ANTHONY
— ¿Y ahora como lo promocionamos? —le pregunto a Sean.
Inesperadamente, él sí parece estar comprometido con este proyecto. Al comienzo pensé que sería algo que yo haría y luego llegó Isabelle, quien me ayudó durante todo el verano y ahora, está Sean.
Tengo que admitir que me alegra que él esté con nosotros también. La verdad, al comienzo, no sabía qué pensar de él pero estos últimos días me he dado cuenta que realmente no tiene ningún interés en Isabelle y sí le interesa pasar tiempo con nosotros solo para divertirse, aunque lo niegue.
Ahora que el profesor aprobó nuestra idea y ya tenemos el correo electrónico donde la gente puede enviar sus historias, solo resta que las envíen.
Sean se encoje de hombros. —No sé, ¿y si haces carteles?
Tuerzo la boca. —Puede ser, aunque no estoy seguro si me dejaran colocarlos aquí en la escuela.
Sean resopla. —Rompe las reglas un poco, rubio.
Ajusto mis gafas. —No vale la pena, las rompería si valiera la pena, digo, hay que encontrar otros métodos.
Sean recuesta su codo en el escritorio y su cabeza en su mano. —Tú eres tan peculiar, ¿alguna vez has hecho algo malo en tu vida?
Sonrío. —Um, supongo, pues… —me detengo a pensar—, bueno, una vez me comí las galletas de mi hermana.
Sean junta sus cejas. — ¿Eso es todo?
Me enojo de hombros. —Pues no sé qué quieres que te diga, no he hecho nada malo porque no creo que hacer cosas malas sea necesario.
Sonríe de lado. —Interesante, entonces, eres el hijo bueno.
Rasco mi nuca. —Pues, no es como si mis hermanos sean malos, son buenos aunque Leonor es un poco más… no sé, traviesa.
—Tu hermanita me cae bien —Sean afirma.
Ayer estuvo con nosotros comiendo y Leonor no dejaba de preguntarle cosas extrañas como si creía en los duendes y cuáles eran los animales más raros del mundo, sin embargo, Sean intentaba seguirle la corriente y responderle todo lo que podía.
—Tú le caes bien —digo—. Leonor es sociable y tiene muchos intereses que dejan de interesarle en poco tiempo, aunque creo que no es tan malo porque ahora sabe muchas cosas de diferentes temas.
Suelta aire por la nariz. — ¿Y qué hay de tu hermano? ¿Es igual de aburrido que tú? —sonríe al decir eso, como señal que solo está bromeando.
Niego con la cabeza. —Hugo no es aburrido pero no es malo, es más amigable, supongo.
— ¿Amigable? —Pregunta, frunciendo el ceño—. Pero si ayer casi ni hablaba.
Bueno eso es cierto. Ayer no hablaba ni subía la mirada, solo masticaba la pizza en silencio y luego regresó a su habitación.
—Es solo que, ahora las cosas no están yendo tan bien —confieso—. Pero es una buena persona, Hugo es genial, dale tiempo.
Inclina su rostro. —Y, ¿alguna vez se han peleado?
Intento recordar alguna pelea, pero no hay ninguna muy grande. Por supuesto que como hermanos hemos discutido pero nada demasiado relevante, cosas tontas que se nos olvidan en un par de minutos.
—No —digo—. Hugo me molesta en ocasiones pero no peleamos, no es el tipo de personas que insulta y ofende.
Suelta una risa corta. — ¿Ah, sí? Parece que tienes a tu hermano en un pedestal, no deberías. Si algún día hace algo malo, se caerá de ahí y te decepcionaras.
Reajusto mis gafas. —No es así, sé que no es perfecto pero sé que tipo de persona es. Hablo enserio, él es un buen hermano y no hay forma que me sienta decepcionado de él.
— ¿Ya te contó su historia? ¿Para tu libro? —pregunta.
Muevo la cabeza de izquierda a derecha. —No, bueno, en realidad me ha dicho que ya sé todo de él.
La campana nos avisa que este periodo ha terminado, rápidamente nuestros compañeros alrededor comienzan a guardar sus cosas para salir. El profesor nos recuerda la tarea que ha dejado y se despide.
—Mira rubio, te daré un consejo —Sean se levanta del escritorio—. Todos te van a decepcionar en algún momento, no asumas que solo porque tú no les harías daño significa que ellos no te lo harían a ti.
Me levanto también. —Pero…
Levanta la mano extendida para detenerme. —Hablo enserio, no quieras demasiado a las personas —me observa un segundo—. Siento que eres una buena persona, demasiado buena para mi gusto pero, mantén eso en mente.
Yo también observo a Sean. Él es unos centímetros más alto y sus brazos son el doble que los míos, tiene uno de esos rostros que rápidamente lo coloca entre los “guapos” de la escuela (eso lo escuché de una compañera en la clase anterior) y su personalidad es dura pero, dentro de él, parece haber algo más.
Alguien más.
— ¿Me contaras tu historia? —pregunto.
Sonríe. —Ya te dije que no tengo nada por contar.
Eso no es cierto. —Um, ¿seguro?
Rueda los ojos. —Vamos rubio, tu novia debe estar esperándote ahora, tengo hambre.
—Entonces, ¿Podré leerlas? —Sean pregunta, metiéndose varias papas fritas a la boca.
Isabelle suspira y se recuesta en mi hombro. —Anthony, ¿Cómo nos deshacemos de él ahora?
Sonrío, recostando mi cabeza en la suya.
Sean arruga la frente. —Que grosera eres, ¿sabías?
—No me importa —responde.
Sean rueda los ojos. —Entonces, las historias, ¿Cuándo las podré leer yo?
—Cuando… —empiezo a responder.
Pero Isabelle interrumpe: —Cuando el libro se publique y puedas comprarlo.
Sean la ignora. —Quiero ponerme al día, de todas formas son anónimas, ¿verdad?
Asiento. —Sí pero, bueno, aún estoy escribiendo todo y no está editado pero, um, si quieres puedes leerlo.
Estamos sentados en las mesas afuera de la cafetería, las personas no suelen venir aquí porque son más pequeñas y normalmente prefieren sentarse en grandes grupos pero nosotros solo somos tres.
Esto es extraño para mí. Antes del verano, mi única compañía era mi comida, algún libro o mi teléfono y muchos videos sobre todo tipo de temas. Hoy, estoy con una chica muy linda que es mi novia y un chico que parece tener confianza en sí mismo y al quien, le agrado.