Lo Que Nadie Sabe De Ti

57: Noche

 

ANTHONY

Estoy a un lado de Isabelle, sobre su cama mientras ella se recuesta sobre mi pecho.

La verdad, esa es una escena que parecería romántica en algún libro pero ahora no lo es realmente. Ella me confesó algo muy grande y doloroso, algo que de cierta manera, puedo entender.

Mi mamá me “dejó” cuando era un bebé pero volvió, se quedó y sé que ahora jamás haría eso conmigo o con mis hermanos pero, su mamá se fue. La dejó.

No sé la historia pero, me duele mucho verla así. Isabelle en mis ojos es fuerte, segura y confiada. Desde que rebeló sobre la situación de su madre parece todo lo contrario.

Quisiera poder protegerla de alguna manera, ayudarla a sentirse mejor y olvidar todo el dolor pero no puedo. Lo único que puedo hacer ahora es sostenerla entre mis brazos.

Ya está oscureciendo afuera pero no me importa. No me iré de su lado, ahora mismo me necesita y ella ha estado conmigo cuando la he necesitado.

Se mueve un poco, dejando su cabeza a la altura de mi hombro. —Anthony, lamento no ser la chica que mereces.

Acaricio su mejilla. —Eres todo lo que siempre he soñado y mucho más, no digas eso.

Suspira. —A veces pienso que conocerte ha sido un sueño —baja la voz—. Que voy a despertar y no voy a conocerte, que todo ha sido mi imaginación.

Me muevo para alinear mi rostro con el suyo. —Mi vida contigo es como un sueño —digo, esperando que se queje de mis palabras cursis.

Pero solo hace una mueca. —No entiendo porque me quieres, soy un desastre.

Paso mi mano izquierda por su cabello. —El desastre más hermoso que he visto en mi vida.

Rueda los ojos y una pequeña sonrisa se muestra en sus labios.

Mi corazón pega un saltito, satisfecho con su reacción. —Oye Isabelle, lamento mucho todo lo que has pasado pero también lamento que has guardado todo esto en silencio, si quieres hablar hazlo, voy a escucharte.

Lame sus labios. —Bueno, pues… nada. Mi mamá estuvo conmigo por pocos años pero un día ella decidió que ser una madre no era para ella, o al menos en ese momento —arruga el entrecejo—. Ese último día ella preparó panqueques y me dio un batido de chocolate, también me dio un pequeño pastel, pensé que quizás era mi cumpleaños pero no, era una despedida.

Sus ojos se vuelven a llenar de lágrimas.

Ahora que lo pienso a ella le gusta mucho las cosas dulces, me pregunto si es por ese día, el ultimo con su mamá.

Respira profundo. —Se fue, ella… se fue. En ese momento mi abuelo no vivía con nosotros y papá estaba en el trabajo, regresó unas horas después.

—Espera —pido—. ¿Te quedaste sola?

Asiente. —Sí, ella me dejo con la comida y se fue silenciosamente. Solo se llevó una bolsa pequeña dejó todo ahí, no quería nada de su pasado.

Entorno los ojos. — ¿Cuántos años tenías?

—Seis —afirma—. Honestamente no recuerdo la fecha exacta pero tenía seis porque ese año, yo me caí y me lastimé el brazo y recuerdo eso. Recuerdo la fecha de ese año.

¿Seis años? ¿Y la dejó sola?

—Papá llegó y la casa estaba oscura, yo no alcanzaba los interruptores —sonríe a medias—. Me preguntó qué estaba haciendo sola y le respondí que mamá salió, él comenzó a buscar entre todo y encontró una nota, sobre el mueble de la cocina. Era su carta de despedida.

Un par de lágrimas salen de sus ojos.

—Papá me vio a los ojos y me dijo que desde ese día, mamá ya no existía para mí —su voz se quiebra—. Me asusté y le pregunté porque y él solo, me pidió que jamás hablara de ella. Lo hice, yo… la enterré.

Limpio sus lágrimas con mis nudillos.

—Pero sabía que no estaba realmente muerta, pero pensé que tal vez solo se había ido pero, ¿sabes? Ahora ella —hace una pausa larga—, ahora ella en su página publica imágenes y descubrí que se volvió a casar y tiene una niña, una hija.

Al decir eso, rompe en llanto de nuevo.

No puedo evitarlo, mis ojos se llenan de lágrimas también.

Honestamente, cuando pensaba en el amor lo visualizaba como mis padres. Sonreírse a la distancia, tomarse la mano cada vez que podías, escuchar canciones que llevan mensajes secretos, besos en la oscuridad y palabras dulces pero ahora, aquí, me muestra algo distinto.

El amor es, también, sostener a la persona que quieres para evitar que caiga sola. Compartir su dolor inexplicablemente. Olvidar al mundo entero con tal de cuidarla. Ignorar las reglas y los peligros con tal de limpiar sus lágrimas.

Nunca he amado a alguien antes, al menos no de manera romántica pero, estoy seguro que lo que siento por Isabelle es muy parecido al amor. O simplemente, es amor.

Yo sé que es muy pronto pero, ¿Cuándo se supone que empieza ese sentimiento? ¿Por qué es aceptable sentir tristeza inmediata y no amor? ¿Por qué se nos permite odiar con tanta facilidad pero amar está lleno de reglas?

—Lo lamento, ya no quiero llorar —dice, sorbiendo por su nariz.

Yo me levanto con cuidado, me acerco a su escritorio y tomo un par de pañuelos desechables. —Ten.

Los toma y se limpia las mejillas y el puente de la nariz. —Me veo como el asco.

Coloco mi mano sobre su cabeza y me inclino para besar su mejilla. —No me gusta que hables así de ti, eres hermosa.

Deja los pañuelos fuera de la cama, al otro lado. —Lo siento, deberías irte ahora. Es tarde, lamento tenerte aquí toda la tarde.

Niego. —No me iré, necesito que estés bien.

Toca su estómago. —Estoy bien, solo necesito dormir.

Me doblo de rodillas y tomo sus manos. —Escúchame, sé que recién comenzamos nuestra relación y nos conocemos de muy poco tiempo pero yo estoy seguro que te quiero y quiero estar contigo por mucho tiempo, déjame cuidarte. Eres importante para mí.

Sonríe tan solo un poco. —Eres muy lindo —coloca sus manos sobre mis hombros—. Muy, muy lindo.

Sonrío. —Es porque no llevo las gafas ahora, ¿verdad?




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