Lo Que Nadie Sabe De Ti

4: En una heladería también hay historias

 

Hemos acabado la visita con la señora Thompson, ella respondió alguna de mis preguntas que hice. Le pregunté si alguna vez se había casado y me dijo que no, que si tuvo un par de novios después de su primer amor pero nadie lo suficientemente especial como para decidir compartir el resto de su vida con alguien más.

Tomo un poco de helado de chocolate con chispas de colores. — ¿Alguna vez te imaginaste que ella había vivido algo así? —le pregunto a Anthony quien eligió un yogurt de helado sin azúcar.

Este lugar es pequeño, solo hay cuatro mesas rectangulares de madera blanca, paredes de varios colores con un logotipo de un helado sonriendo y ventanas amplias al frente, desde el techo hasta el suelo. Por dentro puedes ver quien camina fuera del lugar pero en el exterior se ve un tanto opaco por el material del vidrio.

Niega, limpiándose la comisura de sus labios con una servilleta de papel. —La verdad no —responde—. A veces el problema con el racismo es que no crees que pueda afectar a las personas cercanas a ti. Lo ves en las noticias, en películas pero crees que es improbable que le suceda a tu vecino o a tu maestra, en mí caso.

Trago el helado y mi lengua se siente fría. — ¿Y ahora qué? —Tengo curiosidad por conocer la siguiente historia—. ¿Cómo escoges a la siguiente persona?

Anthony sonríe. —Es al azar, por ejemplo… —Mira hacia la caja registradora—. La chica de allá, quien nos atendió.

Es la única encargada del lugar, tiene unos diez años más que nosotros probablemente. Lleva el cabello marrón recogido, la mirada cansada y un delineado oscuro debajo de sus ojos.

— ¿La conoces? —pregunto, tiene el rostro tenso pero sigue luciendo bonita.

Él niega. —No, he venido un par de veces pero es la primera vez que la veo aquí —admite—. Pero puedo ir y preguntarle si quiere ser parte de esto.

Lo veo incrédula, si un chico de dieciséis años llegara a ofrecerme contar algo de mi vida privada me sentiría muy incómoda. A Anthony no le importa que piense ella, por lo que veo. Toma su cuaderno y se levanta haciendo que la silla de metal haga un sonido molesto contra el piso blanco.

En la heladería tienen de fondo una estación de radio, están pasando las canciones populares del momento pero a un nivel de volumen muy bajo. Es difícil escuchar la canción cuando un auto pasa al frente.

Para ser verano, este lugar está muy calmado. Lo más probable es que todos se vayan a otros destinos, no muy lejos de aquí hay una playa así que seguramente la mayoría se va a aprovechar estas vacaciones de medio año.

—Hola —saluda Anthony a la chica que estaba colocando los contenedores de helado en el refrigerador colocado en la pared de atrás.

Ella lo mira con las cejas juntas. — ¿Necesitas algo?

Asiente y sin titubear comienza a explicarle todo sobre su libro: —Tengo un proyecto con mi socia, ella es mi socia —me señala, Anthony se está tomando muy en serio eso de ser socios—. Me llamo Tony y ella es Isabelle, nosotros estamos buscando darle una voz al mundo.

Cada vez usa una frase diferente para describir lo que hace.

La chica lo mira un poco confundida. —Bien…

—Queríamos saber si quieres ser parte de esto —le enseña su cuaderno—. Estas son las preguntas que normalmente hago antes de iniciar con la entrevista aunque no es una entrevista realmente, tú serías la que hablas y yo no haré ninguna pregunta durante tu historia. Al final siempre pregunto si hay algo que les gustaría decirle al mundo.

Ella lee lo que está escrito en el cuaderno, está intentando procesar toda la información, me mira y luego regresa su mirada a Anthony. —Ah, no creo ser útil, lo siento.

Anthony niega, aun con el cuaderno cerca de ella. —Todos tenemos una historia por contar, estoy seguro que tú has vivido algo que te cambió la vida o que mejoró tu vida, quizás algo que siempre has querido decir y nadie te ha escuchado.

Eso ultimo cambió el semblante de la chica, ella bajó la mirada y lamió sus labios, mira al reloj y suelta un suspiro. — ¿Tengo que darte mis datos personales? ¿Solo tengo que hablar?

Anthony asiente con una sonrisa de satisfacción. —Solo tienes que contar todo lo que tú quieras, nadie te juzgará y no usaré tu nombre ni nada que revele tu identidad —explica de una forma tan perfecta que estoy segura ha practicado varias veces—. Pero si tienes que saber que mi propósito es publicar este libro, yo creo que todas las personas tienen algo que aportar y todos podemos tomarnos el tiempo de ver más allá de lo que mostramos —estira su mano hacia ella—. ¿Aceptas? Puedes hacerme más preguntas si quieres saber algún otro detalle.

Ella muerde su labio. —Ahora no puedo, estoy trabajando.

Anthony sigue con la mano en alto. —Claro, no hay problema, tú dime cuando puedes y a donde tengo que ir, con mi socia, por supuesto.

Iba a reclamarle que no dispusiera de mi tiempo a su gusto pero recordé que ser su “socia” significa que lo acompañe todo el tiempo.

— ¿Mañana a las cinco? A esa hora cierro el lugar pero supongo que pueden venir un rato, ¿tardaremos mucho? —No luce muy convencida, incluso pienso que luce un poco arrepentida.

Anthony baja la mano que sostiene el cuaderno. —Tardaremos tanto como dure tu historia, si no te sientes cómoda puedes pedirme que borre la grabación y no usaré tu historia, no te preocupes

Ella toma un respiro, estira su mano y estrecha la de Anthony. —Acepto entonces, eso suena bien —muestra una pequeña sonrisa—. Me llamo Gabriela, por cierto.

Su etiqueta lo muestra, pero no me había fijado en ella hasta ahora.

—Perfecto, Gabriela —separan sus manos—. En ese caso, mañana a las cinco de la tarde. Por ahora solo terminaremos de comer nuestros postres.

Ella asiente y me da una sonrisa rápida, tan rápida que ni siquiera me dio tiempo de devolverla. Anthony regresa a la mesa mientras un par de personas entran a la heladería, se detienen frente al mostrador y Gabriela comienza a atenderlos.




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