Lo que los ojos no ven

Capítulo 8.

CAPÍTULO 8

“SOFÍA”

Como lo había prometido, me encontraba sentada frente a la puerta de la habitación de Hugo después de mi clase de escultura. 

Sobreviví tres días desde la promesa y aún no tenía planeado rendirme ni nada parecido.

- ¿Quieres un poco de nueces? –Le pregunté a Hugo levantando la voz desde el suelo.

-Si vas a quedarte allí, por lo menos ten la decencia de quedarte en silencio. –Espetó severo, y con un escaso tipo de diversión en su tono que seguramente intentaba ocultar.

-Esto se trata de hartarte hasta que salgas de ahí. –Respondí para luego poner un poco de nueces en mi boca–. Además, que lo hayamos vuelto un reto no significa que nos volvamos enemigos.

Un silencio abrumador fue lo siguiente que invadió el lugar. Nada más allá de mi respiración y el suave sonido de mi masticar.

- ¿Cómo le haces para ir al baño? –Inquirí divertida para romper el silencio.

-Tengo mi propio baño, ¿no es obvio?

-Claro…

Era obvio que esto sería toda una odisea. Pero mi palabra estaba en juego, y no pretendía darme por vencida y darle la razón con que no puedo con esto. Eso jamás. Y tal vez no era la indicada para ayudarlo, pero este chico me subestimaba y no podía dejar que eso suceda. Soy más fuerte de lo que él piensa y tenía en claro que se lo demostraría.

- ¿Por qué estás aquí realmente? –Cuestionó llamando mi completa atención–. ¿Qué es lo que buscas? ¿Torturarme, tal vez? No, no puedes ser eso porque ni siquiera sabes qué es lo que me pasa.

Su tono era agotador. Claramente estaba cansado, pero no sabía si era por mí. 

-Mis papás siempre me han inculcado a ayudar a quiénes más necesitan de ayuda. –Musité dejando a un lado mis nueces–. Y sé lo que se siente necesitar ayuda…

-Ya, pero yo no necesito tu ayuda, buena samaritana.

-Tal vez no lo quieras admitir, pero la necesitas… Y, de cualquier forma, estoy aquí más por Noah que por ti.

- ¿Te gusta ese imbécil? –Inquirió con un tono burlón.

- ¿Qué? ¡No! –Negué con nervios–. Apenas y lo conocí hace pocos días por la entrevista. Es muy agradable y empático, pero no me gusta. Obviamente no sabes de lo que hablas.

Él se calló. 

-Supongo que tampoco sabes que ha llorado por ti. –Informé con miedo a lo que fuera a pasar–. Está sufriendo por ti.

-Noah siempre ha sido muy sensible. Y no deberías meterte en asuntos que no son de tu incumbencia. 

-Tal vez, pero me preocupa lo que pueda sentir Noah. –Solté un suspiro y confesé algo que no se lo había dicho a nadie más que no lo supiera cuando pasó–. Sé lo que es perder a alguien que amas… Y al igual que Noah, seguramente tus padres se sentirían muy mal si algo te pasara.

-Mi padre está muerto. Y mi madre como si lo estuviera. –Habló tajante–. Y por si no lo recuerdas, algo ya me pasó. El accidente.

- ¿Cómo podría olvidarlo? –Musité entre nerviosa–. También estuve ahí.

Creí que confesaría algo más. Por un momento tuve un poco de esperanza al pensar que me diría que era aquello que lo tenía así. Qué era aquello por lo que no quería salir de su habitación y hacía sufrir a Noah. Pero fui muy ingenua.

Intenté decir algo, pero él me interrumpió rápidamente. Como si supiera que fuera a decir algo.

-No quiero escucharte más. –Espetó con un poco de furia en su voz–. Por si no lo sabes, estás en mi casa y puedo votarte cuando yo quiera.

- ¿Le harías eso a una persona que no puede ver? –Inquirí con el entrecejo fruncido.

Su silencio fue una respuesta.

 

“HUGO”

No podía más. Esa mujer era tan irritante y exageradamente curiosa que me haría entrar en un colapso en cualquier momento. 

Tenían que pasar cuatro horas para que se vaya y quedarme solo. Odié su temperamento tan testarudo a tal punto de arrepentirme por haberme sentido culpable por su estado luego del accidente.

Junté un poco de agua con mis manos y me enjuagué el rostro. Alcé mi vista hasta el espejo y divisé mi rostro. Me veía más delgado que de costumbre, lo cual ocasionaba que mis ojeras se muestren más desagradables, sumado a mi cabello un poco largo y mis dientes un poco amarillos, cualquiera que me viera diría que soy un drogadicto.

El sonido de dos topes en la puerta indicó que Noah había regresado de dejar a la chica en su casa.

Rápidamente salí del baño para abrir la puerta de mi habitación.

-Esa chica no vuelve a pisar este lugar o te juro que… 

- ¿O qué? –Inquirió Noah cruzándose de brazos, mirándome fijamente a los ojos con una mirada un poco cansada y retadora–. ¿Qué vas a hacer? ¿Votarla como se lo dijiste? ¿Gritarle? ¿Qué? ¿Qué es lo que harás?

-Esta es mi casa. –Espeté con la mirada confundida.

-Tú eres mi mejor amigo y te importa un carajo el hecho de que te pierda. –Sus penetrantes ojos azules informaban más que sus palabras. Había muchos sentimientos en ellos, y ninguno tenía efecto en mí–. Supongo que no podemos tener todo lo que queramos. –Se alejó por el pasillo hasta su habitación. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.