Lo que los ojos no ven

Capítulo 23.

CAPÍTULO 23

“HUGO”

-Hola. -Saludó Nicol al momento en que abrí la puerta. 

-Noah no está. -Comenté rápidamente.

-No vine a ver a Noah. Vive a verte a ti, porque tenemos que hablar.

Carajo.

-Hablas como si tuviéramos algo de qué hablar, pero por más que rebusco en mis pensamientos no encuentro nada por el cual deberíamos hacerlo. -Espeté con desdén, pues no quería hablar sobre lo que pasó, porque ni siquiera quería hablar conmigo mismo sobre lo que pasó. 

-Por Dios, Hugo. No es tan difícil. -Espetó empujándome hacia un lado de la puerta  para ingresar. Tan ruda como cuando me moría por ella.

Volqué los ojos completamente escéptico, cerré la puerta y seguí a la castaña hacia dentro.

- ¿Por qué no solo hacemos como si eso nunca hubiera pasado? Y pensándolo bien, realmente nunca pasó nada. -Me crucé de brazos relajando mi espalda mientras dirigía el punto de mi mirada hacia sus profundos ojos. Podía mirarla sin temor al efecto de ésta o sin titubear, podía mantenerme firme y no fallar en el intento. Podía acercarme a ella y quedarme a milímetros de su piel sin temblar ni ansiar tocarla. Podía, porque el sentimiento que una vez tuve hacia ella se veía opacado por uno más fuerte que me negaba a aceptar y ansiaba olvidar.

-Es ahí el problema. -Comentó retante-. ¿Por qué me hiciste creer que podía pasar algo y luego simplemente dejarme completamente confundida? ¿Qué? ¿Es tu forma de vengarte?

-Es más complicado de lo que crees. -Liberé mis brazos soltándolos con suavidad mientras me sentaba en el sofá frente a ella.

-Pues descomplícalo, porque no he vuelto a armar un rompecabezas desde que tu y yo terminamos. -Enunció con un tono muy molesto que me sorprendió en ella.

Intenté gesticular una palabra, pero el sonido de la puerta me interrumpió.

Giré mi cabeza hacia la entrada y vi a Noah ingresar junto a aquella chica que me molestaba tener impregnada en mi corazón. Sofía. 

-Oh, Nicol. -Comentó Noah con un ligero tono de sorpresa e incomodidad que intentó ocultar con una sonrisa, pero que seguramente la rubia notó. 

-Hola primo. -Saludó-. ¿Quién es ella? ¿No me digas que por fin encontraste a tu alma gemela?

-Ah, sí. -Interrumpí-. Bebé, ella es Sofía. -Pronuncié levantándome rápidamente de mi asiento, sin intención de querer perder un solo segundo de esta oportunidad de oro por incomodar a Sofía y alejarla de una vez por todas-. Sofía, ella es Nicol. Mi novia. -Mordí el interior de mi mejilla sintiendo la incomodidad en el ambiente e intentando evitar las únicas dos miradas que podía descubrirme. Un pequeño silencio se generó y no pude evitar las miradas atentas, e inhóspitamente esperaba ver el rostro de incomodidad de la rubia, pero en cambio recibí la cara de desconcierto de Noah y la más involucrada, Nicole; quién no dejaba de mirarme no solo con desconcierto, pues le sumaba la rabia y la impotencia de lo críptico que resultaban mis actos.

-Hola. -Gesticuló la rubia con suavidad. Su rostro se veía ligeramente más rosa de lo normal, por lo que intuí que la incomodidad había llegado a ella.

-Hola Sofía. -Se acercó Nicol a ella extendiéndole la mano, sin dejar de mostrar su desconcierto rostro ante mis palabras.

-Ella no puede ver. -Mencionó Noah al ver a su prima extenderle la mano a Sofía.

-Oh, perdón.

-No hay problema. -Musitó la rubia con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante.

Estúpidamente me sentí mal por aquella escena, cuando lo que realmente quería era sentirme feliz de aquella incomodidad reflejada en aquella chica que me moría por besar y al mismo tiempo moría por alejarla de mí por su seguridad.

-Creo que ya debo irme. -Comentó la rubia hacia Noah en un intento desesperado de huir lo más rápido posible sin hacerse notar que estaba incómoda.

-Claro. Yo te llevo… Hugo, ¿me prestas tu auto?

-Si le encuentro un rayón, yo te rajaré la cara. -Tomé las llaves de la mesa del centro para lanzárselas.

Por un momento hubo silencio cuando se fueron. Por un escaso y anhelado momento intenté gozar del silencio, pero olvidé completamente que Nicol seguía allí conmigo.

- ¿Qué fue eso? -Espetó estrellando su mano en mi hombro al darme un manotazo-. Y no habló de lo que dijiste, porque no me sorprendió, ya que eres un completo idiota. Ella te gusta. 

Carajo.

- ¿Puedes irte? -Suspiré bruscamente con cansancio, girando sobre mi eje para tenerla en frente.

-No hasta que me respondas. -Levantó sus brazos y los cruzó, irguiéndose y mostrándome la más retante de sus miradas.

-Pues entonces quédate. -Giré hacia mi habitación y encaminé dejando a la castaña sola.

- ¿Por ella es que no pasó nada la otra noche? 

Me detuve un momento; no para responder, sino para procesar lo que eso significaba en mi cabeza. Sabía que no era necesario responder, porque ella lo sabía; porque aunque me negaba a aceptarlo, todos en algún momento acertaron con su suposición sobre mí. Y me enojaba pues me hacía creer que era muy obvio y tan predecible.

Seguí mi camino sin intención de querer voltear a responder mostrar mi incomodidad y enojo al no querer que ella estuviera ahí.

-Ah, no. No vas a huir de esto. -Me adelantó el paso y se detuvo frente a mí con los brazos extendidos-. Por una maldita vez solo habla, no huyas.

-Carajo, Nicol. Que hayas regresado no significa que tenga que contarte todo sobre lo que me pasa. 

-Que esté aquí insistiendo en querer saber lo que te pasa significa que me importas, aunque no lo creas. -Bajó sus brazos lentamente, sintiendo algo en su interior que no se atrevió a demostrarlo en su expresión, solo lo vi lejanamente reflejado en su mirada.

-Sé que te importo. Lo puedo sentir; y de la misma manera puedo sentir lo mucho que le importo a Sofía. Y por eso es que no puedo estar con ella. Tú más que nadie deberías saber cuánto daño puedo llegar a causar… Y eso es precisamente lo que me asusta. No quiero dañarla, porque no se lo merece. 




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