Lo que los ojos no ven

Capítulo 27.

CAPÍTULO 27

“SOFÍA”

Presente.

- ¿Te puedo preguntar algo estúpido? -Pronunció Hugo con voz suave.

-La de las preguntas estúpidas soy yo, ¿lo recuerdas? -Comenté con sorna, a lo que él respondió con una risita suave-. Solo por esta vez te dejaré empezar.

Él calló un momento, algo que yo tomé como una duda si debía realizar la pregunta o no.

- ¿Tu amigo y tú, tuvieron algo? -Preguntó dubitativo.

-Hace mucho, sí. -Suspiré-. Pero eso quedó en el pasado. Hoy en día solo somos mejores amigos

-Él me cae bien. Sabe lo que es la discreción.

-No sabía que alguien podía caerte bien. -Comenté con sorna evitando resonar en mi cabeza lo que acababa de decir. 

-Qué graciosa. 

-Él es muy especial para mí. Siempre ha estado en las buenas y en las malas. Él es para mí, lo que Noah es para tí.

-Pues si crees que tu amigo es un idiota, entonces sí.

-Mira quién habla de idiotas. -Chisté.

-Hablando de idiotas. -Habló Hugo y un segundo después Noah se hizo presente.

- ¿Cómo va todo? 

-Tan mierda como siempre. -Respondí con sorna, sabiendo que Hugo diría eso.

-Hey, no te robes mis frases. -Se defendió el gruñón, solo que más amigable.

Noah soltó una risita suave, calmada y llena de esperanza. Hugo lo notó, pero extrañamente de la mejor manera, no se molestó por ello.

- ¿Qué? -Cuestionó.

-Nada… -Le respondió suavemente.

 

“HUGO”

A lo largo de nuestras vidas, Noah y yo hemos compartido muchas cosas; nuestro gusto por los libros, el dolor de perder a un ser querido, vivir en el mismo apartamento, dejarnos el ojo morado el uno al otro, y ahora, compartimos el mismo estilo de cabello casi calvo. Supongo que dentro de todo el enojo que cargo, muy en el fondo realmente admiro todo lo que ha soportado mi amigo.

-Ah, ¿por qué tardará tanto? -Gruñí ligeramente moviendo con mi mano la bolsa con el líquido que colgaba a un lado y estaba unida a mi vena por una manguera muy delgada y transparente.

-Tardará lo mismo que las últimas veces. -Espetó el rubio, rodando los ojos muy altaneramente frente a mí.

-Qué sabio. -Ironicé.

-Antes de que empiecen a pelear, hay algo que les quiero preguntar…

-Pues ya que tenemos mucho tiempo. -Dirigí mi cansada mirada hacia la bolsa junto a mí.

-Hace un par de semanas, cuando discutían por quién me iba a llevar a casa, ambos dijeron que le dejaron el ojo morado al otro. 

-Ujum… -Musité.

- ¿Cuándo pasó, y por qué?

-Nos peleamos por tí. -Le respondió el rizado.

- ¿Cómo que por mí? -Se impresionó la rubia junto a mí, inclinándose ligeramente hacia delante y con el semblante descolocado.

-No te hagas muchas ilusiones, que solo fue porque yo no quería que sigas yendo a mi apartamento.

-Oh. -Musitó apenada.

-Pero eso ya pasó. Ahora puedes ir en cualquier momento y yo estaré feliz de tenerte ahí.

-Awww… 

-Sí, awww… -Canturreó el rubio, burlándose. Yo le respondí con una sonrisa hipócrita y mostrándole el dedo medio, pero no se inmutó, siguió con su estúpida expresión.

-Cómo sea. -Endurecí mi voz y tensé mi cuerpo intentando encontrar comodidad en mi asiento, algo que Sofía notó y se acercó hacia mí para dejar un suave beso en mi mejilla.

-No te avergüences de demostrar tus sentimientos. -Musitó suavemente a mi oído.

-No lo hago.

-Está bien. -Comentó dibujando una sonrisa divertida en su rostro mientras se alejaba suavemente. 

El sentimiento era realmente inefable; tanto su cercanía como su lejanía resultaba igual de agradable en el más puro de los sentimientos, y de la manera más sincera podía gritarle al mundo que estaba enamorado y no avergonzarme por ello. El problema estaba en lo extraño que se sentía el tener esperanza entre tanto desastre.

-Hey. -La sostuve del brazo y la jalé suavemente hacia mí para acercarla, y una vez cerca, acerqué mis labios a los suyos, besándola para demostrarle que generaba algo intenso en mí-. No me avergüenza demostrar lo que siento por tí. ¿De acuerdo?

-De acuerdo. -Musitó con una sonrisa sincera.

-Siento que salgo sobrando. -Interrumpió Noah con los brazos cruzados.

-Pues ya me tengo que ir, así que ya no te sentirás así.

- ¿Te vas? -Inquirí.

-Sí…

-Qué hay. -Saludo el pelinegro al aparecer con las llaves de su auto en las manos, moviéndolas en son de juego, pero en cierto modo, había algo raro en ello.

Lo saludé con la mirada, gesticulando solo lo suficiente como para mostrarle mi gratitud por todo en general. 

-Hablamos luego, ¿sí? -Dijo Sofía.

-De acuerdo…

La vi alejarse y se sintió extraño el tener que verla alejarse de mí, aunque no sea para siempre.

Una sonrisa brotó en mis rostro y sentí el calor de mis mejillas de lo estúpidamente genial que me sentía de esa forma con Sofía. Un sentimiento que hizo a un lado todo el enojo que sentía por la frustración de todo lo que me pasaba.

-¿Qué? -Inquirí hacia el rubio que se había sentado frente a mí, pues mantenía sus esferas azules clavadas en mí.

-Nada. Solo es lindo verte así. -Sonrió divertido mientras se acomodaba en su asiento.

-También me siento bien así… -Sonreí apenado-. Pero entre todo, hay algo que se siente imprudente.

- ¿De qué hablas? Por Dios, Hugo. Permítete ser feliz por esta vez. -Rodó los ojos en son de cansancio.

-Lo estoy haciendo, pero no puedo dejar de pensar en lo injusto que sería para ambos si el tratamiento no fuese suficiente… En este mismo instante le temo a la idea de morir justo en el mejor momento de mi vida; en el que me siento lleno de dicha junto a ella.

- ¿Cómo estás tan seguro de que el tratamiento no será eficaz?

- ¿Cómo estás tú tan seguro de que si lo será?




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