Lo Que Nadie Sabe De Ti

62: Mis hermanos

 

HUGO

El silencio nunca había sido tan ruidoso.

Mis hermanos miran hacia abajo, evitando a los demás. Mi abuelo sonríe como si nada hubiera sucedido. Como si no nos acabaran de anunciar que él se irá pronto a un hospicio y que le quedan tan solo meses de vida.

Mamá se acerca a Leonor para abrazarla pero ella retira su brazo bruscamente.

—Princesa —mi abuelo habla—. Está bien, aún estoy aquí.

Leonor niega varias veces, luego levanta la mirada y sus ojos están llenos de lágrimas. — ¿Por qué te vas a morir, abuelo?

Yo muerdo mi labio inferior intentando controlarme.

—Las personas tienen que irse —afirma, calmado—. Es mi momento, no te preocupes, siempre cuidaré de ti.

— ¡No! —Grita, enojada—. No quiero que me cuides, quiero que estés aquí y que me abraces, que me mires cuando bailo y yo… —rompe en llanto.

Lo que provoca que mis lágrimas también se deslicen fuera.

Tony se coloca ambas manos en el rostro y llora también. Mamá, sin poder evitarlo, llora.

Esto parece un funeral, aunque el abuelo sigue aquí. Está aquí, pero no por mucho. No por mucho seguiré escuchando su silbido mientras prepara su café. No por mucho sentiré la calidez de sus abrazos cuando llego de la escuela. No por mucho me apretará las mejillas como lo ha hecho desde que soy niño.

Sé que las personas tienen que irse, es lo natural pero eso no significa que no duela. Porque duele mucho. Duele tanto que quiero gritarle a alguien para que se detenga. Que ya no me quite más personas.

Pero el abuelo tiene que irse, sea en unos meses o en unos años. No puede vivir para siempre.

Pero quiero que lo haga.

—Ven aquí —el abuelo abre sus brazos y Leonor corre hacia él.

Ella llora como nunca.

Escuchar los lamentos de mi hermanita me rompe el corazón. Me siento igual que ella, quisiera poder expresarme de esa manera pero siempre dentro de me siento que debo de comportarme fuerte por ellos.

Respiro profundo y voy al lado de Tony, coloco mi mano sobre su espalda y él se acerca a mí para que lo abrace.

Lo hago, cerrando los ojos contra su hombro y dejando salir más lágrimas.

En este momento ya no importa nada más. No importa nuestra estúpida discusión, no importa que él sea novio de Belle o nada más. Ahora es solo un momento que ambos necesitamos.

Mamá se sienta al lado del abuelo y lo abraza también. Después de todo, ella es su hija. Ella perderá a su padre pronto.

Nunca estaremos listos para ese día.

 

—Lo voy a extrañar mucho —Tony susurra.

Esta noche, él y yo estamos en su habitación como en los viejos tiempos. En aquellos años yo solía creer que nunca sería necesario tener habitaciones separadas porque siempre compartiríamos todo.

—Yo también —admito, con una presión en todo el cuerpo.

Sorbe por la nariz, aunque dejó de llorar hace varios minutos. —Yo… siempre pensé que tendríamos más tiempo.

No digo nada.

—Necesito terminar ese libro, quiero que me cuente su historia —suspira—. Necesito hacerlo.

Giro mi rostro para verlo. — ¿Recibiste correos, no?

Asiente primero pero luego, gira su rostro también hacia la izquierda y entorna los ojos. — ¿Cómo lo sabes?

Trago saliva. —Porque sí, lo vi…

Cierra los ojos unos segundos. —Hugo… —respira profundo—. ¿Quieres contar tu historia para mi libro?

Mis cejas se elevan. La verdad, no quiero hacerlo. Fu suficiente decirle todo hoy, cuando nos encontramos fuera de la tienda de conveniencia y lo llevé al lugar que he estado visitando últimamente.

El cementerio donde enterraron a mis padres biológicos.

Muevo mi cabeza para ver hacia el techo. — ¿Algunas vez piensas en eso?

No me contesta por varios segundos. — ¿Hablas de nuestros padres biológicos?

—Sí —respondo—. Sabes que, bueno, no somos hermanos realmente.

Resopla. — ¿No? Yo pensaba que sí —contesta sarcásticamente.

Le pico un costado con mi dedo. — ¿Desde cuándo sabes usar el sarcasmo?

Sonríe, por primera vez en toda la noche. —No sé, yo… no me importa —me voltea a ver—. Sé que somos primos en realidad pero no me importa, ahora eres mi hermano y siempre lo serás, Leonor es nuestra hermana. No media hermana, no es tu prima. Es tu hermana.

Sonrío también. —Sí, lo es. Jamás podría no verla de esa manera.

Gira su cuerpo a un lado. —No pensó en él —afirma—. No me importa él. Papá es mi papa, es todo lo que importa, estoy feliz que ese hombre no se quedó, no creo que mi vida hubiera sido igual.

Me giro también para verlo de frente. — ¿Crees que dentro de mí hay genes malos? Digo, ese hombre… mató….

—No —se reacomoda, levantándose para sentarse—. No hay maldad dentro de ti, Hugo. No eres malo, eres muy bueno. No vuelvas a pensar en eso.

Me siento también. —Pero, te dije que él…

—Lo sé —baja la voz—. Pero yo creo que tú y él no tienen nada en común. En realidad, es probable que todo lo hayas heredado de ella —mi madre biológica—. Seguramente era una buena persona, seguramente estaría muy orgullosa de ti.

Resoplo, aunque lo hago solo para ocultar mis ganas de llorar otra vez. — ¿Sabes? —Miro hacia la ventana—. No soy tan bueno como crees.

Besé a tu novia.

He sentido celos de ti.

Se encoje de hombros. —Lo eres para mí. Para Leonor, para mamá, para papá y para el abuelo. Incluso, para la abuela. Ella siempre lo dijo, que tenías ojos de bondad, ¿no?

Sonrío, recordando a la abuela. —Es raro —digo—. Recuerdo cuando ella murió y sentir su ausencia, fue raro pero, no comprendía totalmente la muerte. Pensé que de alguna forma, volvería.

—Yo también —responde, con un tono triste.

Alguien llama a la puerta y luego la abre, giramos para ver quién es. Leonor nos mira, tímidamente.

—Um, hola… —saluda—. Yo…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.