Lo Que Nadie Sabe De Ti

32: Magia

 

Esta noche está lloviendo.

Llegamos hace una hora y justo después de bajar las cosas, la lluvia comenzó. Anthony me explicó que por aquí es normal que llueva en verano, más que todo en las noches y luego por el día pareciera que nada sucedió.

Por suerte llegamos antes y pudimos bajar todo, mientras tanto Samantha nos explicó que yo dormiría con Leonor, pues en su habitación hay una litera y mi abuelo se quedará en la habitación restante y los demás en las que aparentemente siempre han tenido.

—Ustedes dos pudieron haberse quedado juntos —Hugo se acerca a Anthony a mí en el sofá.

Anthony levanta su pierna y lo empuja con su pie. —Basta de tus bromas Hugo.

—Vaya, siempre que venimos llueve —dice Samantha sentándose en el otro sofá con un vaso de limonada.

Leonor se acerca a Hugo, él la toma de la mano y la sienta en su regazo—Perfecto para contar historias de terror.

Ella aplaude emocionada.

Vaya, es la primera niña que se emociona con esas cosas.

Anthony por su parte, arruga la nariz. —No otra vez, esas cosas no me gustan.

—A mí me encantan —admito acomodándome en el sofá.

Mi abuelo suelta una carcajada. —Lo sé, ella siempre me pedía que le contara sobre mis experiencias paranormales.

Hugo lo ve con los ojos abiertos — ¿Experiencias paranormales? Queremos escucharlas.

Anthony niega. —No por favor —se quita las gafas—. No es un buen momento, está lloviendo y cualquier ruido me asustará.

Sonrío. —Estarás bien —miro a mi abuelo—. Vamos, cuenta sobre el hombre de negro.

Peter se sienta al lado de Samantha. — ¿Hombre de negro? Ya suena terrorífica.

Mi abuelo asiente. —En realidad, Bradford conoce esta historia —lo mira y se sonríen—. Éramos jóvenes, acabábamos de terminar nuestro entrenamiento y salimos a pasear por el bosque.

Ahora recuerdo que mi abuelo me contó esta historia y mencionó que estaba con su amigo, ahora sé que era el señor Bradford.

—Pues no era tan tarde, eran como las cuatro de la tarde y estábamos buscando algo de los árboles para comer —cuenta mientras la lluvia se vuelve más fuerte—. Entre los arboles vimos a alguien pasar, nos acercamos con cuidado y vimos de lejos un hombre pero estaba vestido de una forma extraña.

El señor Bradford afirma: —Como si fuera de décadas pasadas, de esas películas de caballeros y príncipes.

—Sí —asiente—. Pero todo su traje era negro, y caminaba muy lento.

Leonor se cubre el rostro. — ¿Y les habló?

—Pues no —cuenta mi abuelo—. Pero nos acercamos y cuando estábamos a punto de llegar con él, se movió detrás de un árbol y desapareció.

Samantha abre los ojos. —Qué extraño, ¿No se escondería entre las ramas?

Su papá niega. —No, nosotros lo buscamos y en esa área no había donde esconderse, no sabemos que era.

—Quizás fue un viajero del tiempo —opina Anthony.

He pensado en esa teoría.

—Belle me dijo lo mismo —mi abuelo afirma.

—También una noche estaba durmiendo en una cabaña y sentí que alguien se sentaba en mi cama —cuenta—. Pero no había nadie, abrí los ojos y pude ver una mujer de vestido largo salir. Me levanté de golpe, corrí hacia ahí y no había nadie, no había forma de entrar ni de salir sin hacer ruidos por la puerta —Esa historia también la conocía.

Peter se recuesta. —Una vez cuando era pequeño vi un hombre de unos cincuenta años en mi jardín, era amigable y recuerdo que estaba sonriendo —mira hacia nosotros—. Mi mamá me contó que me vio hablando una hora en el jardín pero no vio a ningún hombre, pensó que era mi amigo imaginario o algo, sin embargo yo lo recuerdo.

—Vaya —que extraño.

A mí no me ha pasado nada de eso, no es que quiera pero me gustaría saber que se sentirá eso, experimentar algo fuera de lo común. Pero algo que no me ponga en peligro.

—Cuando Hugo y Anthony eran pequeños vivíamos en otra casa —Samantha habla—. Pero muchas cosas pasaban ahí, ¿verdad, papá?

El señor Bradford asiente. —Sí, ¿Recuerdas las luces?

Samantha asiente. —Nos apagaban y encendían las luces en medio de la noche, era tan extraño.

Anthony se ríe nervioso. —Gracias a Dios no recuerdo nada de eso.

—Eras un bebé de un año y medio —asegura ella—. También encendían la televisión.

Hugo ríe. —Tal vez era algo de la electricidad.

—No —su abuelo contesta—. Las puertas se cerraban y abrían y muchas cosas pasaron por unos meses antes que… —se detiene y aclara su garganta—, que nos fuéramos de ahí.

—Ya me dio miedo —Anthony se levanta—. Isabelle, ven conmigo, te enseñaré los libros que tengo aquí.

Hugo me señala con su dedo índice. —Nada de besos y dejen la puerta abierta.

Peter se ríe. —Hugo, ya deja de atormentar a tu hermano —le hace una seña—, vayan chicos, ignoren a Hugo.

—Con gusto ignoraré a Hugo —respondo viéndolo.

Anthony y yo salimos de la habitación oscura mientras lo sigo y subimos las escaleras, quería seguir escuchando las historias de terror pero también quiero pasar un poco más de tiempo con Anthony, no parece que sean suficiente las horas que pasamos juntos en su auto.

Él me lleva a la segunda puerta y la abre, es más pequeña que su habitación pero es bonita y ordenada. Tiene una librera negra llena de libros, una cama con sabanas azules y un armario de madera, una mesa de noche y una ventana con vista al mar.

Enciende la luz. —Solo buscaba una excusa para salir de ahí —admite sentándose en su cama.

Veo la puerta, no está cerrada pero está junta, no se puede ver nada del exterior para aquí. —Lo imaginé —sonrío.

—Si quieres tu propia cama puedes quedarte aquí y yo dormiré en el sofá de abajo —ofrece.

Sonrío y niego. —Está bien, me quedaré con Leonor.

Él hace una mueca. —Ella suele hablar en las noches y no dejar de hacer ruidos, también se ha quedado dormida en mi cama y creo que aún tengo las marcas de sus golpes.




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