Lo que los ojos no ven

Capítulo 2.

CAPÍTULO 2

“SOFÍA”

Desperté cuarentaiocho horas después del choque; para mis padres fue un alivio el verme empezar a moverme y despertar del coma, pero ese alivio cambiaría un instante después cuando abrí mis ojos, pero aún seguía como si no lo hubiera hecho. No había rastros de ni una mínima cantidad de luz, a pesar de que tenía los ojos abiertos no podía ver absolutamente nada. 

-No puedo ver. –Dije anonadada por la impresión. Mis manos se volvieron temblorosas y me invadían las ganas de llorar.

- ¿Cómo que no ves, cariño? –La voz de mi madre se escuchó preocupada.

-Mamá, ¿qué está pasando? No puedo ver nada.  –Mi voz se volvió temblorosa de puro pavor. Con las manos temblorosas cual gelatina busqué a mi madre pues necesitaba ser reconfortada. Rápidamente sentí sus manos, que luego pasó a un abrazo.

-Iré por el médico. –Dijo mi padre.

Abracé a mi madre con fuerza, necesitaba su calor más que nunca, me sentí desesperada. Sentí que todo se caía con brusquedad encima de mí. Me asfixiaba la idea de pensar en que no volvería a ver el rostro de mis padres: las canas en el cabello y barba de papá, el cabello rubio e increíblemente brillante de mamá que amaba tanto y que me había heredado, ni siquiera me importaba tanto el hecho de no poder verme en el espejo porque no era una prioridad mía, me agitaba más la idea de que no podría hacer las actividades que normalmente hacía, ¿cómo seguiría con mi carrera en la universidad? ¿cómo les daría la tutoría a los niños? Cientos de pensamientos que tenían sentido y me abrumaban demasiado 

-Tranquila, cariño. Todo va a estar bien. –Su voz era temblorosa, y aunque no la veía, sentí que lloraba suavemente para no hacerse notar, pero ya lo había notado.

Pasé los siguientes sesenta minutos más largos y aterradores de mi vida, por cada minuto que pasaba era un futuro incierto con cientos de posibilidades que me aterraban de sólo pensar en ellas.

-Es un trauma ocasionado por el choque. –Había dicho el doctor luego de cientos de exámenes. Mi padre había preguntado si era temporal o me quedaría así permanentemente, a lo que él había respondido con que era incierto. Y, a decir verdad, esa respuesta no ayudó a mi pensamiento. Lo último que escuché eran sollozos, y lo más probable era que pertenecieran a mi madre. Ella siempre fue sentimental, e incluso demasiado a mi parecer.

Minutos después llegó Alma, quien se quedó junto a mí un buen rato en lo que el médico terminaba de conversar con mis padres y veían la posibilidad de darme el alta lo más pronto posible, pues los gastos aumentaban cada día.

- ¿Cómo te sientes? –Preguntó Alma al sentir mis manos. 

-Bien. Un poco más calmada… –Le respondí serena.

- ¿Segura? –Cuestionó.

-Sí. –Sonreí medio nerviosa–. Lo pienso y creo que esta es una especie de prueba por parte de la vida o algo así… No lo sé, solo quiero ser optimista y encontrarle un lado bueno a esto. Deprimirme solo me va a llevar a un lado. A la muerte. Y yo prefiero luchar y aprender a vivir con ello.

-Tienes razón. –Alma presiono mis manos con suavidad. El calor de sus suaves manos me resultaba reconfortante y acogedor. Y aunque una parte de mí sentía que no era suficiente, intentaba que mi cerebro asimile la idea de no poder volver a ver el rostro de mi mejor amiga, o el de mis padres, o ningún otro. 

- ¿Está tratando de comprarnos? –La voz abstrusa de papá llegó hasta mis oídos desde el pasillo, afuera de mi habitación del hospital, se escuchaba molesto a juzgar por el tono con el que hablaba.

-Tómelo como una ayuda. Después de todo, su hija también es culpable del choque. –La voz de una mujer respondiéndole a mi padre llamó mi atención. El tono de su voz era distinguido, como de las mujeres ricas de telenovelas famosas. Alguien nepotista, que ve inferiores a los demás.

- ¿Sabe qué? ¡Váyase! –Se exaltó mamá.

-No necesitamos su dinero. –Agregó mi padre, ambos muy molestos.

- ¿Qué está pasando? –Le pregunté a Alma, quien seguía sostenida a mí con sus manos.

-No lo sé… –Respondió con voz ronca.

- ¿Qué fue eso? –Le pregunté a mis padres al escucharlos regresar a mi habitación.

-Nada cariño. –Respondió papá, pero debido a su tono de voz exasperado sabía que algo andaba más que mal.

-Solo es la madre del chico con el que chocaste. Trató de comprar nuestro silencio para que no se viesen entrometidos en ningún escándalo. Pero, aunque quisiéramos intentar demandarlos no podríamos, porque en parte tiene razón. Tú también fuiste culpable del choque. –Agaché la cabeza ante las palabras de mamá, ciertamente me habían dolido un poco.

-Tranquila cariño, no te culpamos ni nada. –Se acercó rápidamente a mí al notar mi sentir–. Saldremos juntos de esto.

-No te atormentes cariño. –Sentí la mano de papá sobre mi hombro, seguido de un suave beso en mi frente. –Esa mujer solo intenta tapar la culpa de su hijo. Seguro estaba borracho y no te vio.

-Lo más probable es que ese tipo sea un niño mimado y engreído por mami y papi. –Agregó Alma–. Son ricos, y en lo único que piensan es en dinero. 




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