Lo Que Nadie Sabe De Ti

46 Un poco de celos

 

ANTHONY

—No tenemos que venir a la biblioteca, podemos ir a la cafetería —le digo a Isabelle.

Ella niega. —No, estoy bien aquí —baja la voz—. ¿Seguro que podemos comer?

Asiento. —Mientras que no ensuciemos ningún libro no habrá problema —le explico—. Pero, ¿Qué comerás?

Ella se encoje de hombros. —No tengo hambre.

Niego mientras saco de mi mochila los dos recipientes plásticos, en uno hay fruta picada y en el otro hay dos emparedados de jamón con lechuga, tomate y mostaza cortados por la mitad. —Pues te traje comida, en caso dijeras algo así.

Ella sonríe con el ceño fruncido. — ¿De verdad?

Abro los recipientes y le enseño que hay más comida de la que yo necesito. —Para mi chica.

Isabelle rueda sus ojos pero sigue sonriendo. —Anthony, no tienes que traerme comida.

Me muevo un poco más cerca de ella. —Me gusta hacerlo y prefiero que comas esto a tus dulces y esas cosas malas.

Toma una uva verde y la acerca a mi boca. —Mejor come.

La tomo con mis dientes y la mastico. — ¿Me vas a dar de comer? Eso es tan tierno.

Ella cierra los ojos y niega. —Por favor, basta.

Acerco los recipientes a ella. —Come también, espero te guste, yo hice los emparedados.

Toma uno y le da una mordida. —Me gusta —dice después de tragar.

Yo saco mi teléfono y veo si mi abuelo no me ha enviado algún mensaje. Le pedí que lo hiciera en caso necesitara algo, Hugo también se lo pidió pero él nos aseguró que estaba bien y que dejáramos de actuar así. No me ha escrito nada, debe estar bien.

—Tu abuelo —le hablo a Isabelle—. Está ahí, ¿no? ¿En tu casa?

Ella me confirma con su cabeza que sí. —Aunque es probable que se haya ido a tu casa.

Eso me tranquiliza, me alegra que el señor Moss haya regresado a la vida de mi abuelo. Es su mejor amigo y se preocupa por él como todos nosotros, su compañía es algo que necesita. —Si tu familia no se hubiera mudado ahora mi abuelo pasaría estos días solo —le digo.

Isabelle toma mi mano por encima de la mesa. —Me alegra que no lo esté, mi abuelo cuidará muy bien del tuyo, no te preocupes.

Tomo otra uva y la mastico. —Él quiere que siga con lo del libro, ¿Quieres que sigamos?

—Claro —responde—. Estoy ansiosa por escuchar lo que tu abuelo quiere contarte, tenemos que encontrar al resto de las personas, ¿Cuántas llevas?

Entorno mis ojos. —Para ser honesto perdí la cuenta antes de ir a la playa —respondo—. Pero serán tal vez unas veinte personas, aunque no se me ocurre a quien preguntarle.

Bueno, si se me ocurre alguien. Isabelle. Pero ella no está lista para hablar sobre todas esas partes que aún no me ha contado. — ¿Qué hay de ti? —sugiere—. Tú deberías contar algo.

—No tengo una historia interesante para contar —admito—. Y bueno, ¿Cómo ha sido tu vida en la escuela hasta ahora?

Se encoje de hombros. —lo mismo de siempre, nada bueno.

Resoplo. —Aún no he tenido ninguna clase con Hugo —digo—. ¿No sería divertido que los tres estemos en una clase juntos?

Ella está viendo hacia la fruta. —Supongo —mueve su mano para tomar la mía por encima de la mesa—. ¿Qué tal todo contigo? ¿Ya te han coqueteado más chicas?

Eso me hace sonreír. —Isabelle, nadie coquetea conmigo.

Me mira con los ojos entrecerrados. —Creo que eres de esos chicos que nunca entienden las señales que les dan, lo veo todo el tiempo.

Ajusto mis gafas. —No, la única persona que ha coqueteado conmigo eres tú.

Arruga su frente. —Jamás en la vida coquetee contigo, lo nuestro fue tan… espontaneo.

Subo mi brazo por encima de sus hombros y la atraigo hacia mí. Ella acomoda su cabeza en mi hombro. Hay tantas cosas que me gustaría decirle, cosas que las siento realmente. Como que con ella es la primera vez en mi vida que me siento así, no solo enamorado sino como si estoy en el lugar correcto, en el tiempo correcto con la persona correcta.

 

En clase de Historia hicieron pasar a los nuevos para que se presentaran en la clase. Isabelle me dio una mirada llena de irritación antes de levantarse y caminar sin ganas hasta el frente. También pasó un chico y una chica.

La otra chica habla primero: —Hola, soy Danna, bueno, Daniela pero pueden decirme así.

El profesor Green señala a Isabelle, casi puedo escuchar su exhalación desde aquí. —Um, soy Isabelle.

Ahora es el turno del otro chico, él sonríe. —Hola, soy Sean.

—Bien, gracias —el profesor Green mueve sus manos—. Ya pueden sentarse, vamos a comenzar.

Isabelle regresa pero por un segundo sus ojos se movieron a Sean, ¿lo conoce? Parece que sí, parece que quiere decirle algo pero se retracta de esa idea. Luego se sienta a mi lado.

No siento celos de Sean porque a pesar que no conozco a Isabelle por mucho tiempo, sé lo suficiente de ella para saber que es una persona honesta y que cada vez que dice que me quiere, lo dice enserio.

No culparía a nadie si volteara a verla, ella es muy linda.

El profesor dio una introducción sobre su curso, explicó como le gusta que entreguemos los trabajos de investigación, los temas que tocaríamos en los próximos meses y que espera que colaboremos para que su clase salga bien.

El señor Green tiene más o menos la edad de mi papá, lo observo y me pregunto sí tiene hijos. Quizás sí, o quizás no, quizás vive con un gato y nunca ha considerado casarse. Quizás le rompieron el corazón en la universidad y desde entonces ya no ha salido con nadie. Quizás ni siquiera está interesado en salir con mujeres y su pareja es un hombre que vive en otra ciudad pero se ven todos los fines de semana para hablar de conflictos internacionales y poesía.

Sonrío para mí mismo.

Esto es algo que me gusta hacer desde que soy niño. Imaginarme la vida de las personas que no conozco realmente. Me gusta crear historias en mi cabeza desde siempre, antes incluso me dejaba caer sobre la cama y viendo al techo, armaba toda una película en mi cabeza.




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