Lo que los ojos no ven

Capítulo 1.

CAPÍTULO 1

 “HUGO”

Abril, 2022.

Tengo cinco años, estoy en mi habitación y el sonido suave de un piano llegaba a mis oídos mientras jugaba con unos bloques de madera, de diferentes colores. Curioso por la tonada, salí de mi habitación y caminé por el pasillo expectante, siguiendo el origen de la melodía. Caminaba buscando con la mirada, hasta que lo encontré y sonreí al verlo. Era papá quien estaba tocando su enorme piano con los ojos cerrados, disfrutaba de lo que estaba haciendo.

- ¡Papá! –Le dije y corrí hacia él, pero extrañamente, mientras más me acercaba, más se alejaba él, aún con los ojos cerrados, compenetrado con el piano–. ¡Papá! –Grité una vez más, pero ya no tenía tres años, volví a tener veintidós. Corrí con más fuerza, pero parecía imposible que pudiera alcanzarlo-. ¡Papá!

-Fracasaste. –Me pronunció en eco, por fin abriendo los ojos y sacando las manos del piano. Su mirada era fría, reflejaba decepción y enojo hacia mí. Sentí que me encogía ante sus ojos.

Abrí los ojos. Todo había sido un maldito sueño, más bien una pesadilla. Mi respiración era agitada y mi cuerpo casi estaba empapado de sudor, a pesar de que solo llevaba puesto el bóxer. 

Era otro maldito lunes.

- ¿Será que algún día podré dormir bien? –Pensé, pues en los últimos años, no había dormido lo suficientemente bien como me gustaría, pero tenía la esperanza de que pueda cambiar eso, aunque era muy poca. Casi nula. No tenía tiempo de pensar en ello, no tenía caso, era absurdo enfocarme en algo del cual no tenía control, aunque debo confesar que me enfurecía no tener el control.

Intenté acércame a mi mesa de noche para agarrar mi teléfono, pero sorpresivamente, una punzada se incrementó repentinamente en el lado derecho de mi torso. Con el brazo extendido, me mantuve quieto en lo que el dolor desaparecía, y cuando pasó, agarré mi celular. No había sido la primera vez que me surgía un dolor así, pero esta vez fue ligeramente más intenso, sin embargo, decidí darle la mínima importancia. Abrí el reproductor de música en mi teléfono y empezó a sonar Wrecked de Imagine Dragons mientras me quitaba el bóxer para ingresar a la ducha. Caminé desnudo y una vez en la ducha, intenté relajar mi mente bajo el chorro de agua caliente. 

-I'm a wreck without you here... –Dije, con la mirada hacia el drenaje mientras el agua caía por mi rostro, entrando en parte a mi boca al abrirla; no canté, solo lo pronuncié porque se había convertido en un himno para mi interior. La letra era profunda, sentía como si describiera mi vida. La primera vez que la había escuchado, me tocó en lo más profundo, y no pude evitar recordar el último recuerdo que tenía de mi padre, en cierto modo, la canción era como mi mensaje hacia él. Era la forma de decir que lo extrañaba y que era un desastre sin él conmigo. Extrañaba a mi padre con toda mi alma, aun dolía como el día en que se fue, por más que habían pasado casi seis años. Resultaba imposible no poder extrañarlo, sentía su ausencia en todas partes, ni siquiera podía mirarme al espejo por mucho tiempo porque lo veía a él, pues éramos casi idénticos. Heredé su tez clara, sus cálidos ojos verdes cual hojas de las plantas en verano, su muy rebelde pelo castaño, sus cejas gruesas y los labios delgados, pero lo que más me encantaba haber heredado de él, era la pasión por la música. Eso era lo que más amaba y extrañaba de él. Volver a escucharlo tocar el piano, era solo un sueño que jamás podría cumplir. Y sin él a mi lado, era como si mi corazón fuese un huevo, solo que no tenía el contenido, solo estaba el cascarón. Vacío… Desolado…

Mis ojos imploraban llorar, podía hacerlo y no se notaría por el agua que recorría mi rostro, pero no era tiempo de lamentos y jamás lo sería... El llanto no era algo que me definiera, al menos ya no. Por suerte la canción terminó, y tras un profundo suspiro, me froté el rostro con las manos llenas de agua para proceder a terminar de ducharme por completo.

Tan solo pasaron cinco minutos para cuando terminé de ducharme, salí con la toalla en la mano, secándome el cabello mientras caminaba hacia el ropero para buscar la camiseta del trabajo. Tras abrir el ropero, rápidamente encontré la camiseta, no había mucho que buscar, todo estaba donde debía estar. Cerré el ropero y puse la camiseta sobre la cama para abrir el cajón de la cómoda y sacar el pantalón y el bóxer. Me puse todo lo que debía, y mientras me ponía las pulseras de cuero y metal, el dolor en mi torso regresó repentinamente. Fueron diez segundos los que tuve que quedarme quieto y aguantando un poco la respiración, porque así no dolía tanto. 

-Estúpido dolor de mierda. –Dije con enojo. Sin embargo, para mi enojo no era suficiente, así que golpeé con mi puño izquierdo la parte del torso que me dolía. Tres golpes hicieron que desquite mi furia, y extrañamente funcionó. En los últimos meses había reaccionado sobre la oscuridad hacia donde iba, por lo que intentaba mantenerme estable, pero era complicado… Ilógicamente más calmado, salí de mi habitación y tomé las llaves de mi auto. Salí de mi departamento y atravesé el pasillo del edificio, el cual no era muy grande, pero el segundo piso era todo mío y era suficiente. El primer piso era una especie de ático abandonado que permanecía cerrado y al lado estaba una cochera donde descansaba mi preciado hijo, el orgullo por el que había ahorrado casi tres años por puro gusto y capricho. Mi Toyota C-HR 2021 de color gris diamante. Mi tesoro más preciado, al que no llevaba a fiestas porque temía chocarlo cuando regresaba ebrio.




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