“HUGO”
Cuando comprendí que la ambulancia tardaría en llegar, no tuve más opción que conducir y llevarlo a la clínica más cercana. Cuando llegamos, llamamos a los padres de Sofía y a la madre de Alex.
Esperamos en la sala de espera. Yo sentado en un frío sofá de color gris; frente a mi se encontraba la mamá de Sofía consolaba a su hija mientras su esposo conversaba en administración llenando papeles de mierda, en lo que la mamá de Alex llegaba. Sofía sollozaba sin control, mantenía las esperanzas de que los doctores harían lo imposible por hacer que su amigo sobreviviera. Yo no quería, bueno, no podía objetar o llevarle la contraria, pues a pesar de lo hechos, una parte de mí también se aferraba a esa idea. Como si fuera posible. Mi cabeza sabía que no habría forma de que sobreviviera a un disparo directo en el estómago, ya que había perdido demasiada sangre. Y claro, está el hecho de que no actué como es debido, cuando en vez de correr tras Mario buscando venganza, debí quedarme junto al cuerpo de Alex, auxiliándolo para que no pierda mucha sangre. Pero como todo en mi vida, me dejé llevar por el impulso.
Mi manos seguían manchadas con la sangre seca de Alex. Sentí náuseas al verlas, así que me levanté y me dirigí hacia el baño para limpiarlas. Me miré al espejo y mis nauseas solo aumentaron al ver mi reflejo. Me daba asco lo que tenía enfrente, pero estúpidamente también sentía tristeza, y no precisamente por mi, sino por lo que pasaba por mi culpa. Carajo. Mantenía mis ojos llorosos ante las consecuencias que aquello podría conllevar. Mis manos temblaban intensamente y mi respiración seguía sin controlarse. Tenía miedo y comprendía el porqué.
Cuando salí del baño, Sofía seguía sentada en el sofá frente a donde yo había estado sentado antes, su madre ya no estaba junto a ella. Se veía más calmada, con la cabeza agachada, como si todo lo que quedara de ella fuese un cascarón vacío. Observé alrededor y visualicé a la madre de Sofía conversando con una mujer que tenía los ojos hinchados de tanto llorar, intuí que era la mamá de Alex.
“SOFÍA”
-Perdón, fue mi culpa. Mario quería vengarse de mí por la vergüenza que le hice pasar a principios de año, debía dispararme a mí, no a él.
- ¿Qué?
-Perdóname, en serio. No pensé que su venganza llegaría tan lejos. No creí que fuera capaz de eso.
-Le disparó. -Espeté tajante-. Yo creo que si es muy capaz de hacer lo que sea por una venganza.
-La ira te lleva a cometer muchos errores.
-Como dejarte llevar… -Musité y fui interrumpida por la voz del doctor.
-Familiares de Alex Mondragón.
-Nosotros somos como familia, ¿cómo está él?
El doctor suspiró.
-Lamento informarles que Alex no resistió. Alex falleció. Perdió mucha sangre, tal vez si lo hubiéramos auxiliado unos momentos antes, hubiéramos podido salvarlo, pero…
- ¿Qué? -Pregunté casi perdiendo la voz–. No, no puede ser…
-Sofía… -La voz de Hugo se hizo presente junto a mí. Su mano sostuvo mi cuerpo y lo detuve al instante.
-Suéltame, no me toques. No, no. –Repetí muchas veces moviendo la cabeza en negación–. No me pidas que me calme, porque no lo haré. No puedo. –Mi voz era ronca, quebradiza y firme a la vez.
-Sofía, ¿qué…?
- ¡Está muerto! -Grité, sintiendo un vacío en mi corazón. Había perdido un pedazo, una parte fundamental de mi vida que ocupaba un preciado espacio en mi corazón. Había perdido a mi fiel compañero, aquel que había estado dispuesto a dar su vida por mi. Esa idea. Esa estúpida idea que sabía que sería posible, pero que jamás pensé que se haría una terrible realidad.
-Sofía, entiendo como te sientes, pero…
- ¡No! No lo entiendes. ¡Está muerto! ¡Mi mejor amigo está muerto!
-Lo sé, pero… -Intentó abrazarme, pero lo empujé. Me dejé llevar por la rabia, pero en un momento tan intenso como aquel, creo que cualquiera hubiera perdido los estribos.
-He dicho que no me toques. ¡No te quiero cerca! -Grité una vez más y rompí en llanto. Lloré. Lloré a mares, tan intensa y destructora como una tormenta eléctrica. Dejando desastres sin siquiera notarlo en ese momento-. ¡Todo esto es tu culpa!
“HUGO”
-Todo es es tu culpa -Las palabras rasgaban su garganta y penetraban mi alma a medida que me alejaba por el pasillo.
Prometí no volver a huir, de enfrentar lo que me atormentaba y encontrarle una solución para arreglar las cosas, pero siendo totalmente objetivos, no había una solución para la muerte y eso era precisamente lo que más me jodía la cabeza, porque ciertamente no podía devolver a Alex a la vida, pero bien podría haber evitado su muerte al auxiliarlo en lugar de haber buscado venganza en contra de la escoria de Mario. No podía sacarme eso de la cabeza y era esa la razón exacta por la que me dolían las palabras de Sofía, porque estaba en lo correcto.
Caminé por el pasillo de salida. Mi mente llenándose de culpa, mis ojos llenándose de lágrimas que me resistía a soltar, mi pecho agitándose a cada paso y mi respiración entre cortándose mientras surgía un nudo doloroso en la garganta. Sentí náuseas y ganas de correr, no solo de la clínica, ni lejos de Sofía, no. Quería huir de todo y de todos, quería huir de mi mismo, de mi cabeza, de mi cuerpo. Simplemente quería desaparecer.
“Todo es tu culpa” Resonó en mi cabeza.
Aceleré el paso y rápidamente me topé con el ruido del exterior. Una brisa superficial chocó contra mis mejillas y surgió lo inevitable. Las lágrimas empezaron a caer sin piedad y el nudo en mi garganta se transformó en un grito que solté mientras caía de rodillas al suelo.
Me mantuve así durante unos minutos, sin saber qué más hacer ni a quién recurrir. Sentí haber perdido mi lugar seguro con Sofía, no podría volver a verla a los ojos luego de que me culpara directamente de la muerte de su mejor amigo. No podía culparla por ello, pero tampoco podía soportarlo.
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sufrimiento y lucha, amor ayuda esperanza, amor dolor dulsura
Editado: 07.01.2025