Lo que los ojos no ven

Capítulo 15.

CAPÍTULO 15

“HUGO”

12 de diciembre de 2016.

Dejó de ser divertido y emocionante el regresar del colegio e ir rápidamente a la habitación de papá para verlo, cuando comprendí que el que estuviera todo el día en cama significaba que estaba más lejos de mi, producto de una enfermedad que se negaban a decirme.

Por primera vez en diecisiete años ingresé temeroso a la habitación de papá, con una enorme sima repleta de miedo y nerviosismo por las palabras de mamá al decirme que tenía que entrar a despedirme de él.

-Papá… –Musité conteniendo mis lágrimas lo más que podía al verlo, pues aquel brillo en sus ojos estaba apagándose y me dolía. Me dolía verlo recostado en aquella cama en contra de su voluntad, ver su piel casi transparente y tan delicada que podía ser lastimado con la más suave de las brisas; me dolía ver las enormes bolsas que colgaban de sus ojos y le hacían ver tan diferente a aquel hombre que se levantaba todos los días con una enorme sonrisa de oreja a oreja.

-Hijo mío. –Pronunció apenas, arrastrando las palabras. 

Me acerqué a él y sostuve su mano, que la tenía extendida a un lado de su cuerpo. Su piel estaba fría y tan delgada como una tela fina, que casi se podía sentir sus huesos con claridad. 

- ¿Cómo estás? –Le pregunté mientras sujetaba suavemente su mano y le compartía parte de la calidez de mi cuerpo.

-De maravilla. –Sonrió dirigiendo su mirada hacia el techo–. Creo que hoy será un gran día.

-Yo no diría eso exactamente.

- ¿Puedes tocar algo para mí? –Soslayó.

Sabía a lo que se refería y me daba pavor que él me lo dijera, que lo escuchara de su propia boca, aunque estaba allí para despedirme de él.

-Traeré mi guitarra. –Le respondí con suavidad y salí de allí para hacerlo.

Regresé y me acomodé junto a papá, en su cama. Apoyé mi guitarra y empecé a tocar una canción que mi corazón sintió que era la mejor. En el momento justo, el lugar indicado y específicamente para la persona adecuada. Aquella era mi versión de “All I Ask” de Adele. 

Empecé a cantar desde lo más profundo de mis sentimientos, hurgando en todo aquello que nunca le dije y todo lo que nunca más podré decirle. Canté aferrándome a los recuerdos que quedarían de él, mientras inhóspitamente asimilaba la idea de no volver a verlo, pero no pude. El dolor era mayor, era tan grande que dolía retenerlo... Canté mientras las lágrimas salían de mis ojos sin resistencia alguna. Canté a pesar del nudo en mi garganta ante el dolor. Canté y oculté mis gritos de dolor entre la letra de la canción. Canté como si mi vida dependiera de ello, como si fuera la última vez que lo haría, y de alguna manera despiadada, la vida se encargó de que así fuera. 

-Eso fue realmente hermoso. –Comentó papá al terminar. Una lágrima caía por la parte lateral de su cara, así que extendí mi mano y la limpié con mi dedo índice, pues verlo llorar solo aumentaba el dolor en mi corazón.

Yo no dije nada. Simplemente callé y él lo comprendió. Calló por un momento y alzó su vista hacia mí, atrayendo fuerza y resistencia solo para pronunciar sus últimas palabras.

-Prométeme que vas a seguir el camino que tú elijas y que vas a cumplir tus sueños sin importar qué, ni quién… –Se vio interrumpido por un ataque de tos, y al cabo de un momento se recompuso–. Estoy tan orgulloso de ti, y no tengo duda alguna de que te convertirás en un buen hombre y una excelente persona, sin importar que tipo de música escuches. –Terminó sus palabras con un tono divertido para no hacer de ese momento uno tan deprimente. Incluso en los peores momentos, siempre intentaba ser gracioso–. Cuida a tu hermano.

-Te lo prometo… –Musité sintiendo lo que significaba. 

Él cerró los ojos con una suave y débil sonrisa en su rostro, sin decir nada más.

-Papá… –Dije, pero no obtuve respuesta. Entonces lo supe. Mi corazón se aceleró al saberlo. Mi cuerpo se vio invadido de un escalofrío al saberlo. Mi mente quedó devastada al saberlo. Todo en mí quedó completamente destruido.

Rompí en llanto sin contenerme. Sin titubear. Sin aguantar los gritos en mi interior. Simplemente lloré para desahogarme de lo inevitable e irreversible. Lloré, lloré y lloré.

 




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