Lo que los ojos no ven

Capítulo 16.

CAPÍTULO 16

“HUGO”

29 de Julio, 2022.

Luego de la muerte de papá, mi principal problema siempre fueron las relaciones, ya sean amicales o sentimentales, nunca fui bueno en eso. Con Sofía se sentía como una lucha, como si fuera personal y debía demostrarle que era bueno en todo lo que me proponía. Era estúpido, pero luego de volver a tocar el piano de papá se sentía diferente, dejó de volverse algo que hacía en contra de mi voluntad para convertirse en algo que me costaba, pero quería hacerlo.

El día anterior, luego de dejar a la rubia en su casa y regresar a la mía, Noah no dijo nada sobre lo que pasó en el hospital, pues según sus palabras, era algo que le había jurado a Sofía que no comentaría hasta que ella lo hiciese antes. Me parecía estúpido, pero basado en que tampoco le dijo sobre lo mío a ella, no tuve otra opción que aceptarlo. Aunque la suspicacia sobre lo que le pasó me estaba matando.

Aquel último viernes de julio, cuando salí de casa e informé a Noah que iba por la rubia, este me mostró una mirada opacada sin decir nada. Preferí no preguntar y no darle mucha importancia, pues era bien sabido que Noah tendía a ser muy dramático. No lo comprendí hasta que llegué a la casa de la rubia y su madre me abrió la puerta con pena en su expresión.

-No hablaste con Sofía, ¿verdad? –Indicó la mujer frente a mí, ladeando un poco la cabeza para apoyarla en la puerta.

-No. –Respondí frunciendo ligeramente el ceño por la confusión.

La mujer me invitó a pasar a su casa mientras llamaba a su hija. Me sentó en el sofá en contra de mi voluntad y desapareció de mi campo de visión hacia las escaleras. La casa era muy modesta, pero perfectamente ordenada. Resultaba acogedora, aunque demasiado para mi gusto, por lo que me hacía sentir un poco incómodo. La sensación de que los muebles de la casa me estaban vigilando era realmente aterradora.

Di un vistazo hacia las escaleras, esperando ver bajar a la mujer junto a su hija, pero solo bajó ella.

-No se siente de ánimo para bajar. –Informó la mujer mostrándose apenada mientras colocaba suavemente sus manos sobre su vientre–. Pero puedes subir si quieres. –Indicó señalando las escaleras junto a la puerta principal. ¿Qué tan razonable era el dejar subir a un chico casi desconocido a la habitación de su hija? Supuse que tenía plena confianza en su hija, a pesar de su estado.

Dudé un momento, pues no me parecía tan necesario y todo un fastidio, pero dejé de pensar un momento en mí y acepté. Maldiciéndome en el camino mientras la mujer me guiaba.

Me preguntaba qué tan raro le parecía a esa mujer que alguien al que no conocía más allá de una mirada, recogiese a su hija para trasladarla de un lugar a otro. Qué tanto le había dicho su hija, y qué tanto aceptaba de una extraña relación al que ni siquiera podía ponerle nombre porque no pasaba más allá de dos desconocidos que hacían un terrible esfuerzo en intentar conocerse el uno al otro.

-Puedes entrar. –Indicó suavemente la mujer al llegar a una puerta de madera clara, que estaba casi abierta del todo.

Asentí con la cabeza e ingresé perezoso y temeroso al mismo tiempo.

Observé minucioso mientras ingresaba. La habitación no era demasiado grande, pero estaba mejor arreglada de lo que imaginé. Las paredes estaban pintadas de un color perla y eran   decoradas con algunas fotos de lo que supuse que era ella en su niñez junto a unas cuantas fotos de Shawn Mendes y un poster grande de Coldplay con ilustraciones de los rostros de cada integrante. Divisé a la rubia recostada en su cama en posición fetal hacia la pared que estaba junto a la ventana, y donde colgaba una cortina de luces con forma de mariposas. 

La parte trasera del cuerpo de la rubia estaba expuesta hacia mí. Su cuerpo parecía más curvilíneo en esa posición, lo cual me pareció divertido porque se veía menos plana de lo que realmente era, y siendo sincero, no se veían nada mal.

Relamí mis labios por inercia y hablé.

-Me dijeron que no te sientes con ánimos. –Pronuncié con suavidad.

- ¿Ah? ¿Hugo? –Cuestionó confundida moviéndose en su cama para voltearse rápidamente hacia mí– ¿Qué haces aquí? ¿Mi mamá te dejó entrar? 

-Creo que le agrado. –Respondí invadiéndome con un poco del ego que me sobraba por momentos–. Supongo que nadie se resiste a mi bello rostro.

-Alguien si lo hace. –Respondió serena–. Alguien que no puede ver tu rostro, ni podrá verlo nunca. –Indicó la rubia con un tono pasmoso que me resultó impactante.

- ¿De qué hablas? 

-El doctor dijo que no había forma de poder volver a ver. –Pronunció casi en susurro mientras agachaba la cabeza para evitar mostrarse triste.

-Por eso estabas tan apagada. –Respondí sin mostrar ningún tipo de sentimiento, ni siquiera con mi voz. Su confesión resultaba increíble y estúpidamente impactante. Me odié por un momento al sentir tristeza por ello, pero sentirme así no tenía sentido–. Ni modo, la vida sigue. –Pronuncié con un estúpido tono apático que se me salió por inercia. No lo pude evitar.

-Lo sé. –Respondió ella asintiendo con suavidad.

Jamás podré justificar mis acciones, y mucho menos encontrarles sentido a mis decisiones. Divagué rápidamente en mi cabeza lo que tenía planeado decir, y lo que alguna vez creí difícil, en aquel momento solo fluyó.




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