Lo Que Nadie Sabe De Ti

51: El cielo

 

ANTHONY

No entiendo como lo hacen.

No entiendo como Isabelle puede confrontar a las personas sin miedo, no baja la mirada y no se oculta. Tampoco entiendo como Sean puede hablarle a Kenny (el capitán del equipo de futbol) sin miedo a ninguna consecuencia.

Bueno, en parte puedo entender a Sean. Es alto y fuerte, creo que si yo luciera como él también tendría un poco de seguridad pues podría defenderme pero, Isabelle es lo opuesto. Aun así, no es nada débil.

—Entonces, se supone que los unicornios aún existen —es lo primero que escucho cuando abro la puerta.

Leonor está frente a los abuelos contándoles algo, seguramente es una de las teorías conspirativas que últimamente ha estado viendo.

—Hola, regresamos —saludo.

Sean entra detrás de mí y de Isabelle, ellos nos observan intrigados por este nuevo invitado.

—Ah, él es Sean —lo señalo—. Um, es nuevo en la escuela.

Leonor se sienta al lado de mi abuelo. — ¿Ya tienes amigos, Tony?

Suspiro. —Gracias por tu honestidad, hermanita.

Se encoje de hombros. —Mamá dice que siempre hay que ser honestos, cuando alguien miente crece como moho dentro de ti.

El abuelo de Isabelle eleva una ceja, seguramente es una imagen no tan agradable para él, en especial porque una niña lo ha dicho.

— ¿Dónde está mamá? —pregunto.

Mi abuelo contesta: —Fue por algo a la tienda, ya regresa.

— ¿Hugo no ha venido, verdad? —pregunto lo obvio, su auto no estaba afuera.

Los abuelos niegan.

No sé qué sucede con Hugo, está más alejado que nunca. He intentado hablar con él pero siempre me aleja, me asegura que está bien y luego se va. No quiere hablar conmigo y eso me duele.

Sé que ahora tengo a Isabelle y estoy muy feliz por ello pero, creo que hay situaciones que solo entre hermanos nos entendemos. Hugo y yo deberíamos tener más conversaciones en estos momentos pero no ha sucedido, solo me aparta.

Y es conmigo.

Lo he escuchado hablar con mamá, con mi abuelo, con papá e incluso con el señor Moss pero no conmigo.

—Tu hermana se parece mucho a ti —Sean me señala.

Leonor niega, exageradamente. —No, no, yo soy más bonita.

Los abuelos ríen.

—Bueno, será mejor que ahora, um, iremos a mi habitación —veo a mi abuelo—. ¿Podemos? ¿Está bien?

Mi abuelo asiente, sonriendo. —Claro que sí, sé que eres muy buen chico —mira a Leonor—. En cambio esta señorita.

Leonor intenta no sonreír. —Soy un angelito.

El abuelo de Isabelle la mira. — ¿Todo bien en la escuela, Belle?

Ella se acerca y le da una palmadita suave en el hombro. —Todo bien, mejor ahora que se ha acabado.

Eso me hace sonreír, al igual que a los abuelos.

—Está bien, entonces —miro a Sean y a Isabelle—. Vamos, allá podemos estar más tranquilos.

Subimos sin hablar hasta llegar a mi habitación, antes de entrar volteo hacia la de Hugo. No solemos husmear en los espacios personales de los demás pero, hoy si quisiera hacerlo.

Necesito saber que está pasando en la mente de mi hermano, saber si está bien o si necesita algo. Yo no estoy completamente bien, pero intento mantener las cosas como mi abuelo quiere.

Pero, ¿Qué piensa Hugo?

—Vamos —digo, empujando la puerta.

Sean sube la mirada al techo y la pasea por todo el lugar, se mueve de un lado al otro analizando mi habitación.

Sean es una persona difícil de definir y ahora, estoy intrigado por él. Al principio no era necesariamente mi persona favorita y no me hacía tan feliz que conviviera con Isabelle pero hoy se comportó de una manera distinta y bueno, he visto que su trato con Isabelle no es como había supuesto al principio.

No sé cómo explicarlo pero, creo que si Isabelle tuviera un hermano, sería como Sean.

—Deja de examinar todo de esa forma —Isabelle pide, sentándose en la orilla de mi cama.

Sean la mira entornando sus ojos. — ¿Por qué? Esta no es tu habitación y —levanta un dedo—. Esperen, son vecinos, eso significa que vives allá, ¿no? —señala a la derecha.

Asiente. —Sí, normalmente los vecinos viven al lado, ¿no?

Sean se acerca a la ventana y mira hacia abajo, luego sube su mirada. — ¿Ahí está tu habitación?

Isabelle permanece en silencio, luego camina a la ventana para ver que está señalando Sean. La habitación de Isabelle también tiene una ventana pero no estamos alineados, la de ella está justo en medio de la habitación de Hugo y la mía, así que no se puede ver nada desde aquí.

Veo a Isabelle que observa hacia su habitación de una manera extraña, sus ojos se mueven lentamente hacia mí y aclara su garganta.

—Mejor, hagamos algo ahora.

Aún estoy conociendo sobre Isabelle pero, ¿Por qué lucia como si quisiera confesar algo? He visto esa mirada en Leonor, cuando se metió a mi habitación y por error rompió una serpiente de cristal pequeña que usaba como decoración.

He visto esa mirada en Hugo, cuando pasó muy cerca de un muro y raspó el auto.

Pero ahora solo puedo preguntarme, ¿Por qué luce así?

—Creo que un correo es lo más fácil —Sean interrumpe mis pensamientos.

— ¿Qué? —digo.

Levanta dos dedos. —Hacerlo al viejo estilo, que confiesen sus secretos en un correo electrónico, ¿no crees?

Es gracioso que Sean ahora sea parte de todo esto. No esperaba agregar a alguien más que Isabelle pero si nos ayuda a retomar el ritmo, estoy bien con ello.

—Suena bien pero, ¿Cómo lo hago saber? —Me siento en la cama—. Y también me gustaría que fueran historias reales, cualquiera puede inventarse algo.

Sean se sienta a mi lado, dejando a Isabelle en la ventana, quien sigue viendo hacia afuera.

¿Qué es lo que pasa?

—Podemos hacerlo como un proyecto —afirma—. Tu y yo levamos esa clase de Sociedad y Cultura, o como se llame —suelta, doblando una pierna—. Podemos proponer que las personas envíen correos anónimos contando su historia y al leerlas, podremos intentar identificar si mienten o no.




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