Ever.
Un peso invisible oprimía mi garganta. Me estrangulaba. Mi propia respiración se agitaba por sí sola, como si de repente ya no fuera algo que yo ordenara que mi cuerpo hiciera, sino que lo hacía por su propia cuenta.
Al otro lado de la oficina, Tomas Rain se paseaba como un gato furibundo. Podía imaginármelo con su pelaje totalmente erizado y los colmillos afilados de fuera. Bruno, por extraño que pareciera, le hacía un complemento perfecto con su actitud seria y calculadora. Los ojos del policía estaban clavados en un punto muy lejano, su ceño estaba fruncido y su boca tenia grabada una mueca de preocupación.
No quería imaginarme que aspecto debía tener yo.
—No lo entiendo —el Oficial Rain musitó sin dejar de pasearse—. Todos estaban aquí, estoy seguro. Yo mismo hablé con el sujeto faltante.
—¿Es el de ojos grises? —Bruno dejó la pregunta colgando en el aire.
Asentí sintiendo que mi interior comenzaba a fisurarse de nuevo.
—¿Cómo logró salir el cabrón? —Tomas inquirió—. ¿Quién lo ayudó? ¿Y cómo es que no nos habíamos dado cuenta?
Un breve silencio prosiguió—. ¿No es obvio? —Bruno declaró.
Tanto el Oficial Rain como yo nos quedamos mirando al joven Policía en busca de respuestas—. Nadie del departamento pudo haberlo hecho. No hay personal con suficiente autoridad para salir como si nada por la puerta acompañado de un recluso, aunque este se haya salido con traje, era obvio que había pasado unos cuantos días encerrado.
—¿Sugieres que es alguien de alto rango? —Rain preguntó.
—Esto viene desde arriba. Alguien con el suficiente poder y una gran influencia. Interrogué a los Policías de turno, pero ninguno parece saber algo, lo cual indica que el movimiento fue hecho en un momento de distracción. Es eso o ellos están mintiendo.
—Lo dudo —el Oficial declaró—. Todos y cada uno de mis Policías le hubiesen cortado las pelotas con gusto.
—Lo sé —Bruno aseguró—. Lo cual nos deja con un millar de interrogantes.
—¿Quién? ¿Por qué? ¿Cómo?
—Dijiste que hace un par de días los Senadores vinieron a un juicio —el Oficial Rain le recordó a su subordinado.
Sus ojos marrones se ampliaron con una grata sorpresa ante su voz—. Los Senadores, parece poco probable, pero…
—Ellos harán cualquier cosa para desacreditarme ¿no? —pregunté y ellos asintieron—. ¿Qué mejor manera de hacerlo que teniendo amigos importantes como apoyo?
Los hombres me miraron fijamente—. Todo está perdido —musité más para mí misma que para ellos. No entendía como el universo conspiraba en mi contra a ese nivel. No era justo en absoluto.
—Todavía no —Bruno dijo tratando de consolarme—. Lo encontraremos Ever. No pudo haberse ido sin dejar pistas.
No respondí. ¿Qué caso tenía?
—¿Ever? —alcé la cara y fijé mi mirada en el Oficial Rain—. Debes ser consciente de que no podemos dejar a tus padres fuera de esto.
—Lo sé —acepté sintiendo cómo cada rama de mi alma que había logrado reconstruir, se caía en pedazos y alimentaba con fuego enloquecedor mi miedo—. Lo sé.
***
Ryan
Vale, decir que estaba volviéndome loco era sinceramente una miseria. No sabía qué demonios me pasaba, pero cuando Ever rechazó de nuevo mi intento por besarla me sentí deshecho, como si algo apretara mi pecho con fuerza y evitara que el aire entrara a mis pulmones.
Era una estupidez, pero en cierta manera me había dolido. Y también era un idiota, pues no podía evitar tener al menos un poco de contacto con ella. Cualquier cosa, un simple toque hacía que mi corazón se acelerara y diera brinc...
De.Ninguna.Jodida.Manera.
Estaba pensando como un maldito acosador. Un imbécil obsesionado. Como un... enamorado.
Aquella palabra me horrorizó tanto que sentí ganas de arrancarme el cabello con mis propias manos.
Jamás podría enamorarme de alguien como Ever. Ella era tan solo un capricho. Tenía cierto encanto, pero de allí a decir que estaba enamorado, había un abismo de diferencia.
—¿Ryan? —Rachel me sacó de mi debate interior—. ¿Estás bien cariño?