Lo que los ojos no ven

Capítulo 18.

CAPÍTULO 18

“HUGO”

Salí de mi habitación al sentir la boca seca. Me dirigí hacia la cocina, pero mi trayecto se vio interrumpido ante el repentino llamado de alguien a la puerta.

-Dijiste pronto, y aquí estoy. –Saludo la castaña apoyada con su hombro en el marco de la puerta cuando la abrí. Levantó sus manos ligeramente para mostrar que sostenía una botella de vino.

-Pasa. –Le indiqué para luego cerrar la puerta–. ¡Noah! –Grité para llamar al rubio–. ¡Alguien vino a visitarte!

- ¿Cómo sabes que vine a visitarlo a él y no a ti? –Comentó Nicole con una sonrisa divertida dibujada en su rostro.

-Porque si hubieras venido por mí habrías traído cerveza en vez de vino. –Seguí con mi camino hacia la cocina, pues no soportaba tener la boca seca.

-Lo veo y no lo creo. Es mi prima favorita. –Apareció Noah vistiendo pijama a pesar de que aún no anochecía por completo. 

- ¿Por qué estás en pijama tan temprano? –Cuestioné tras dar un trago del líquido de mi vaso y juzgarlo con la mirada, pero no obtuve respuesta alguna. Nicole sonrió contenta mientras dejaba la botella de vino a un lado para acercarse y abrazar a su primo.

-Ay, por Dios. Cómo extrañé darte un abrazo. –Comentó con suavidad.

 Ambos se dieron un caluroso abrazo que solo ocasionó que me incomodara, se sentía extraño volver a verlos juntos frente a mí…

La primera vez que vi a Nicol fue gracias a Noah, que me invitó a una de las reuniones familiares que organizaron sus tíos aquí en Lima. Para ese entonces, Noah había regresado de su viaje sin su padre, pues el hombre había decidido quedarse a vivir en México, por lo que compartimos apartamento y empezamos a vivir juntos en lo que él iba a la universidad antes de su beca en Madrid.

Nicole fue la que se acercó a mí, y empezamos a platicar. Realmente era muy divertida, empática, cálida y comprensiva. Su compañía hizo que la carga de lo que acababa de pasar con mi madre se sintiera menos pesada. Luego de esa noche seguimos en contacto. Conversábamos tanto que solo fue cuestión de tiempo para empezar a notar que ambos sentíamos lo mismo. Eventualmente iniciamos una relación, y por tres años tuve los momentos más felices de mi vida. Sentí conocer el amor y tuve esperanzas en que todo iba a estar bien, pero pasaron los meses y algo cambió. Yo cambié. Y lo arruiné todo. Pese al apoyo que ella me daba y la seguridad que me hacía sentir, nada impidió que la sombra que me atormentaba me sumerja en un hoyo de mal humor, vicios y comportamientos compulsivos que no podía controlar.

Terminamos un año después de que Noah se mudó al otro lado del mundo por su beca. Y siendo completamente honesto, que termináramos había sido lo más sano para ella, pues acepté que estaba mal. Lo comprendí cuando noté que mi tristeza se convertía en enojo ante cada pequeña cosa que salía mal.

Lo único que me molestó fue que se alejara sin decir adiós. Me llevó meses comprender que aquello fue lo mejor, pero me llevó más tiempo quitarla de mi cabeza y de mi corazón, dejando así solo el dolor que incrementó ante su alejamiento. Lo cual ocasionó que empezara a buscar relaciones sin importancia, sin sentimientos de por medio, solo para que me ayudaran a adormecer ese dolor, en lugar de buscar la felicidad.

-Definitivamente los mensajes no se comparan a los abrazos. –Agregó Nicole sin soltar a su primo.

Dejé el vaso en el fregadero y encaminé hacia mi habitación para dejarlos solos y que hablen.

- ¿A dónde crees que vas? –Inquirió Nicole.

-Tengo una cita en el baño con mi entrepierna. –Me detuve para hacer un ademán con la mano.

-Eso es asqueroso. 

-Tú querías saber. –Respondí jocoso y giré sobre mi eje para continuar con mi camino.

-Tu entrepierna puede esperar. –Nicole habló de mí repentinamente, devolviéndome hacia la sala de estar.

Santo cielo, aún seguía la misma de siempre.

-Que haya venido por mi primo no significa que no pueda pasar tiempo con su mejor amigo. –Levantó la botella de vino con una sonrisa alegre–. Además, tú y yo sabemos que Noah solo aguanta dos copas. 

-Perdón si no soy un bebedor compulsivo como ustedes. –Se defendió el rubio acercándose a la cocina para luego regresar con tres vasos en las manos–. Algunos tenemos trabajo qué hacer y no tenemos tiempo para beber.

-Pues créeme cuando te digo que si sigues así te vas a arrepentir de no haber disfrutado tu juventud. 

 

“SOFÍA”

-Elevó la comisura de sus labios mientras sentía cómo crecía el rubor en sus mejillas… 

En los últimos días, el recuerdo de Hugo confesándome que tenía cáncer terminal no dejaba de rondar en mi cabeza. Hora tras hora me preguntaba cómo podía mantenerse, cómo podía seguir caminando sin el apoyo incondicional de alguien. Era tan áspero y agrio que nadie podría soportar ese tipo de persona, pero yo sabía que no era totalmente así en el fondo. Aunque puede ser que solo fuera la percepción positiva que tenía en todo.  

- ¡Oye! ¿Me estás escuchando? –Se quejó Alma, a quien había olvidado que estaba en mi habitación, por divagar en mis pensamientos.

-Oh, sí. Perdóname. –Me disculpé al notar que había dejado de prestar atención a lo que estaba leyendo para mí. 

- ¿En qué tanto piensas? ¿En Hugo?

Alma había acertado, pero tenía planeado hacérselo saber.

- ¿Qué sabes sobre el tratamiento que deben seguir las personas que tienen cáncer terminal? –Inquirí con suavidad.

-No sé mucho del tema, pero según tengo entendido no hay nada que se pueda hacer. Y es solo cuestión de meses, semanas o incluso horas para… Ya sabes. Morir.

-Lo supuse. –Solté un resoplido. 

- ¿Por qué? ¿Qué es lo que te preocupa?

-Hugo tiene cáncer terminal. –Mencioné casi en susurro.

-Oh, wow. –Dijo–. Para empezar, sabía que estaba pensando en ese chico. Y segundo, en serio lo lamento. No me imagino lo que debe estar sintiendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.