Lo que los ojos no ven

Capítulo 21.

CAPÍTULO 21

“HUGO”

El lóbrego sentimiento que infringía aquel hospital empezaba a sentirse extrañamente nostálgico. La frialdad del ambiente ponía mis nervios de punta, el ver pasar a paciente tras paciente llenos de histeria solo me irritaba, el bullicio en todo el ambiente era estúpidamente atroz para mis oídos y el olor a desinfectante y limpiador solo aumentaban las náuseas reflejadas en mi débil estómago. Donde sea que mirase o dirigiese mi atención, siempre encontraba algo del cual sentirme incómodo o asqueado, lo cual incentivaba a la parte más cobarde de mí a salir de ahí arrepentido y desesperanzado.

- ¿Te confieso algo? –Mencionó Noah interrumpiendo mi enfrentamiento con mi masoquista percepción del ambiente.

-Mientras no me digas que estás enamorado de mí. –Mencioné con sorna.

-Aunque lo estuviera, sé que no sería correspondido, ya que tú estás enamorado de…

-Solo di lo que tienes que decir. –Lo interrumpí antes de que terminara su enunciado. La incomodidad de la sola idea hacía que me revuelva en mi asiento y me crucé de brazos tensando mi cuerpo.

Noah soltó una risa divertida.

-Mejor olvídalo.

-Puedes confesarme que eres gay. No te voy a juzgar. A pesar de todo, soy de mente abierta.

-No soy gay. –Refutó el rubio volcando los ojos.

-Tranquilo, no te acobardes. Puedes confesarlo. –Insistí.

-No hables de cobardes, que puedes salir perjudicado. –Se defendió imitando mi sorna.

-Touché. 

Noah podría haber tenido razón, pero no hay nada más complicado con lo cual lidiar que con las cosas del corazón. El amor es un sentimiento tan maldito que te obliga a hacer cosas que no quieres y te hace tan suave que terminas siendo lastimado hasta por las más suaves de las caricias. Y al no querer eso podría parecer un cobarde ante los ojos de cualquiera como Noah, pero no podía darme el lujo de ser lastimado, y mucho menos podía darme el lujo de lastimar a alguien por la que mi corazón se encogía cada vez que pensaba en ella. Sofía ya había sufrido mucho como para integrarme a su corazón y ocasionar un nuevo dolor en su vida. Ya tuvo suficiente sin mí y le iría mejor siguiendo así.

- ¿Quién es el siguiente paciente? –Escuché que dijo el doctor a la enfermera cuando esta abrió la puerta del consultorio, pero yo lo escuchaba más como un “¿Quién es el siguiente puto cobarde?”. Estúpidamente, quería levantar la mano y decir eufóricamente: “Yo”, pero eso jamás pasaría porque el miedo era quien estaba tomando control de mí, además de que sería ridículo y Noah se burlaría hasta el día de su muerte.

-Hugo Adams. –Pronunció una voz femenina que me resultó irritante.

- ¿Listo? –Preguntó Noah poniendo su mano sobre mi rodilla derecha.

-Obviamente no. –Hice un mohín y levanté mi temerosa mirada, encontrándome con la reconfortante y profundamente azul de mi amigo. Si hablamos de esperanzas, Noah era el que más derrocha de ello. Y de alguna manera despiadada me sentí esperanzado. Me sentí capaz de poder con todo y lo aceptara o no, Sofía era la responsable de todo. Sí, Sofía. 

Respiré hondo y di un profundo resoplido para levantarme.

-Prométeme algo. –Mencioné al estar de pie con la mirada hacia el frente–. Pase lo que pase, nada cambiará en el trato.

-No pertenezco a ese trato. –Expresó él.

Tenía razón. Tenía la completa razón y eso me daba pavor.

 

“SOFÍA”

- ¿Qué pasa entre tú y Hugo? –Inquirió el pelinegro junto a mí.

La respuesta era más complicada de lo que creía. No éramos amigos, ni desconocidos, pero sentía que lo conocía lo suficiente como para percibir un sentimiento recíproco. Un sentimiento que se balanceaba entre la tensión y la comodidad. Absolutamente confuso y nada suficientemente fuerte como para darle sentido a lo que sentíamos. Ninguno de los dos era lo suficientemente valiente para ello y caímos en un juego en el que se vive para olvidar, entre intentarlo y no hacerse daño. Convirtiéndonos así en todo, y nada a la vez.  

-Mucho. Y nada a la vez, creo. –Musité con pena lo que significa; que, aunque quisiera, nada podía pasar nada entre nosotros.

- ¿Qué es lo que sientes tú por él? 

-No lo sé… 

-Vamos, no te hagas la tonta. Todos nos movemos por un sentimiento. ¿Qué es lo que te mueve a ayudarlo? ¿Miedo, tristeza, amor, ilusión, felicidad? ¿Qué?

-Un poco de todo. –Sonreí ligeramente con tal suavidad que me dio un cosquilleo en el estómago–. Pero el mayor de los sentimientos es cariño. -Confesé

- ¿Y qué es lo que crees que él siente por ti? 

-Tú escuchaste lo que dijo aquella noche.

-Sí. Lo escuché, pero no tuvo el mismo efecto en mí, como lo pudo tener en ti. Yo solo escuché a un borracho decir estupideces y que para mí no tenían ni el más mínimo sentido, pero ¿qué hay de ti? ¿Qué es lo que sentiste?

-Sinceridad. Miedo. –Di una bocanada de aire–. Sentí que Hugo estaba siendo sincero, pero al mismo tiempo tenía miedo de ello. Por eso me aleja de él, porque de una manera tan tonta intenta protegerme de él mismo.

- ¿Y qué piensas hacer al respecto?

- ¿Alguna vez me he rendido?

Él generó una risa divertida.

- ¿Recuerdas cuando estábamos empezando la primaria y te faltaba un punto para tener la calificación máxima en matemáticas? –Yo asentí con una sonrisa divertida en mi rostro, y él continuó–. Estuviste persiguiendo al profesor durante horas para que te dejara hacer un proyecto que subiera tu calificación.




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