Lo que los ojos no ven

Capítulo 12.

CAPÍTULO 12

“SOFÍA”

-Cariño, Hugo ya llegó. –Mamá apareció en mi habitación para informarme, pero yo ya lo sabía, pues no podía ser otro, ya que Alex estaba junto a mí.

-Iré en un momento. 

-Entonces es oficial, me cambiaste por otro. –Mencionó Alex fingiendo sentimiento. 

-Qué exagerado. –Respondí divertida. 

-Espero que no lo vuelvas tu mejor amigo, también. 

-Eso jamás. –Me levanté de mi asiento y extendí mi mano para encontrar la suya.

-Mucho sentimentalismo. –Se liberó rápidamente de mi mano y lo escuché levantarse–. Supongo que tendré que buscar algo con qué entretenerme ahora que ya no te veré mucho.

-Deberías encontrar novia. –Sugerí divertida, a lo que él rechistó.

-No estoy listo para mucho drama. Prefiero evitarlo por ahora. 

-Claro. 

-Bueno, vete. Tu chofer está esperando. –Informó hincándome con curiosidad.

- ¿Cómo que chofer? –Cuestionó incrédula.

-Sí, tu chofer. Está esperando ahí abajo junto a un… Espera, ¿ese es un Honda city sport? –Inquirió maravillado, y me hubiera encantado ver su expresión de niño que siempre hace cada vez que algo le fascina, lo cual no sucede muy seguido.

- ¿Un qué? –Inquirí. Por un momento me cuestioné cómo es que lo sabía, pero caí en cuenta que estaba observando desde la ventana.

-Un auto, Copello. ¿Sabes lo que es un auto? –Comentó con sarcasmo–. Ese auto salió hace poco y es una maravilla. Y muy caro, por supuesto.

Según lo que me contó Noah, el auto de Hugo quedó inservible. ¿Cómo era posible que tenga un auto nuevo tan pronto? Ah, claro. Me había olvidado que la madre de Hugo intentó pagar a mis padres, por lo que no cabía duda de que tenían mucho dinero. Entonces uní los hilos.

 

“HUGO”

Actualización de estado: Compré un auto.

Y sí, lo hice por la rubia, pero solo porque necesitaba darle todo el apoyo que podía y no tenía auto para ello. El nuevo auto era uno muy reciente. Un Honda city sport de color azul que salió hace poco, que sin ninguna duda alguna lo compré. Después de todo, si compraría un auto debía comprar uno que valiera la pena. 

La rubia salió de su casa portando un bastón blanco para identificar su camino. Así no caería y sería un poco más independiente. Detrás de ella caminaba el mismo pelinegro que me tacleó la última vez que lo vi, asegurándose de que ella no cayera. 

Mi hipótesis sobre si él era su novio era cada vez mayor.

-Hola. –Saludé a la rubia.

- ¿Listo para una mañana ocupada? –Comentó divertida.

Su comentario no ayudaba a mi temperamento. Ni a nada que fuera parte de mí. Inhalé un poco de aire para controlarme.

-Cuídala. –El pelinegro pronunció con severidad y una mirada fulminante que me hizo creer que estaba celoso.

-Lo intentaré. –Respondí sereno y ayudé a la rubia a subirse al auto.

-Pues esfuérzate, porque te las vas a ver conmigo si algo le pasa. 

Rodé los ojos mientras no me veía y solo asentí con la cabeza para contentarlo.

Ambos se despidieron muy tranquilos. Esperaba ver un beso que confirmara mi hipótesis, pero no hubo ni siquiera un acercamiento. Y pensé que, o no eran novios, o estaba enojado con ella. O simplemente no se fiaba de mí por lo que pasó. Avanzamos el camino hacia el hospital donde haría sus pruebas. Y entre el silencio, mi duda no dejaba de molestarme, como una comezón en partes que no se puede rascar en público.

-Ese chico, ¿cómo se llama? –Me detuve un momento para recordar el nombre–. Alex. –Mencioné unos segundos después tras un chasquido de dedos–. ¿Es tu novio? Porque se veía muy celoso –Inquirí incapaz de seguir con la duda.

La franqueza podía llegar a ser algo que me identifique, pero solo en raros casos. Este era uno de esos.

La rubia estalló en una carcajada que me descolocó.

-Él no es mi novio. –Respondió al recobrar el aliento–. No entiendo cómo es que todos piensan lo mismo. 

No lo son, ¿entonces son primos? ¿Amigos? 

-Por lo que se ve. –Formulé.

-Pues es muy estúpido que juzguen algo solo por lo que ven… –Mencionó y acto seguido calló. Como si hubiera tocado un tema delicado, o al menos uno que la sensibilizaba–. Solo somos mejores amigos. ¿Qué acaso nadie cree en la amistad de un hombre y una mujer? –Respondió luego de unos segundos con voz más serena. 

Eso explicaba la confianza. 

-Pues si te soy sincero, la última vez que me relacioné con una mujer, amaneció muy cansada entre mis sábanas. –Sonreí divertido al recordarlo. Pues hacía mucho tiempo desde que pasó. Veinte de marzo. Imposible de olvidarlo porque esa chica sí que sabía cómo complacer a un hombre con sus movimientos.

-Okay. No necesitaba saber eso. –Pronunció arrastrando sus palabras–. No sabía que eras tan promiscuo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.