Lo que los ojos no ven

Capítulo 30.

CAPÍTULO 30

“HUGO”

Mi vida cambiaba, y por primera vez cambiaba para bien; sin hacerle daño a nadie ni atormentándome por ello. Mi cuerpo en cambio se sentía más agotado y tenía momentos en los que era demasiado débil. En mis últimas citas con el doctor, me había asegurado que todo se debía a los efectos secundarios de la quimioterapia, pues ésta estaba haciendo un excelente trabajo, pero aquella parte sombría que yacía en mi interior aún me hacía ruido…

- ¿Revisaste si hay leche? -Preguntó el rubio mientras ojeaba el refri de la tienda.

Volqué los ojos incrédulos e hice mi mayor esfuerzo en ocultar una sonrisa divertida.

- ¿Por qué serás así? 

- ¿Así cómo?

-Tan tú. 

-No eres el más indicado para decir eso. 

-Probablemente, pero al menos no pregunto si hay leche en casa como un anciano.

-Imbécil. -Sonrió divertido, a lo que yo sonreí burlón ocultando mi mirada de él.

Levanté un paquete de dulces y la ojeé por un momento, para después devolverla a su lugar y girar hacia la puerta de entrada de la tienda, visualizando a través de la puerta de cristal a Alex, que caminaba por la calle en una actitud un poco inquietante a pesar de conocerlo tan poco.

Fruncí el ceño al ver a otro chico acercarse a él y entregarle rápidamente algo que no pude llegar a divisar por la distancia y la rapidez de sus movimientos.

-Iré a caminar un rato, te veo luego. -Le dije a Noah con la mirada concentrada en no perder a Alex de vista. 

Salí de la tienda mientras visualizaba a Alex alejarse cautelosamente hacia un parque.

Dudé por un momento en si debería meterme o no; la verdad no me incunvía lo que hacía con su vida, pero él era muy importante para Sofía, así que de alguna estúpida manera, que Sofía estuviera bien también implicaba que las personas que más le importaban también estuvieran bien.

Solté un resoplido cansado y decidí seguir con la misma cautela con la que él se desplazaba, asegurándome de que no me observara.

Me mantenía a una distancia razonable, asegurándome de no parecer un acosador o algún tipo de criminal que pudiera alertar a algún entrometido cercano.

Resultaba extraño y ciertamente humillaba a mi orgullo, pero aun así seguía a Alex sin ningún tipo de intención y por ende sin ningún tipo de plan con el que pueda respaldar mi coartada o lo que fuera lo que intentaba.

Alex se acercó a un parque silencioso, tanto así que ni siquiera había un solo miembro de seguridad cercano. Se detuvo cerca de una de las bancas de madera oscura y giró mirando a su alrededor con la intención de asegurarse de que no hubiera nadie cerca, yo me oculté rápidamente al verlo y por suerte para mi tranquilidad, no logró verme.

- ¿Qué es lo que vas a hacer? -Murmuré tan suave como el aleteo de una mariposa y casi imperceptible hasta para mis propios oídos.

La respuesta a mi pregunta no tardó en llegar, y grande fue mi sorpresa al verlo sacar una bolsita pequeña de plástico con lo que parecían ser un par de pastillas de color azul.

Emití un silbido de sorpresa y encaminé hacia él sin temor a que me observara.

Alex metió una de las pastillas a su boca y giró rápidamente hacia donde yo me acercaba; sus ojos se agrandaron ligeramente de la sorpresa al verme y pude percibir claramente su garganta estremecerse al pasar la pastilla casi a la fuerza e intentar disimular que no había ingerido nada.

-Hey. -Lo saludé levantando ligeramente la barbilla.

-Hola. -Habló con voz dura; le costaba un poco hablar, y aunque intentaba disimularlo, no lo hacía muy bien.

- ¿Qué haces?

-Respirar aire fresco… -Respondió él, intentando entrar en serenidad, pero fallando en el intento.

Di una bocanada de aire y me senté junto a él, expulsando bruscamente el aire en el proceso.

- ¿Sabes? Todos tenemos una adicción a algo.

- ¿Eh?

-Sí… Cada uno lo hace por su propia razón y ninguno debe ser juzgado por ello. Porque nadie sabe lo que cargamos por dentro.

- ¿A qué viene todo eso? -Inquirió enarcando una ceja.

- ¿Cuál es tu carga?

- ¿De qué carga hablas? ¿Estás ebrio, drogado, o…?

Solté una risita divertida interrumpiendo su enunciado.

-No te juzgo. De hecho yo he tenido muchas más adicciones de lo que crees, y aunque las drogas no son una de ellas, que otros las usen no puede importarme menos…

- ¿Entonces qué haces aquí? La única razón por la que te acercaste es porque soy amigo de Sofía, no es como si te importara yo.

-Eso no te lo voy a negar. -Reí divertido-. Pero no tiene nada de malo; porque me importes o no, probablemente sé cómo te sientes.

-Pues en eso sí tienes razón… -Respondió al cabo de un momento, con la respiración más calmada y casi desvanecida-. Y no sé si querer decirte esto sea por el efecto de la droga, o que también lo hayas intentado hacer aquella vez en el parque, pero desde hace un par de años que la idea de quitarme la vida ha rondado continuamente por mi cabeza… Una presión continua en el pecho sin razón ni justificación, simplemente está ahí atormentándome…

-Causándote tanto dolor y sufrimiento de una manera tan enferma que no eres capaz de decírselo a alguien o pedir ayuda…

-Exacto. Y aunque antes se sentía más soportable, en las últimas semanas simplemente se siente cada vez peor…

- ¿Por eso te drogas?

- ¿Vas a juzgarme?

Chisté e hice un sonido con mi lengua para luego dirigir mi mirada hacia el cielo.

-Ya te dije que yo no juzgo… Soy más de ofender.

-Y de tratar mal a las personas que te quieren. -Agregó con malicia en su tono.

- ¿Quién es el que juzga ahora?

-Tú si te lo mereces. 

-No lo niego. Al menos ahora ya no. -Suspiré suavemente y sentí mis emociones ser tocadas por mis palabras; como un suave rose que desataba un caos tormentoso, una especie de efecto mariposa dentro de mí y más precisamente dentro de mi pecho.




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