Lo que los ojos no ven

Capítulo 17.

CAPÍTULO 17

“SOFÍA”

- ¿Eres virgen? –Formuló Hugo, causando asombro en mi ser. Me giré rápidamente hacia él y fruncí el entrecejo para mostrarle que esa pregunta era demasiado personal e incómoda.

-Eres un idiota si crees que voy a responderte eso. –Refuté. Su pregunta no solo incomodaba, sino que también me enojaba un poco, pues hablar con él sobre mi sexualidad no era lo que más quisiera hacer; de hecho, sería lo último que quisiera hacer en la vida.

-Callar también es una respuesta. –Respondió sereno y el fétido olor del tabaco en el cigarrillo que estaba fumando ahogó mis pulmones.

-Tómalo como quieras. –Me defendí con desdén, a lo que él respondió con otra burla. Definitivamente un completo estúpido.

Caminar junto a Hugo hasta la casa de Alma no había sido la mejor de mis ideas. Realmente era todo un fastidio con sus comentarios tan estúpidos que solo hacían más fuerte mi arrepentimiento. Por suerte, según él ya no faltaba tanto para llegar.

- ¿Te puedo preguntar algo? –Mencioné solo para avisarle, pues en realidad no me importaba si aceptaba o no.

-Solo si es una pregunta inteligente. –Respondió, y lo escuché soltar un poco del humo de su cigarrillo.

- ¿Cómo es una pregunta inteligente? –Inquirí frunciendo el entrecejo, a lo que él soltó una risita divertida.

-Solo haz la pregunta antes de que me arrepienta. –El suave sonido del cigarro al quemarse me indicó que Hugo le daba otra calada.

- ¿Por qué fumas? 

- ¿Por qué no hacerlo? –Respondió después de esparcir un poco del humo que no paraba de ahogarme.

-Porque disminuye la salud de las personas. Daña casi todos los órganos del cuerpo. Perjudica a los dientes. Produce canas a temprana edad y caída del cabello, pero lo más importante y por lo que deberías dejar de hacerlo, es porque aumenta el riesgo a muchos tipos de cáncer.

- ¿Hablaste con Noah sobre mí? –Respondió con un tono de resignación que me encogió el corazón.

-No todo gira en torno a ti, ¿sabes? 

Hugo hizo un sonido con su pie, lo que yo supuse que apagaba el cigarrillo, pues el humo había secado y desaparecido por completo. 

-Eres tan tierna cuando piensas que no es así, pero la realidad es que desde que se enteró lo del cáncer, con Noah todo gira en torno a mis malas decisiones. –Mencionó el chico con suavidad en su tono. Soltó un resoplido cansado y continuó–. Y solo para que te enteres, este es mi primer cigarrillo desde que le prometí no volver a fumar.

- ¿Y por qué volviste a hacerlo justo hoy? –Cuestioné curiosa mientras me mordía el labio inferior y esperaba su respuesta.

-Cosas de adultos, no lo entenderías.

-Pues si es cosa tuya, entonces no es de adultos. –Cohibí, a lo que el rio divertido. 

-Está bien, tú ganas. Solo porque me hiciste reír. –Soltó un profundo suspiro–. Fumo porque solo así puedo soportar el dolor de esta horrible y tormentosa vida. –Me respondió de la forma más tranquila y extraña posible.

-Tal vez solo necesitas un cambio de perspectiva para darte cuenta que la vida no es tan mala como aparenta. Y no necesitas fumar para eso.

-Tal vez, pero mientras tanto… Llegamos a tu destino. –Se defendió soslayando mi comentario sin ganas de hablar sobre ello–. Ahí viene tu amiga.

-Hola. –Saludó Alma, tan amable y amistosa como siempre.

-Cuidado, que muerde. –Habló Hugo refiriéndose estúpidamente a mí.

-Estúpido. –Le espeté–. Ya te puedes ir. 

Él rechistó.

-No, creo que no haré eso.

- ¿Por qué?

-Porque tú no me das órdenes.

-Qué inmaduro eres.

-Pues este inmaduro se quedará sentado aquí hasta que se canse de hacerlo.

-Haz lo que quieras. 

-Uy, así que caso. –Mencionó con cansancio–. Mejor me voy.

-Eres un idiota. Lo sabes, ¿verdad?

-Me lo has dicho tan seguido que empiezo a creérmelo.

Lo escuché irse mientras Alma me dirigía hasta dentro de su casa.

-Lo imaginaba diferente. –Comentó mientras nos sentábamos en su sofá.

- ¿Cómo?

-Pues según lo que me has contado, creí que era uno de esos chicos que solo usan ropa negra y tienen piercings en la cara. Aunque si fuma, es grosero y muy pedante.

No conocía el aspecto de Hugo más allá de saber que era castaño, pues solo llegué a ver eso el día del accidente. Y la verdad, sí me gustaría saber cómo era físicamente, aunque eso no cambiaría nada respecto a su comportamiento.

-Qué prejuiciosa eres. –Comenté divertida–. Hugo tiene momentos buenos, como los tiene malos, en exceso. Solo es cuestión de comprender el porqué de su actuar, y aunque a veces resulte difícil, caes en cuenta que ha pasado por mucho en su vida y eso lo llevó a dejar de creer en la felicidad, pero eso no lo convierte en una mala persona. Solo necesita de alguien que le demuestre lo equivocado que está sobre su percepción de la vida. –Terminé con un tono suave acompañado de un suspiro suave que ni siquiera noté.

-Oh por Dios. ¡Te gusta! –Afirmó Alma con emoción, junto a mí. Llevó sus manos hacia mi estómago y las movió en son de hacerme cosquillas.

- ¿Qué? ¡No! –Refuté, liberándome de sus cosquillas–. No seas tonta, solo llevamos un par de semanas conociéndonos a duras penas. Es un completo estúpido. Además, no puedo enamorarme de él. –Terminé de hablar casi en susurro. Sentí mi corazón encogerse por melancolía

-Sí, sí. Como tú digas. –Comentó divertida, con un toque de presunción que no pude ignorar–. Solo recuerda que nunca se termina de conocer a las personas.

Era extraño, pero pensar que el tiempo de Hugo estaba contado se sentía triste y abrumador. No tener el control o completo conocimiento de la vida puede resultar frustrante cuando has sufrido suficiente y solo llega más dolor a tu vida. No me imaginaba lo que sentía Hugo, o qué pasaba por su cabeza, y la simple idea solo daba señales a la manifestación de una realidad que tanto temía y rogaba para que ese sentimiento en mi pecho solo sea efímero.




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