Lo que los ojos no ven

Capítulo 28.

CAPÍTULO 28

“SOFÍA”

- ¿Tú y Hugo se han hablado antes?

- ¿A qué viene esa pregunta?

-Me ha dado a entender que le guardas un secreto. ¿Desde cuándo son tan amigos como para ello?

-Él y yo no somos amigos, en absoluto. -Comentó divertido-. Lo he visto un par de veces en un club a lo lejos, pero no hemos entablado conversación. Siempre se pasaba de copas y terminaba discutiendo con alguien para luego salir enojado. Resulta muy difícil no recordar a alguien así. Y de hecho, no me cae muy bien que digamos.

-Entonces, ¿por qué le guardas un secreto?

- ¿Por qué asumes que le guardo un secreto? -Continuó con actitud vacilante.

-Porque te conozco, y no me lo has negado. -Comenté retante-. Vamos… Puedes decírmelo.

-Es algo tonto. -Soltó una carcajada detrás de un leve cansancio ante mi cuestionamiento-. Además, no está en mi decírtelo. Y si no te lo dice él, será por algo. Y tal vez no tiene nada que ver contigo.

-A veces eres muy cruel. -Musité.

-No confundas crueldad con sinceridad. -Detuvo el auto, y supe que habíamos llegado.

Abrió la puerta y en un muy corto tiempo, abrió la puerta de mi lado para ayudarme a bajar.

-Supongo que nunca sabré lo que me ocultan. -Comenté mientras subíamos los escalones hacia el apartamento de Hugo.

-No es lo que te ocultemos. Solo es algo que no me compete decírtelo porque es algo netamente de Hugo. Tú no puedes obligarlo a que te lo diga si no está listo para hacerlo. Además, es estúpido que lo cuestiones por eso y arruines lo que apenas están iniciando.

-Puede que tengas razón…

-Siempre la tengo. -Tocó la puerta y en poco tiempo, la voz de Noah al abrir la puerta, se hizo presente.

-Hola. -Saludó.

-Te la encargo, ¿sí? -Le dijo Alex.

-Oye. -Me defendí-. No soy una mascota. Puedo cuidarme sola.

-No dije que no pudieras. -Y me sorprendió de la manera más inesperada posible. Me dio un beso suave y cálido en la frente-. Te veré más tarde. Por favor no seas tonta.

-Y tú no dejes de ser tú.

- ¿No quieres pasar? -Le preguntó Noah.

-Tal vez otro día. Tengo algunos pendientes. -Le respondió mi amigo.

Y luego de que se fuera, ingresé junto a Noah.

-Hugo está en camino. No pude acompañarlo porque tenía que terminar un trabajo. -Comentó Noah mientras caminaba hacia el sofá.

-Tranquilo, ve a terminar tu trabajo. Yo me quedaré a esperar aquí.

- ¿Segura? No quiero dejarte sola.

-Pero si no estarás lejos. Tampoco es como si tu habitación estuviera a kilómetros. -Sonreí divertida-. Además, sé cuidarme sola.

-Está bien. -Aceptó-. Pero si necesitas algo, solo llámame.

-Solo ve. 

Me dispuse a sentarme intentando calmar mis ansias de escuchar la voz de mi gruñón favorito, pero el sonido de alguien llamando a la puerta me impidió hacerlo.

- ¡Debe ser Hugo! ¡Ahora voy! -Dijo Noah desde su habitación.

-Tranquilo. Yo abriré. -Mencioné, y me guié con ayuda del bastón en mi mano.

Llegué a la puerta y localicé la perilla con mi mano, abriéndola mientras una sonrisa contenta nacía en mi rostro y hacía arder mis mejillas de felicidad.

-Hola, ¿Cómo te fue en la quimio? -Lo saludé contenta-. Espera, no me digas. Creo que ya lo sé…

-Espera, ¿qué? -Escuché una voz familiar, una diferente a la de Hugo-. ¿Cómo que quimio? ¿De qué hablas? -Inquirió el chico, y solo al escucharlo mejor fue cuando recordé de quién se trataba. 

Sergio; el hermano de Hugo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver que acababa de cometer un error. Uno que para mí no resultaba tan grave, pero para Hugo podría tratarse de algo muy intenso e injusto, pues le acababa de decir a su hermano algo que solo él tenía el derecho de hacerlo.

- ¿Quién va a quimioterapia? -Inquirió con la voz temblorosa e inquietantemente apenada-. ¿Noah?

-Eh… -Me quedé sin poder gesticular una sola palabra. Mis mejillas se calentaron de la pena que sentía y habría colapsado de no ser por Noah.

- ¿Qué está pasando? -Cuestionó y al ver al chico frente a mí algo se removió en él.

-Noah. -Pronunció con la voz temblorosa al ver al chico salir desde adentro y comprender que no hablaba de él cuando abrí la puerta.

-Sergio, hola. Qué sorpresa, ¿qué haces aquí?

-Mi hermano me pidió que viniera. ¿Qué está pasando? ¿Acaso Hugo está yendo a quimioterapia?

- ¿Quimioterapia? ¿Por qué piensas eso?

-Al abrir la puerta, ella preguntó cómo me había ido en quimio, y pensé que hablaba de ti, pero tu estás aquí. Así que, si no habla de ti, entonces habla de Hugo… ¿Qué está pasando? ¿Por qué dijo eso? -Se escuchó conmocionado. Hablaba tan rápido que casi no podía comprenderlo, pero podía sentir la desesperación y preocupación en su tono.

-Perdón, yo… -Intenté decir, pero fui interrumpida.

 

“HUGO”

- ¿Qué está pasando? -Cuestioné al llegar a la puerta del apartamento y encontrarla abierta con mi hermano, Sofía y Noah interrumpiendo el paso en lo que parecía ser un desacuerdo de opiniones.

-Por Dios. -Exclamó mi hermano con los ojos agrandados al verme. En un principio no comprendí por qué, pero el que dirigiera su mirada hacia mi cabello, me hizo imaginar lo que pasaba.

- ¿Qué es todo esto? -Inquirí confundido.

-Perdón. -Musitó Sofía con el semblante nervioso.

Noah me observaba apenado, como si no se atreviera a decir lo que tenía que decir. Llevé el punto de mi mirada devuelta a Sergio y pude ver tristeza en las esferas verdes que tenía por ojos. Uní los puntos y dibujé en mi mente la situación.

Carajo.

- ¿Por qué estás asistiendo a terapia? -Preguntó mi hermano mirándome fijamente a los ojos con los suyos humedecidos, pero manteniéndose firme, en un alarde de valentía que nunca antes se había atrevido a hacer conmigo. Yo divagué entre la pena y la incomodidad-. ¿Tienes cáncer? -Interrogó con la voz entrecortada en lo que parecía ser dolor por pronunciarlas. Dos palabras, simples y fáciles de decir, pero con una gran carga emocional que era imposible ignorarlo.




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