Lo Que Nadie Sabe De Ti

41: Por la ventana

El lunes siguiente Anthony y yo no hicimos nada especial, podía notar que no estaba tan animado como siempre, estaba segura que se debía a las noticias que su abuelo estaba a punto de rebelar.

Nos sentamos en los columpios, sin decir nada realmente, solo quedándonos al lado del otro. Le pregunté si quería que lo dejara solo, él me dijo que no, que quería estar conmigo, yo me quedé a su lado sosteniendo su mano.

A la hora de la cena él regreso a su casa, prometió llamarme o enviarme un mensaje cuando todo pasara, después que su familia se enterara de eso que a él tanto le preocupaba.

Nos abrazamos antes que él entrara a su casa, regresé a la mía y mi abuelo estaba viendo la televisión. Ambos sabíamos que nuestros vecinos estaban por enterarse de algo que podía ser muy malo o tal vez no tan malo, espero realmente que no lo sea.

—Belle, ven aquí —me pide y me siento a su lado.

Mi abuelo suspira y yo le doy una sonrisa cansada, él se ve triste y seguramente es porque apenas acaba de rencontrarse con su mejor amigo y ahora puede que… bueno.

—Tu sabes que lo mío no son las religiones y eso —me dice—. Pero admitiré que desde que me contaste lo de Bradford he estado orando por él. No sé si Dios escucha a las personas que no le han hablado en mucho tiempo pero tengo esperanza que sí, Bradford siempre creyó en Dios y tal vez me escuche.

Cruzo mis piernas. —Yo pienso que si te escuchará —le digo—. He escuchado las historias de muchas personas este verano y aunque no todos mencionan a Dios, algunos sí y se nota que los ha rescatado de cosas muy feas —recuerdo en especial la historia de Mick— tenemos que confiar que todo estará bien.

—Sí —mi abuelo baja la mirada—. Bradford fue básicamente él único que estuvo para mí por mucho tiempo, ojala la vida nos regalara unos años más juntos.

Me recuesto en sus piernas y él acaricia mi cabello. No quiero pensar en el día que mi abuelo se vaya de mi vida, no puedo siquiera hacerlo sin tener ganas de llorar.

No puedo imaginar lo duro que será para los chicos, para Leonor.

Para todos.

Mi abuelo siempre me dice que lo único seguro en esta vida es la muerte, que hay que ser conscientes de que un día veras a alguien por última vez, que es mejor asimilar el concepto antes que te sorprenda pero, aun si te preparas mentalmente, desearías que no tuvieras que hacerlo.

No es como si significa que el señor Bradford va a morir mañana pero algún día ocurrirá y eso es doloroso de pensar. Nadie quiere decir adiós a quien te ha hecho feliz. Sé lo que se siente que alguien se vaya de tu vida para nunca volver y te deja con un vacío que aunque intentes, no puede llenar con nada.

Después de un rato le digo a mi abuelo que subiré a mi habitación, ha pasado una hora y media desde que Anthony entró a su casa, tal vez aún no ha dicho nada. Tal vez se arrepintió y prefirió quedarse con el secreto.

Media hora más tarde bajo para comer algo, mi abuelo me dice que no tiene hambre, que se irá a dormir temprano. Lo dejo ir, puedo notar en sus ojos el dolor que está sintiendo y eso me provocan ganas de llorar.

Papá llega, y yo sigo en la mesa.

—Buenas noches —dice él.

Asiento. —Buenas noches, hay algo de pizza, ¿quieres?

Niega. —Está bien, ya comí.

Y eso es todo, no decimos nada más, él va por café y yo decido que iré a mi cama. Anthony no me ha escrito ni nada, no sé qué estará pasando pero espero que esté bien. Espero que las cosas hayan marchado bien.

—Belle —papá me detiene antes que suba por las escaleras.

Me doy la vuelta.

— ¿Te fue bien en la playa? —me pregunta.

Trago saliva, ¿está a punto de regañarme por irme sin pedirle permiso? —Ah, sí, nos fue bien.

Asiente. —Bien —suspira—. Perdón por no haberlos llevado antes, a la playa.

Se levanta y va a la cocina, deja la cuchara en el fregadero de una manera muy ruidosa, como siempre lo hace. ¿Acaso acaba de pedirme perdón?

Veo la taza de café y me siento un poco mal, él normalmente llega y se queda solo. Se levanta y trabaja, no habla con nadie aquí, ¿tendrá amigos allá afuera? Es posible aunque no es una persona muy social. Papá no ha sido el mejor padre del mundo pero ha hecho lo que puede.

Me acerco a la cocina y le digo: —Me iré a la cama, buenas noches.

Asiente. —Descansa Belle.

Me doy la vuelta y mis ojos se llenan de lágrimas. Alguna vez fui la niña que abrazaba a su papá con fuerza, a su mamá también. Alguna vez fui más feliz, alguna vez conocí lo que era tener una familia.

Espero de verdad, de todo corazón, que alguna vez esto cambie. Miro hacia el techo, como si hubiera algo más que madera ahí arriba y cierro los ojos.

Pienso en lo que dijo mi abuelo, yo también espero que Dios escuche las oraciones de personas que no suelen hablarle mucho.

De vuelta en mi habitación y luego de cambiarme, me quedé escuchando música sin poder dormir. Mañana no tenía nada planeado con Anthony, no sé si las cosas serían diferentes ahora con él y con su familia, tal vez sí.

Eran casi las once y media cuando un mensaje entra a mi bandeja de entrada.

“¿Estas dormida?”

No es Anthony, es Hugo.

“No” respondo.

“Bien, ¿tu familia está dormida?”

Si por familia se refiere a papá y el abuelo, sí lo están

“sí”

“abre tu ventana” me pide.

Frunzo el ceño, me levanto de mi cama y lo veo desde mi ventana salir por la puerta del frente, luego acercarse a mi casa y yo subo la ventana. Él se acerca y tomándose por unas ramas y unas tuberías, está trepando hasta mi ventana.

¿Hugo está trepando a mi ventana?




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