Lo que los ojos no ven

Capítulo 6.

CAPÍTULO 6

“HUGO”

Los siguientes días no fueron los más agradables. Justo cuando pensé que mi vida no sería más desastrosa, supe que la estaba subestimando.

Noah no preguntó el motivo de mi actitud en esos días. Tenía mucho trabajo y lo que menos debía hacer era cuestionarme.

El rostro de aquella rubia de ojos muy parecidos a los míos no dejaba de rondar por mi cabeza. Su rostro era como un fantasma muy bello atormentándome por algo que probablemente fue mi culpa. Qué digo. Claramente fue mi culpa. 

A decir verdad, ni siquiera me había importado ni lo más mínimo el saber contra quién había chocado. En mi cabeza solo estaba el daño que ya estaba en mí desde antes del accidente. No había pensado en la otra persona afectada hasta que las palabras de aquella rubia penetraron mis oídos. 

-Hace dos meses tuve un accidente de auto. Choqué contra alguien y producto de ese choque quedé así. No puedo ver absolutamente nada, aunque enfoquen mil linternas hacia mi rostro. –Sus palabras hacían eco en mi cabeza.

Sergio me lo había confirmado. Estaba desesperado y lo llamé para preguntarle todo lo que sabía sobre mi accidente. Afortunadamente para mí, mi hermano no era un completo inservible y me dijo el nombre de la persona con la que había chocado aquel día. 

Sofía Copello.

Sentía un poco de presión en el pecho, pero nada que no pudiera ignorar. Me moví sin despegar el cuerpo de mi cama intentando encontrar comodidad mientras mi cara se perdía entre la almohada y las sábanas.

¿Qué era lo que sentía? ¿Culpa tal vez? No lo sé, pero mi cuerpo estaba hablando y no entendía las señales.

Escuché la llave ingresar en el cerrojo de la puerta principal. El silencio era tan intenso que podía escuchar hasta los resoplidos de cansancio de Noah al ingresar y encender las luces. 

Sus pasos se escucharon más cerca, pero mi cansancio no tenía intención de dejarme.

- ¡Carajo! ¿Hugo, eres tú? –Exclamó Noah del miedo. Lo más probable es que mi presencia en la oscuridad lo haya asustado–. Me diste un gran susto. Pensé que aún no regresabas, ¿Qué haces en la oscuridad?  

Intenté responderle, pero mi abulia era demasiado intensa. De hecho, me sentía sin energías para nada. Ni siquiera para mover un solo dedo. Y sin ser suficiente, la presión en mi pecho se vio acompañada del dolor que venía desde un lado de mi torso.

Cáncer de mierda.

- ¿Hugo? –Repitió Noah ingresando a mi habitación para encender las luces. Su tono era preocupado y me irritaba por ello.

Intenté moverme, pero fallé en el intento. Solo entonces fue cuando noté que sudaba intensamente y tenía empapado gran parte de mi cuerpo.

-Hugo… –Se acercó aún más y me topó en el antebrazo. Notó que estaba caliente y para asegurarse de que no tuviera fiebre me tocó la frente–. Santo cielo, está ardiendo. –Expresó preocupado.

Hizo mucho esfuerzo para mover mi inerte cuerpo sobre mi cama. Momentos después pude ver su preocupada mirada al ver mi demacrado y sudoroso rostro. Todo empezaba a divisarse borroso y lejano.

Lo último que recuerdo es el sonido de una ambulancia acercándose. Y aunque intenté detener a Noah de que me llevara al hospital, no pude hacer nada más que desmayarme.

 

“SOFÍA”

El auto de Alex era cómodo, pero carecía de aire acondicionado. El calor era abrumador a pesar de que era de noche.

- ¿Puedes abrir la ventana, por favor? –Le pregunté a Alex desde el asiento del copiloto. 

Él no respondió, pero el sonido de la ventana al bajar junto a la brisa fría de la noche me informó que había accedido a mi petición. Saqué mi rostro hacia la ventana para sentir más de cerca la brisa. Me divertía al pensar que solo faltaba que sacara la lengua para parecer un cachorro viajando en auto.

Alex no había dicho casi nada en todo el camino desde que regresamos de mi clase. Supuse que estaba cansado y decidí no abrumarlo con mis palabras. En realidad, era mi única opción, ya que si algo le pasaba no me lo diría ni siquiera si se lo suplicara de rodillas. 

Extrañaba ver el rostro de Alex. Extrañaba ver sus deslumbrantes ojos azules que iluminaban mi vida con un brillo cada vez que sonreía contento por algún comentario chistoso, generalmente generado por mí de manera inconsciente.

- ¿Cómo te fue hoy? –Preguntó después de un momento. Con la misma voz serena que lo caracterizaba.

-No lo sé… Bien… Supongo. –Musité arrastrando las palabras sin quitar el rostro de la ventana.

- ¿Cómo que supones? ¿Volvió a aparecer aquel tipo de la otra vez? –Inquirió.

-No. Ya te dije que no le des tanta importancia a ese chico. Seguramente estaba drogado o algo así, no lo sé. 

- ¿Entonces?

-Entonces nada… –Di un suspiro y regresé mi rostro dentro del auto para continuar–. Un chico escribirá un artículo en una revista sobre la clase de escultura. Y pues quiere entrevistarme. –Dije con poco interés y cansancio.




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