Lo que los ojos no ven

Capítulo 13.

CAPÍTULO 13

“HUGO”

Estaba condenado con la rubia. Era prácticamente un hecho.

Me intranquilizaba el qué me fuera a pedir. Y demonios, cómo la odiaba por hacerme eso. La suspicacia me estaba matando.

-Por cierto, en unos días saldrá la revista que contiene mi artículo. –Comentó Noah muy alegre hacia la rubia, ambos desde el asiento trasero de mi auto. Ella le había pedido que la acompañara hasta el hospital, ya que yo no era capaz y Noah lo sabía. 

-Pues espero que me lo leas cuando salga. –Respondió la rubia con una sonrisa de oreja a oreja, remarcando su felicidad. 

Ambos conversaban como dos niños en una sala de juegos. Conversaciones absurdas como preguntarse el uno al otro cómo se sienten, o cómo les está yendo, o nuevas noticias que los haga sonreír como dos estúpidos. Las palabras solo salían de sus bocas y yo solo deseaba que se callaran en algún punto, pero ese momento nunca llegó. Y para peor, también me incluyeron en su cotorreo.

-De hecho, Hugo sabe tocar el piano y la guitarra. ¿Verdad Hugo? –Me preguntó Noah, con ese tono irritante que me indicaba que intentaba molestarme. Ni siquiera noté en qué momento empezaron a conversar sobre música. Lo observé por el espejo retrovisor con el ceño fruncido, hablándole únicamente con la mirada. 

- ¿En serio? –Exclamó la rubia con asombro en su expresión facial–. Me gustaría escucharte alguna vez. 

-Lo estás haciendo ahora. 

-No hablo de tu voz, hablo de escucharte tocar la guitarra o el piano. 

-Pues lamento decepcionarte, pero hace mucho que no hago nada de eso. –Respondí con desdén. El tema era más delicado de lo que parecía. 

De niño, papá me enseñó a tocar el piano; practicábamos todas las noches por una hora antes de ir a dormir, durante cinco años con el enorme piano que tenía en una habitación hecha específicamente para él. Mamá nunca estuvo de acuerdo con eso, pero no podía hacer mucho para evitarlo. Años después me enseñó a tocar la guitarra, con la que me obsequió en mi cumpleaños número quince. Una hermosa guitarra de color azul ultramar con estrellas blancas pintadas de diferentes tamaños que simulaban un cielo estrellado. Amaba esa guitarra porque papá la había hecho personalizar por mi película favorita que se estrenó ese mismo año: Interestelar; y cuando papá murió se convirtió en el tesoro más preciado que poseía, pues era el último regalo que me había dado. El mismo que fue destruido por las manos de mi madre cuando discutimos, pocos días después de cumplir los dieciocho. Ese fue el detonante que me obligó a salir de casa para siempre… Después de eso no volví a tener una guitarra propia porque era muy doloroso el recordar aquella destruida. Y no conocía lugares en los que podía practicar para perder la esencia.

-Es una lástima. Deberías volver a hacerlo. –Mencionó la rubia con inocencia en su tono.

Tal vez. Sería cómo una forma de volver a sentir a papá cerca, pero el piano seguía en la casa que juré nunca volver.

 

“SOFÍA”

-Hugo es como un libro de un género completamente desconocido. –Le mencioné a Noah que estaba sentado junto a mí, esperando la llegada del doctor en la habitación. De por sí el ambiente ya era frío como para quedar en un silencio incómodo que lo aumentaba. 

-Sorpresivo y amargo en partes, suave y cálido en otras muy pocas. –Respondió él con un suave resoplido.

- ¿Por qué es así? –Inquirí curiosa por la respuesta.

-Ha pasado por mucho… –Respondió con voz desvanecida, como si intentara evitar hablar del tema.

- ¿Cómo qué?

-No me compete decírtelo. –Comentó en un tono divertido que tranquilamente se podía confundir con uno incómodo–. Es algo de Hugo, y solo él tiene el derecho de divulgarlo.

-Supongo que eso tiene sentido. –Acomodé un mechón de cabello suelto, llevándolo detrás de mi oreja.

La puerta se abrió después de un momento y la voz del doctor se hizo presente para dar inicio a los exámenes que darían paso a un posible tratamiento que me devuelva la visión. Todo se limitaba a la reacción de mis ojos ante todo tipo de pruebas, y a una muestra de mi sangre para examinarla. Después de treinta minutos, el doctor había terminado la cita diciendo que tendría respuestas en los próximos días, lo cual me emocionó demasiado. 

Luego, Hugo dejó a Noah en su trabajo y seguimos con el camino de regreso a mi casa.

- ¿Puedo preguntarte algo? –Pronuncié después de un rato de silencio y procesar la pregunta mucho en mi cabeza.

-Pues ya lo hiciste. –Respondió él con serenidad. 

Tenía razón, pero no era el punto. 

- ¿Por qué pagaste la deuda de mis padres? –Inquirí sin emoción alguna en mi semblante, aunque por dentro me sentía nerviosa por lo que fuera a responder.

- ¿Por qué tanto interés? ¿Por qué no solo lo aceptas y ya? –Se defendió manteniendo calmada su actitud.

- ¿Aún sigues creyendo que eres el culpable de que esté así? –Levanté mis manos para señalar mis ojos, girándome hacia él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.