo había dejado claro que no consumo drogas.

-Yo no consumo porquerías. –Le respondí, empujándole la mano con desprecio.

-Querías algo mejor y esto es lo mejor que puedes encontrar en este puto lugar. –Volvió a insistir, sacando una de las pastillas para llevársela a la boca–. Vamos, no seas un marica. ¿Te quieres divertir? Esto te ayudará. –Se atrevió a volver a poner la maldita bolsa frente a mí.

-Aleja eso de mí. –Me volteé hacia Karla para volver a besarla.

-Deja de comportarte como un niño y sé un hombre. –Se levantó insolente frente a mí, lanzándome la bolsa al pecho. 

Enojado por su insistencia, me levanté del sofá y le planté cara.

-Te he dicho que no consumo porquerías. –Le espeté, lanzándole la bolsa de vuelta, con enojo. Y en el momento justo que volteé de vuelta hacia el sofá para sentarme y seguir con lo que estaba haciendo, Mario osó responderme. Grave error.

- ¿Por qué no? Vives solo, tu madre no te regañará, no tienes qué temer. –Escupió, y en mí estalló una bomba nuclear que acabaría con la noche. Al menos con la suya.

Furioso por sus palabras, le di el primer golpe, logrando tumbarlo al suelo de un solo derechazo.

- ¿Qué te pasa imbécil? –Me respondió Mario tumbado en el suelo, limpiándose la sangre del labio roto por el golpe.

-Para que no se te olvide dónde está tu nivel conmigo. –Le espeté con desprecio, observándolo como la basura que era.

-Te crees mucho, ¿no es así? –Estaba siendo ayudado a levantarse por la chica con la que estaba. Me pareció divertido su estado, así que sonreí sínicamente.

-Lo soy, comparado contigo. –Impuse autoridad.

-Qué risa me das. –Empujó a la chica que lo ayudaba y se acercó a mí, a unos escasos centímetros, haciendo un terrible esfuerzo de plantarme cara, pues yo era mucho más alto que él, sumado a su terrible intento de ocultar el dolor del golpe, que solo hizo que me diera vergüenza ajena–. Solo eres un pobre diablo abandonado que huyó de su madre porque no lo quiere. Eres un infeliz. –Espetó con sus ojos clavados en los míos, el muy imbécil pensaba que me había intimidado, cuando en realidad solo aumentaba mi ira. 

Tenía unas inmensas ganas de terminar de molerle la cara a golpes, pero comprendí que esa no era la mejor salida, al menos no para mí, y no dejaría que sea la primera vez que pierda.

-Parlotea todo lo que quieras. Aprovecha mientras te dejo, porque luego te comerás todas tus palabras. –Lo observé mostrándome serio, inclinando mi cabeza hacia abajo para estar a su nivel inferior.

-No te tengo miedo. –Me espetó, pero no era lo que sus ojos decían. 

-Deberías. –Infundí miedo en él, y a juzgar por la forma en que movía sus ojos al mirarme, lo había logrado.

-Vámonos. –Fue lo siguiente que dijo, mirando hacia la chica de atrás. 

- ¿A dónde? –Le preguntó ella muy confundida.

-A mi casa, podemos divertirnos más allá que en esta porquería de lugar.

Los vi largarse, y después salí yo. 

- ¿A dónde vas? –Preguntó Karla, pero me importó tan poco que ni le respondí. Después de todo, solo era la diversión de esa noche.




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