Lo que los ojos no ven

CAPÍTULO 33

CAPÍTULO 33

“HUGO”

Presente.

Cuando has permanecido solo mucho tiempo y te has acostumbrado a ello, se siento muy extraño el recibir a poyo de los demás, como si no lo merecieras o simplemente no lo comprendieras; y podían pasar días, meses, o incluso años, el tiempo simplemente resultaba chistoso cuando nada cambiaba en mi percepción.

Era domingo y solo faltaba un día para mi intervención. Y cada minuto que pasaba agudizaba mis nervios y mi ansiedad, pero de una forma positiva, pues ahora me preocupaba no salir vivo de aquella sala de operaciones. Ya no había una sola pizca de duda recorriendo mi cabeza, solo estaba aquella amiga a la que tanto le temía. La esperanza.

-Hugo. -Noah tocó la puerta de mi habitación tres veces, a una velocidad que parecía muy preocupante.

-Aún es temprano, mamá. -Dije con sorna, escondiendo mi rostro entre las sábanas de mi cama.

-Sofía está aquí. -Escuché el sonido de la puerta al abrirse y despegué la sábana de mi perezoso cuerpo somnoliento. Un escalofrío rápidamente recorrió mi cuerpo al encontrarme con el rostro triste de Sofía, junto a un muy preocupado Noah

-¿Qué pasa?

-No se nada de Alex. Su mamá está muy preocupada por él porque no ha llegado a dormir desde hace dos noches, y no sé qué hacer, porque se supone que es mi mejor amigo y no puedo ayudar a encontrarlo. -Musitó con voz temblorosa mientras Noah posaba su mano sobre su hombro para reconfortarla.

Me levanté rápidamente de la cama y me acerqué para rodearla con los brazos suavemente mientras le musitaba lo que probablemente sería lo más positivo que podría decirle a alguien más.

-Todo vas a estar bien, no te preocupes. Nada malo le puede haber pasado. Además, se ve que es un chico que puede cuidarse solo.

-Ayudaremos a buscarlo. -Mencionó mi amigo con suavidad-. Prepararé el auto en lo que tú te cambias. -Lanzó una mirada señalando a la parte baja de mi cuerpo y solo entonces recordé que lo único que llevaba puesto era unos boxers negros.

Sinceramente, no había nada nuevo que Sofía no haya sentido antes, por lo que ni siquiera sentí incomodidad al abrazarla con el cuerpo casi desnudo.

Noah salió de la habitación dejándonos solos, con un poco de privacidad. Y por más que quisiera que aquel momento de privacidad se convirtiera en algo más, obligué a mi mente y a mi entrepierna a ceder de cualquier pensamiento caliente, pues no era el mejor momento.

-Dame un momento, me pongo algo rápido y salimos. -La solté suavemente y me dispuse a ponerme algo de ropa mientras pensaba en cómo le haría para que Sofía no se entere de lo de Alex, lo de su problemita con las pastillas; después de todo, simpatizaba con él porque lo que hacía, lo hacía para calmar un dolor que solo él conocía a profundidad, o en el peor de los casos, que no lo conocía y eso era precisamente lo que lo atormentaba. Sonreir mientras llevas una tormenta dentro se siente una enorme mierda, pero al final nadie sabe lo que hay dentro de nosotros, porque desconocemos lo que nuestros ojos no ven.

Lo que a mi me atormentaba por mientras era la idea de ocultarle a Sofía algo tan grande como aquello, pues debatía entre que si estaba siendo un imbécil al ocultarle algo tan importante para protegerla, o estaba siendo todo un ángel de la guarda. Mi pecho se oprimía ante la angustia.

-Por cierto, te traje algo que no me atreví a entregártelo antes. -Mencionó y divisé que traía algo en las manos, algo que no había notando antes por alguna extraña razón.

Me acerqué mientra terminaba de ponerme la polera celeste que tanto me gustaba.

- ¿Qué es? -Pregunté curioso mientras ella lo levanta con ambas manos.

-Algo que hice.

En sus manos tenía una corazón de aproximadamente ocho centímetros, con unas alas sobresalientes a los costados y una especie de coronita por encima, toda la figura era de color blanco y parecía estar hecho de arcilla o algún tipo de material parecido. Tan ligeramente simple, rústico y perfecto que humaniza.

-Te diría que no la pinté porque como bien sabes, no puedo ver, pero la verdad es que se me ocurrió la brillante idea de hacer que tu la pintes, haciendo alusión a darle color a tu corazón, o tu vida en general; con los colores que solo tú elijas y pintado de la manera que tu decidas. -Hubo un ligero toque de alegría en su tono, a pesar de la angustia que sentía por su amigo.

-Me encanta. -Tomé la figura de sus manos y la examiné con mis dedos como si se tratara de un enorme diamante nunca antes visto, y en cierto modo, el saber que Sofía lo había hecho hacía que se sintiera así-. Y la idea de pintarla yo mismo es maravillosa. Deberías emprender un negocio, tal vez ganes mucho dinero con esa premisa.

-Tal vez… Pero por ahora solo quiero saber que mi amigo está bien.

-Deja de preocuparte, él está bien. Te lo prometo. -La abracé una vez más y le di un suave beso en los labios.

-Te amo. -Musitó suavemente con el rostro a escasos centímetros del mío.

Me quedé mudo por un segundo, y no porque no sintiera lo mismo por ella, sino porque me sorprendió de manera positiva. Me dejó tan atónito que se me fueron todas las palabras posibles en ese justo momento. Lo sé, todo un cliché; pero la realidad era esa, no encontraba las palabras para expresar lo que escuchaba.

Un silencio se formó y tras un momento, una sonrisa brotó en mi rostro y estuve a punto de responderle cuando Noah ingresó interrumpiendo el momento.

SOFIA

¿Amor? Si, ya se que suena loco el pensar que llegué a amar al causante de mi discapacidad, ¿amar al chico que es grosero? ¿amar al chico que es un idiota a veces? ¿Amar a un chico que piensa que la vida se resuelve con un cigarrillo y una buena borrachera? Si, la verdad es que si amo a Hugo, pero no precisamente por eso, sino por todo lo bueno que opaca a lo malo. Por todo lo que siente en él, lo que hay en su interior; esa preocupación por mi, ese amor incondicional a su manera, ese temor a lo desconocido, ese dolor por su pasado. Amo a Hugo por lo que me hace sentir, esa es la verdad.




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