Ever.
—¿Qué? —Richard preguntó mirándome fijamente—. Por supuesto que vivirás aquí. ¿Por qué no lo harías?
—Porque no… puedo —dije.
—¿No puedes? ¿Así de simple? —Ryan espetó lanzándome una mirada furiosa que parecía querer quemarme viva—. ¿Se puede saber por qué no puedes?
—Porque... bueno porque yo… —no encontraba las palabras para decirlo sin revelar nada. No podía decir: Bueno, Ryan, no quiero vivir aquí porque si lo hiciera, estaría conviviendo con dos hombres, y dada a la situación que he vivido, bueno, tengo pavor de su presencia.
No.
Definitivamente no era la manera de decirlo. Me rebané los sesos en busca de algo convincente para argumentar, pero mi mente parecía estar bloqueada a propósito.
—Es sólo que no puedo —argumenté patéticamente devolviéndole la mirada a Ryan.
—Eso es basura. Primero lo de la boda. ¿Y ahora esto? ¿Qué sigue? ¿Harás huelga de hambre para que Rachel se vaya contigo?
—Ryan —Richard pronunció su nombre con impetuosa autoridad.
El atractivo chico le dedicó a su padre una mirada de reproche, y a mí, bueno a mí me miró ceñudo dejándome ver lo enfadado que se encontraba.
¿Por qué?
Se notaba a kilómetros que yo no le agradaba. ¿Qué más le daba que yo no viviera con ellos? ¡Si incluso lo beneficiaba! No tendría que tratar conmigo todos los días.
—No entiendo —Richard declaró con la cabeza entre las manos—. Creí que estabas de acuerdo con la boda... yo... incluso me felicitaste.
—No es eso, en verdad que no Richard, no tiene nada que ver con ustedes —negué poniéndome absolutamente nerviosa. Mis manos estaban húmedas por el sudor, y mis ojos vagaban de un lado a otro para no tener que mirar al esposo de mi tutora.
—Richard —Rachel intervino al fin reaccionando—. Ever sólo necesita tiempo para asimilar todo esto… ten en cuenta que fue muy repentino para los chicos, y deben hacerse a la idea de esta nueva familia.
—Lo sé, pero… ¿No crees que sería algo bueno que el asunto se reconsiderara? Es la oportunidad perfecta para conocernos mejor, tanto Ryan como yo queremos hacerlo.
Por su parte, Ryan arrugó el ceño en clara demostración de desacuerdo, como si lo que había dicho Richard fuese la cosa más absurda que pudo haber mencionado. El esposo de mi tutora miró a su hijo con reproche, haciéndolo cambiar de expresión inmediatamente, sin embrago, cuando miré sus ojos verdes, pude ver que el odio y el desdén seguían allí.
No me importaba. Yo estaba acostumbrada al odio.
—Te entiendo, en verdad lo hago —Rachel dijo mirando suplicante a su esposo—. Pero debo respetar los deseos de Ev.
—¿Por qué? —preguntó Ryan con arrogancia y alzando las cejas—. Rachel, tú podrías hacer que ella te obedezca, es decir tiene que hacerlo, eres su madre… además yo creo que Ever tendría que hacerlo si no hay opciones ¿Cierto? Apuesto a que ella no quiere verte siendo infeliz… ¿O sí? —lanzó la pregunta a la deriva haciendo parecer como que lo había hecho sin intención, pero me di perfectamente cuenta de que él sólo me miraba a mí, retándome a negarlo.
Genial.
Ahora estaba tratando de hacerme sentir culpable. Y lo peor del asunto es que le estaba funcionando.
Mi interior se encogió incómodo y unas nauseas comenzaron a hacerse presentes en mi estómago. Por un segundo, reconsideré mis opciones.
Vivir con Rachel, su esposo y su hijo. Me vi levantándome de mi cama a primera hora de la mañana para ir a la escuela. La “familia” esperándome abajo para desayunar, Ryan aguardando en la entrada para irnos al instituto. Ryan abriéndome la puerta de su coche al subir y bajar. Llegar a comer y cenar los cuatro juntos. Ver una película o salir al cine ocasionalmente.
No parecía tan malo, pero de alguna manera, yo sabía que las cosas no serían de esa manera. Cuando formas parte de una familia, ellos siempre esperan cosas de ti, esperan amarte y que tú también les correspondas, esperan poder demostrar su cariño con abrazos y sonrisas cálidas.
Y yo nunca podría darles eso. Nunca.
Además de todo eso, de alguna forma, se sentía mal pensarlo. Sentía como si estuviera reemplazando a mis padres, a mi hermano… a todo. Sí, yo los había dejado, pero eso no significaba que yo los fuera a olvidar o a dejar de amarlos.