Lo que los ojos no ven

Capítulo 31.

CAPÍTULO 31

“SOFÍA”

La idea de una relación perfecta nunca estuvo clara para mí; nunca idealice ninguna, y por un buen tiempo, ni siquiera pensaba en enamorarme de alguien; no tenía un “tipo de chicos” que me gustaba, ningún tipo de cabello por el que me volvía loca, u ojos que me deslumbraran, simplemente pensaba en mí y en mi futuro.

Irónicamente, terminé enamorándome de la persona más inesperada, de alguien a quien no conocía antes y al que solo vi una sola vez a lo lejos, el último día que pude ver algo. El día del choque. El día que mi futuro dio un cambio significativo, y que por más que sentía que estaba perdido, intentaba creer que aún había algo de esperanza dentro de mí.

No tenía ni la más mínima idea de cómo podría ser una relación perfecta con Hugo, pero no me importaba saberlo. Me importaba disfrutar de cada momento con él, conocerlo más a profundidad, conocer sus miedos, sus inseguridades, sus deseos, y poder compartirlos y anhelarlos del mismo modo que él.

-En tres, dos, uno… -Mencionó Hugo, y en el momento justo que terminó de nombrar el último número, una ola fría cubrió mis pies humedeciéndolos por completo.

Di un brinco muy suave con los hombros ante la inesperada y tan nostálgica sensación.

En un principio, cuando todo pasó y perdí la visión por completo, entre la desesperación y la tristeza pensé que nunca más volvería a hacer las cosas que tanto me gustaban y que hacían feliz antes, pero en los últimos días Hugo me estaba demostrando lo equivocada que estaba. Y sí, hay cosas que realmente no puedo hacer, como leer un libro, o ver una película, y aunque se siente mal, no se compara al sentimiento de dicha que me hace sentir hacer otras cosas junto a Hugo, sobre todo junto a él.

-Está fría. -Solté una risita suave aferrándome a su mano.

-Pues sí. -Comentó divertido-. Es el mar, ¿Qué esperaba? ¿Algo caliente?

-Tonto. -Reproché un instinto de golpearlo.

La brisa fresca y ligeramente intensa llevaba mi cabello hacia atrás, como símbolo de libertad. La mano de Hugo intentaba sentirse débilmente cálida y me cuestionaba la intensidad en la que él sentía lo frío del ambiente, si su cuerpo estaba óptimo para un lugar así, si habría consecuencias luego debido a lo débil que podrían resultar sus defensas, y en ese preciso momento presionó mi mano con suavidad, como si me estuviera leyendo los pensamientos o supiera exactamente lo que siento a través de solo tocar mi mano.

-Deja de pensar. Concéntrate solo en el ahora. -Musitó con seguridad en su tono, otorgándome el calor suficiente para sentirme segura de que tanto él como yo estaríamos bien, haciéndome sentir como si no hubiera nada en el mundo que cambiara mi percepción de la vida en ese preciso momento.

-Te quiero. -Le dije aferrándome a su cuerpo para sentirlo más cerca.

-Lo sé… -Mencionó ególatra, con un ligero toque de diversión en su tono. Luego calló un momento y pensé que no diría nada más, pero me demostró que estaba equivocada-. También te quiero, Copello. Te quiero como no tienes idea.

 

“HUGO”

Llevé a Sofía hasta un banco. La arena aun estaba pegada a nuestros pies descalzos y ni siquiera me incomodaba ni un poco.

- ¿Desde hace cuánto que no venías a la playa? -Formuló la bella chica frente a mí. Su pregunta salía inocente de su boca.

-Desde que papá enfermó tanto que no podía levantarse de su cama. -Confesé intentando sonar inexpresivo.

-Eh, no. Creo que no deberíamos hablar de eso. Sé lo difícil que es para ti hablar de tu papá. 

-No tiene caso. Está bien. Quiero hablarlo contigo... -Sostuve su mano, y por primera vez en mucho tiempo sentí el valor de poder expresarme sin miedo a verme vulnerable.

- ¿Qué le pasó a tu papá? -Preguntó temerosa.

Suspiré profundo y dejé que la calma invada mi cuerpo. El sonido de las olas llegaban a nuestros oídos suavemente, el sonido de las gaviotas a lo lejos y los autos aún más allá. Solo Sofía y yo. Y toda la verdad de mi historia.

-Murió de Sida.

- ¿Sida? -Cuestionó impactada-. ¿Pero cómo? O sea, ya sé cómo se contagia la enfermedad y todo, pero entonces ¿eso quiere decir que tu papá le fue infiel a tu mamá con otra mujer?

-Algo así… Verás… Papá gozaba de una buena fortuna que le habían dado sus padres, aunque en realidad a él no le importaba mucho su dinero si no hacía lo que más le gustaba.

- ¿Qué le gustaba?

-La música. -Sonreí mirando hacia el mar-. Le encantaba tocar todo tipo de instrumentos. Me contaba que antes de casarse y tenerme a mí, salía muy seguido con sus amigos. Se escapaba a uno que otro bar para tocar con cualquier tipo de banda. No le importaba el tipo de música, lo que le importaba era disfrutar de cada melodía, y aún más importante, le importaba que los demás gocen de lo que él tocaba… Luego tuvo que casarse casi por obligación, y poco tiempo después me tuvieron a mi. Y todo iba de maravilla, él se concentró en las empresas que debía manejar, empezó a ser el empresario exitoso que sus padres querían que fuese, empezó a ser feliz haciendo feliz a su mujer y su hijo. Me enseñaba a tocar uno que otro instrumento de vez en cuando y a mamá no parecía molestarle, pero todo cambió cuando papá volvió a salir muy seguido en las noches para ir a tocar. Ciertamente, no lo culpaba. Sabía que lo que realmente le gustaba era la música y no estar detrás de un escritorio recibiendo llamadas y teniendo reuniones aburridas. Me encantaba escuchar cada una de sus anécdotas al regresar a casa. Se veía tan feliz. Pero un día se dejó llevar demasiado por la felicidad y tuvo una aventura que cambió la vida de nuestras familias.

-Hugo… 

-Para ese entonces yo no lo sabía. De hecho no sabía nada. Simplemente vi a mi familia romperse poco a poco luego del nacimiento de mi hermano. Papá casi no tocaba ningún instrumento y empezaba a verse muy demacrado al pasar el tiempo, por otro lado, mamá parecía muy indiferente cuando estábamos solos y fingía preocupación cuando había terceros cerca… Fingimos ser una familia feliz por mucho tiempo, y al pasar tanto ya no podíamos fingir mucho, pues papá empezó a empeorar. La enfermedad evolucionó y encamó. Y un día, al regresar del colegio, tuve que cantarle su canción favorita, despidiéndose de él para siempre… Fue lo más difícil y lo único valiente que hice en mi vida.




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