Lo Que Nadie Sabe De Ti

73: Ni la tuya

 

ANTHONY

Me enamoré de una chica, de mi nueva vecina, cuando aún tenía dieciséis años y estaba a punto de cumplir diecisiete.

Ella tenía el cabello morado, al final de este, sus ojos eran grandes y su rostro me robó el aliento. Ella no creía en amor a primera vista, ni siquiera quería amor en ningún sentido, su voz era fría y parecía que no quería estar ahí.

Aun así, esa chica me vio con curiosidad cuando le hablé sobre este libro. Ella me acompañó a escuchar casi todas las historias. Esa chica, mi Julieta, prestaba atención y se conmovía de la misma forma que yo. Incluso llegó a derramar algunas lágrimas, entonces comprendí que esa chica lo entendía.

Me entendía.

La llamo Julieta por un chiste interno entre nosotros. Ella es Julieta y yo Romeo, aunque nuestro amor no fue prohibido por nadie. En ese sentido, somos afortunados. Mi corazón no hubiera sobrevivido al vivir toda una vida sin ella, pensando en todo lo que pudimos ser pero jamás se convertiría en realidad.

Mi chica, libremente mía, me abrazaba cuando me sentía perdido. Sus besos eran tan dulces como ella, sus manos encajaban perfectamente con las mías y ese verano, ese primer verano donde la conocí, siempre formará parte de mi corazón.

Los días de verano pasaron y un nuevo capítulo empezó en nuestras vidas. Uno donde estuvo a mi lado mientras perdió a una de las personas más importantes de mi vida. Uno donde ella afrontó todo lo que prefería ocultar para siempre. Ambos, cada día, nos sosteníamos y a pesar que solo éramos un par de adolescentes nuestro amor era como una pequeña semilla que crecía cada vez más.

Porque sí, éramos jóvenes y quizás para el resto del mundo, no conocíamos nada sobre el amor pero se equivocan. Así como el amor llevó a una mujer cuidar de su sobrino como si fuera su propio hijo, así como un hombre ama a dos chicos que no llevan su código genético como si fueran suyos, así como un primo se siente como un hermano completamente, el amor no se puede encasillar.

Amas a quien tu corazón decide. Amas a pesar de las dudas. Amas a pesar de los errores. Amas a pesar de que no sea “lo normal”. Porque puedes fingir que no está ocurriendo, puedes pasarte toda una vida negando ese amor pero siempre va a estar ahí. Existiendo.

Así que sí, mi chica y yo éramos jóvenes pero nos amábamos. Nos amábamos porque creíamos en el otro, porque nos cuidábamos y ayudábamos. Nos amábamos porque a pesar de cada obstáculo, siempre terminábamos eligiéndonos.

Nadie me besa como tú. Nadie sostiene mi mano de esa forma, nadie me hace sentir las mariposas en mi estómago a pesar de como el tiempo sigue avanzando. Nadie nunca se comparará contigo.

De la misma forma en que dos chicos se enamoraron en un terreno baldío hace mucho tiempo, me enamoré de ti. Porque estoy seguro que esos dos chicos se verán de nuevo, en otra vida, en otra dimensión o en otro lugar desconocido. Ellos bailan, se ven a los ojos y sonríen. Su amor fue y es real, a pesar que nunca pudieron expresarlo abiertamente.

Y quizás está en nuestra genética, estábamos destinados a conocernos. En otra vida, si es que las hay, nos habíamos visto pasar y finalmente nos encontramos. Quizás es como debía suceder, los nietos de esos dos chicos enamorándose tal y como ellos lo hicieron.

Así que aquí está, algo que le diría al mundo: Que te amo Isabelle Moss y no puedo esperar para pasar el resto de mi vida contigo.

Y este es el final del libro pero no de mi historia, ni la tuya.

 

Entonces tú, ¿Qué le dirías al mundo si todos te estuvieran escuchando?

¿Qué es lo que nadie sabe de ti?




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