Lo Que Nadie Sabe De Ti

3: El primer amor de ella

 

Anthony es una persona muy puntual.

Exactamente a las nueve de la mañana él llama a la puerta. Mi abuelo voltea a ver y yo le hago una seña como indicándole que yo abriré. Mi abuelo siempre se despierta a las siete de la mañana y yo me despierto a las seis o a las siete, es un hábito que viene de familia. No nos gusta dormir en absoluto.

Siempre he pensado que dormir es perder el tiempo, no hago nada productivo pero si hago muchas cosas que quiero. Ver series, dibujar, editar las fotografías que tengo en mi galería para luego borrarlas.

Son cosas que me gustan hacer además de buscar tiendas de segunda mano, pasearme sola por plazas en horario laboral para que no haya muchas personas y tomar fotografías de lugares que me parecen urbanamente bellos.

Abro la puerta y ahí está Anthony, lleva una camiseta negra y unos pantalones caqui, el negro de su playera contrasta de una manera interesante con la palidez de su cara y su cabello rubio, también resaltan sus ojos azules.

—Buenos días, Isabelle, ¿Lista para conocer el mundo? —Pregunta sonriendo.

Arrugo la frente. — ¿Conocer el mundo?

Él asiente varias veces. —Sí, hoy nos espera una nueva historia por conocer, puedes conocer el mundo a través de las personas, ¿Sabías eso?

Resoplo, eso sonó como una frase que lees en algún anuncio sobre destinos turísticos. —No lo sabía, ahora lo sé.

— ¿Quién es? —pregunta mi abuelo desde adentro—. ¿Belle?

Anthony da un paso adentro. —Buenos días señor Moss, soy Anthony de la casa de al lado.

Mi abuelo no tarda mucho en llegar a mi lado. —Anthony, ¡Que gusto verte! —Lo viste ayer, abuelo—. ¿Quieres pasar?

Sonríe amablemente. —Gracias, solo vine por su nieta si no le molesta, vamos a ser periodistas investigadores por hoy.

Mi abuelo eleva una ceja canosa. — ¿En serio?

—Te lo contaré después —le aviso antes que comience a especular sobre esta salida con el vecino.

Él sonríe y luego mira a Anthony. — ¿Tu abuelo está en casa?

Anthony asiente. —Sí, mi abuelo suele estar siempre ahí desde su jubilación, si quiere puede ir a verlo, le alegrará verlo de nuevo —afirma—, nos estaba hablando de usted ayer por la noche, está muy feliz con el reencuentro.

Mi abuelo asiente, igualmente feliz y emocionado. —Gracias, iré más tarde.

Le hago una seña a Anthony. — ¿Nos vamos? —Miro a mi abuelo—. Regreso en un rato, llevo mi teléfono y dinero, grito si hay peligro.

Mi abuelo suelta una carcajada. —No temo por ti, sé que eres más peligrosa de lo que pareces.

Tomo mi bolsa negra de tela pequeña que dejé sobre la mesa cerca de la puerta y me la cuelgo cruzada, ahí llevo mi teléfono, llaves y algo de dinero. Es lo único que necesito para salir.

—Nos vemos, abuelo —le doy un abrazo rápido.

Él se despide de mí y de Anthony sacudiendo la mano.

Salimos y yo cierro la puerta detrás de mí, avanzamos fuera del pórtico y estando en la acerca, Anthony afirma: —Me cae bien tu abuelo.

—Y a mí el tuyo —es verdad, es un señor agradable.

Con razón era el mejor amigo del mío.

Anthony señala su casa. —Solo iré por algo, ¿Bien? Ahora regreso.

Asiento y lo acompaño hasta la entrada, él abre la puerta y corre rápidamente hacia alguna parte del interior, dejando la puerta abierta.

Mientras estoy ahí, Hugo pasa y se detiene al verme. A diferencia de su hermano, él lleva una camiseta larga blanca que parece bastante gastada por el uso, unos pantalones cortos de baloncesto negros por debajo de las rodillas, unas pantuflas oscuras y el cabello despeinado.

— ¿Hola? —digo yo, retirando la mirada.

Él se acerca y recuesta su brazo en la pared. — ¿Cita con mi hermano?

Suelto aire por la nariz. —Sí, cita con tu hermano —no hay nada más que me guste que demostrarle a las personas que sus burlas y tonterías no me afectan.

Él resopla. —Que se diviertan.

Muerdo el interior de mi mejilla. —Gracias, lo haremos.

Hugo da unos pasos más y queda en el marco de la puerta, recuesta su espalda y cruza las piernas. —Si no te gusta mi hermano déjalo, no le des falsas esperanzas.

Frunzo el ceño, ¿Qué le hace pensar eso? No soy de las personas que simplemente usa a otros por diversión, Hugo no me conoce y ya está haciendo suposiciones sobre mi carácter. —No le estoy dando falsas esperanzas.

Sonríe de lado. —Claro que sí —señala hacia mi estómago—. Tu camiseta dice lo contrario.

No tengo que bajar la mirada para saber que dice: “Bésalo y dile adiós”

Ruedo los ojos, es una camiseta nada más. La mayoría de ellas no reflejan mis pensamientos, solo son bromas tontas que alguien decidió imprimir sobre ellas.

En ese momento Anthony se aparece y camina hacia nosotros con un gesto confundido, mira a Hugo. — ¿Qué pasa?

Quizás sintió la tensión entre nosotros.

Hugo le da una palmada en la espalda. —Nada hermano, ve con tu chica.

Él lo fulmina con la mirada. —Cállate Hugo, no digas eso.

Hugo se da la vuelta y suelta una carcajada. Anthony suspira, sale de su casa y cierra la puerta.

Viene con una mochila verde, de mezclilla, colgando de un hombro. —Aquí traigo lo que necesito —sonríe, dándole unas palmadas—. ¿Vamos?

Asiento y lo sigo. No tengo idea a donde vamos, ni siquiera sé si es buena idea venir aquí, aun si Anthony me da vibras de cachorro desorientado podría ser una simple fachada y terminar actuando como uno de esos psicópatas de aquel programa que estaban viendo cuando los conocí.

Aunque luego, él se asusta cuando pasa una mariposa cerca y esa idea se desvanece.

— ¿A dónde vamos? —pregunto, siguiendo con mis ojos a la mariposa blanca que vuela lejos de nosotros.

—Es cerca —afirma estirando su mano y señalando con un dedo—. Son tres cuadras, ella sabe que llegaré.




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