Lo que los ojos no ven

Capítulo 22

CAPÍTULO 22

“HUGO”

Durante una hora y media estuve sentado sobre un sofá inquietantemente incómodo, recibiendo en mis venas el líquido de una bolsa colgada en una máquina extraña junto a mí. Claro que me explicaron lo que era, pero siendo totalmente honesto, me importó un carajo lo que era. Simplemente la acepté.

Noah no se había movido para nada de su lugar frente a mí durante la hora que pasó. Solo leía un libro mientras yo hacía mi mayor esfuerzo en no irritarme ante la espera.

- ¿Cómo te sientes? –Inquirió el rubio sentado frente a mí.

Por alguna inexplicable razón, no sabía cómo sentirme. No sabía si debía sentirme enojado por no permitirme sentir el dolor, o sentirme contento de permitirme sanar. No sabía qué carajos pasaba conmigo, aunque realmente nunca supe lo que pasaba conmigo mismo. Eso simplemente me hacía ruido, y esa era precisamente la causa de tanto dolor en mí. Tenía la habilidad de huir de mis propios pensamientos porque no sabía dónde me dolía exactamente. 

-Extraño. –Confesé, y él solo soltó una risita suave y temerosa.

-Eres muy valiente.

-Yo no diría eso. 

-Tal vez no lo eras hace un par de días, pero te atreviste a hacer algo sin saber lo que pasaría. Y justamente ese es el paso más grande de valentía que alguien puede dar para volver a tener un propósito.

-No se siente así.

-Nada surge de la noche a la mañana. Ni siquiera las tormentas.

Yo callé. Callé porque quería hacerlo, no, realmente callé porque debía hacerlo.

-El cabello se te va a caer. –Comentó con sorna, y solo cuando levanté la mirada fue cuando vi un brillo en sus ojos que se asemejaba a la esperanza dentro de él.

-No le daré ese gusto al cáncer. –Oculté una sonrisa.

-Por cierto, hablando de eso…

-Tenías que arruinarlo. –Volqué los ojos y dirigí mi mirada lejos de él. 

- ¿Se lo vas a decir a tu hermano? –Cuestionó, atrayendo mi mirada rápidamente hacia él, como si de un imán se tratase.

-Eso no pasará. Él no tiene que enterarse.

-Es tu hermano. 

-Y por esa misma razón es que no debe saberlo. –Espeté rápidamente–. Ya vio sufrir a papá cuando batalló contra su enfermedad, lo que menos quiero es que me tenga compasión al verme batallar con esta estúpida enfermedad. Además, no soy capaz de verlo a la cara después de faltar a mi promesa. Entre otras cosas.

Noah no dijo nada, solo optó por asentir con la cabeza. Y aunque a veces podía ser estúpidamente insoportable al cuestionarme, sabía que podía llegar a ser razonable.

-Algún deberías decirle la verdad sobre tu padre. 

-Algún día, pero no pronto.

 

“SOFÍA”

Alex tocó la puerta dos veces y a los pocos minutos esta se abrió. La voz suave y encantadora de Noah llegó a mis oídos, saludándome.

-Hola.  -Lo saludé al estar adentro y despedirme de Alex.

- ¿Qué haces aquí? –El aciago tono de Hugo se hizo presente de pronto.

-Vine a ver a Noah, por supuesto. -Respondí retante. 

-Eh, lo siento. Voy de salida. -Habló el chico.

Casi pude sentir la burla silenciosa de Hugo.

-Está bien. Vine para saber cómo estás. -Le respondí a Hugo.

-Pues estoy bien. Ahora ya te puedes ir. 

-Me tengo que ir, lo siento. Volveré en una hora. -Pronunció Noah muy apresurado a juzgar por el tono en el que habló. 

- ¿Qué hay de ella? -Objetó el aciago chico, pero no obtuvo respuesta.

-No soy una niña a la que deben cuidar por todo. Sé cuidarme sola a pesar de tus prejuicios de antihéroe.

-Como tú digas.

Se silenció y estúpidamente yo hice lo mismo por los siguientes minutos, en los que me ahogaba entre las palabras que quería decir y temía cómo iba a reaccionar. Él no era el del problema, si no yo, que a pesar de todo lo aciago y grosero que era, seguía allí esforzándome en hacer algo que probablemente tenía cero por ciento de posibilidades de hacerse realidad. Solo sabía que mi corazón se sentía inquietantemente preocupado por él.

-Perdón si te sofoco. -Mencioné tras la enorme sima de silencio incómodo que se había formado. Me senté en el sofá, buscando la comodidad que tanto necesitaba en ese momento, y frente a mí escuché el sonido de Hugo al sentarse. No dijo nada, pero casi pude escucharlo volcar los ojos con la misma actitud aciaga de siempre, misma que me hizo cuestionarme e inhóspitamente me atrajo hacia él, integrándome en un juego perverso que no estaba dispuesta a perder.

- ¿Qué es lo que realmente haces aquí? -Cuestionó cansado; como si hubiera estado esperando esa respuesta por mucho tiempo y se cuestionaba día a día hasta empezar a resignarse en obtenerla.

- ¿Es tan difícil aceptar que alguien que no sea tu amigo pueda sentir interés en saber cómo estás?

-Pues basado en mi experiencia, sí.

- ¿Sabes cuál es tu problema? El pasado. Estás tan empeñado con él que te impide avanzar hacia un futuro prometedor, que estoy segura, puedes hacerlo.

Hugo soltó una risita cínica, lo cual me molestó, pero no tanto como para descolocarme.

-Tal vez no lo parezca, pero sanarás; y no hablo del cáncer, hablo en general. Hablo de que soltarás aquella carga que tanto dolor te causa y volverás a ser tú. Tendrás tu final feliz.

-No existen los finales felices. -Interfirió-. El único final que existe es la muerte, y créeme que cuando te digo que no es para nada feliz.

Era realmente terrible el presenciar a alguien ver la vida como si de un infierno se tratase. Tal vez la vida no era un cuento de hadas, pero no podíamos esperar a que lo sea para poder ser felices.

-Conozco el sentimiento que deja la muerte al llevarse a alguien que amas. -Pronuncié sonriendo con pena. Mi pecho se encogió con suavidad al recordar a mi hermano y el dolor que eso causaba..




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