Lo Que Nadie Sabe De Ti

8: Un día perfecto para Anthony

 

—Ahora puedes empezar —Anthony le pide a Gabriella.

Venimos un poco antes de las cinco para ordenar unos helados, esta vez pedí uno de fresa y Anthony un yogurt de helado de nuevo, de sabor moras y arándanos.

Gabriela ha cerrado la puerta para que nadie más entre y ha colocado el letrero de CERRADO, se quitó su coleta dejándose el cabello un poco despeinado y sentándose frente a nosotros como si fuera un interrogatorio.

—Es una historia complicada —se pasa los dedos por el cabello.

Anthony asiente en silencio para que ella empiece a hablar, sin presión.

Lame sus labios. —Bueno, verán, tengo una hermana llamada… ah, no nombres, ¿verdad? —se corrige—. Tengo una hermana y ella es lo que las personas llaman “superdotada”  —suspira y mueve un mechón de su cabello hacia atrás—, ella es un año menor que yo, yo tengo veinticinco años. Primero eran cosas pequeñas, sabía leer más rápido que los demás y esas cosas, mis padres solo pensaban que era muy inteligente pero nada especial —hace una mueca—. Luego la adelantaron por ser muy inteligente, empezó a aprender idiomas por su cuenta. Habla seis idiomas y ahora mismo está aprendiendo japonés —se ríe pero no se le ve feliz—. Terminó la universidad y ahora está terminando dos maestrías, ¿Cómo rayos lo hace? —Baja la mirada—. Ella no es mala conmigo pero tengo mucha envidia, mi vida es un desastre.

Mira hacia el lugar donde pasa la mayor parte del tiempo, detrás del mostrador

—Vendo helados, abandoné la universidad y mis padres se encargan de recordarme constantemente lo fracasada que soy en comparación a ella —sus ojos se llenan de lágrimas.

Miro a Anthony quien simplemente asiente. Creo que él ya se acostumbró a este tipo de reacciones, cuando lloran.

—Es difícil para mí, ¿Acaso soy menos importante solo porque no nací como lo que sea que la hizo una niña genio? —suspira—. Tengo tanto dentro de mí, tantas cosas por decir que jamás he podido. Quiero ver a mis padres a los ojos y reclamarles, quiero decirles lo mal que me han tratado y lo injustos que han sido conmigo —cierra los ojos—. Quiero que mi hermana no sea mi hermana, si ella no existiera no me tratarían como una porquería.

Trago saliva, debe ser muy difícil eso, que todo el tiempo te hagan sentir como si no eres suficiente.

Como si ser “tú” es un defecto.

—Pero luego pienso en mi hermana, en todo lo que le ha tocado vivir —abre los ojos de nuevo y toma aire—. Digo, ella nunca tuvo tiempo de ser normal o hacer pequeñas cosas como ver televisión hasta tarde o descansar en vacaciones, siempre iba a cursos de algo, lecciones privadas y estaba siempre leyendo libros grandes con letras pequeñas. Sé que le gustaba pero luego fue como si le pusieran presión y ya no se veía tan feliz.

Veo mi helado y lo muevo un poco pero no como más.

—Estoy aprendiendo a sanar, estoy yendo a terapia con la madre de una amiga de la universidad, ella me está ayudando mucho. Estoy aprendiendo a ser feliz independientemente de lo que mis padres digan o crean de mí, sé que en el fondo me aman pero ahora entiendo que no nací para ser aprobada por ellos o por nadie, solo por mí.

Recuesta su brazo sobre la mesa.

Continua: —Tal vez ellos nunca me dirán que están orgullosos o jamás recibiré tantos halagos como ella pero, está bien. Estoy ahorrando para mudarme, tengo muchos trabajos de medio tiempo y estoy aprendiendo a que cada uno tiene un camino diferente, no es fácil pero lo estoy haciendo. Sé que lo haré, no sé como pero lo haré.

Sonrío, me alegra que no esté totalmente desesperanzada.

—Es difícil, nunca lo había dicho antes, bueno en terapia si lo mencioné pero nunca había querido solo sacarlo. Necesitaba expresarlo al mundo y no sé, ahora que las palabras están fuera de mí espero que nunca más vuelvan a mi corazón —baja la mirada y pareciera como si se le ha olvidado donde está o que le está diciendo todo esto a un par de desconocidos.

Anthony espera un momento para que ella termine de hablar, cuando no dice nada más, hace su pregunta final: — ¿Qué le dirías al mundo si pudiera escucharte?

Sonríe, tristemente. —Más que al mundo, me lo diría a mí misma de ocho o diez años, tal vez de diecisiete o de veinte. Le diría que es suficiente, que es valiosa y que merece tanto amor como su hermana —sus ojos se llenan de lágrimas una vez más—. Que no necesita ser más inteligente o más linda o más nada, que así como es, es perfecta. Que estoy orgullosa de ella y que le prometo no rendirme, que saldré adelante y que nos espera un futuro lleno de personas que nos amarán por quienes somos y no por lo que podríamos ser.

Sonrío y ella se limpia las lágrimas.

—Gracias —dice Anthony—. Agradezco que nos hayas compartido tu historia, es muy valiosa.

Gabriela, niega con una sonrisa genuina. —Gracias a ustedes, esto fue… tan liberador, no lo sé, me siento mucho mejor ahora que alguien más conoce mi historia.

—Tu historia es valiosa —repite Anthony.

Ella asiente y suspira. —Buscaré tu libro, lo juro y compraré mil copias —me mira—. Esto es muy hermoso, lo que están haciendo.

Inclino mi cabeza. —Fue su idea, soy solo su socia.

Ella sonríe. —Gracias chicos, son bienvenidos aquí cuando quieran —se levanta—. La próxima vez que vengan yo invito el helado.

Oh, helado gratis, genial. —Gracias —respondo antes que Anthony hable de azúcar y rechace la oferta.

Anthony toma sus cosas porque debemos irnos, no queremos meter en problemas a Gabriela si la dueña viene, aunque nos dijo que eso casi nunca ocurre.

Ella nos despide con la mano y una sonrisa, una grande y sincera.

No se lo dije en voz alta pero esperaba que mis pensamientos de alguna forma le llegaran.

“Lo lograras” quise decirle, “estarás bien, encontraras tu propio camino”

—Gracias por acompañarme hoy también —Anthony no me mira, revisa algo entre su mochila.




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