Lo que los ojos no ven

Capítulo 10.

CAPÍTULO 10

“HUGO”

-Te hace ver más rudo. –Mencioné con un poco de diversión en mi voz, señalando con mi mirada el moretón de su mejilla izquierda. Una mancha muy peculiar que parecía el dibujo de una galaxia, que iba desde un color rosa hasta uno violáceo con toques de amarillo. Un poco de remordimiento surgía en mi estómago al verlo. Era eso o mi estómago rugiendo de felicidad por al fin ponerle un poco de alimento.

-También a ti. –Comentó antes de beber un poco de su café para ocultar su sonrisa–. Aunque creo que eso no es suficiente para reparar todo. –Relamió sus labios para no desperdiciar el sabor de su café. Se encontraba en un estado de sosiego que me contagiaba. 

Desayunábamos aquella mañana de domingo, juntos en la cocina, algo que no habíamos hecho en mucho tiempo desde que Noah iba a la universidad, antes de ser transferido al otro lado del mundo. Se sentía muy bien tenerlo un poco más cerca, aunque no todo estaba completamente arreglado entre nosotros, más por parte de él que mía por supuesto, pero aun así resultaba satisfactorio el poder disfrutar del desayuno el uno frente al otro, disfrutar del olor a café y el sonido de los autos atascados en el tráfico que se escuchaba a lo lejos. Era una típica mañana de domingo en Lima.

-Confórmate con que acepte que tu amiga siga viniendo. –Rechisté. Comí un poco de cereal. Y maldita sea, se sentía tan bien recibir un poco de alimento. Mi estómago era el más feliz en ese momento. Era muy vergonzoso el aceptar que me moría de hambre por necedad.

-Cómo si algo cambiara. –Pronunció bajando la mirada hacia la taza que yacía frente a él, algo que ocasionó que volcara los ojos. Noah tendía a ser demasiado sensible, y aunque a veces era ridículo, otras veces resultaba fastidioso. Pero no lo culpo. Perdió a su madre por el cáncer, una batalla que no fue larga debido a que se lo detectaron muy tarde. Compartí su dolor ante la pérdida de su madre, lo comprendía pues también había perdido a mi padre. Sabía lo que se sentía y cuánto dolía, pero aun así nuestros duelos jamás se parecieron ni un poco. 

Hice un sonido con mi lengua para disminuir la tensión.

Lo primero que hice cuando regresé fue disculparme con Noah, pues realmente me sentí arrepentido, a pesar de que me había devuelto el golpe. Lo siguiente que le dije fue lo que había decidido. No haría el tratamiento para el cáncer, eso no estaba en discusión, pero prometí no volver a fumar y beber para acortar el tiempo que me quedaba, lo cual sería difícil, pero lo intentaría. No sabía cuánto tiempo me quedaba, pero pasaría el resto de mi vida disfrutando de cada momento con mi mejor amigo, y asegurándome de que la rubia tenga lo más parecido a su vida antes de que yo me estrellara en ella. Pagaría secretamente su tratamiento, sus terapias y obviamente las deudas que tenían sus padres en el hospital. Después de todo, mi dinero se estaba empolvando en el banco, pero eso sí, todo sería de manera anónima, pues sus padres jamás aceptarían que yo pagase todo porque según Sergio, ya habían rechazado la abrupta “ayuda” o, mejor dicho, el pago para callar de parte de mi madre. Y por más que no sea honesto, no había otra opción, aunque mi intención fuese solo ayudar a reparar el daño que causé.

-Ya hablamos de eso. –Lo miré fulminante–. ¿Quieres otro golpe para que entiendas?

Él rechistó soltando una risita

-Solo si quieres que te devuelva el favor. –Respondió retando con provocación. 

Una sonrisa se esbozó en mi rostro. La calidez de esta me hizo sentir vivo y extraño a la vez. Ni siquiera recordaba la última vez que había sonreído tan sincera y tranquilamente.

Preferí no decirle a Noah sobre mi intento de suicidio. Estaba de más, y lo único que ocasionaría era más problemas que preferí evitar para una mejoría en lo que sería nuestra relación amical. Todo seguía igual en cuanto a mi visión sobre esta maldita vida, tampoco es como si hubiera tenido una revelación que me hizo cambiar totalmente de opinión. 

Sabía que Noah no se iría de mi lado en el tiempo que me quedaba. Sin importar cuántos años fueran, y para ser totalmente sincero, esa idea no me agradaba del todo.

 

“SOFÍA”

- ¿Es una broma? ¿Cómo que anónimo? –Escuché la voz de papá al hablar por teléfono desde la cocina. Su tono debatía entre uno sorprendido y preocupado a uno contento y esperanzador–. ¿Pero cómo es eso posible? ¿No dejó ningún nombre o mensaje? –Continuó, llamando mi completa atención y la de mamá.

- ¿Qué está pasando? –Pregunté desde el sofá donde me encontraba junto a mamá.

-No lo sé… –Respondió con voz perdida, algo que para nada ayudó a mi angustia.

-No sé si pueda aceptarlo. No mientras no sepa quién lo hizo. ¿Hay forma de devolverlo? –Pausó un momento para escuchar a la otra persona y después continuó–. Pues bueno... Gracias. 

Papá colgó el teléfono y a los pocos segundos escuché sus inquietantes pasos al acercarse hasta nosotras. 

- ¿Qué fue todo eso? –Cuestioné.

-Ammm… –Dudó contármelo por un segundo–. Pues ni siquiera yo lo sé. –Lo escuché sentarse y continuó–. Me llamaron del hospital para decirme que la deuda había sido pagada por un donador anónimo. 




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