Ever.
—¿Recuerdas la vez que fuimos al Corona Music Fest? —Tyler preguntó mientras revolvía por milésima vez su frappe.
—Claro que lo recuerdo —respondí con una sonrisa diminuta—. Fue un verdadero asco.
Tyler rio y elevó sus ojos el techo—. Lo que tú digas.
Tyler me había llamado cuando estábamos desayunando, haciéndome una invitación a tomar algo para ponernos al día.
No tardé ni dos segundos en aceptar. Al parecer, el drama de mamá seguía vigente incluso ese día. Cuando había bajado de su recámara para desayunar, saludó con una alegre sonrisa, pero no parecía que el gesto fuera dirigido a mí, pues de vez en cuando la atrapé lanzándome miradas cargadas de enojo.
Sabía que ella nunca estaría de acuerdo conmigo. Ella jamás lo había estado, pero siendo sincera, esperaba que todo fuera diferente esta vez. Quería que fuera diferente.
Así que… si, cuando Tyler representó el escape, no pude resistirme a tomarlo. Aunque no sin antes asegurarme de que Rachel, Richard y Ryan estuvieran ocupados. Y a pesar de que papá lucía cansadísimo con esas ojeras oscuras debajo de sus ojos, se había ofrecido a llevarlos a conocer a mis abuelos.
Ni en un millón de años pisaría esa casa de nuevo.
Jamás.
—En serio Tyler —repuse con tranquilidad—. Ese concierto fue una pérdida de tiempo.
—No en su totalidad —reclamó con las cejas elevadas—. Si no mal recuerdo… tú y Rony no paraban de cantar.
—Estábamos contentas —repliqué—. El ambiente simplemente… nos atrapó —sonreí con tristeza.
—Si —algo incómodo transformó la expresión de Tyler.
—Si —aclaré mi garganta con disimulo—. Entonces… ¿alguna novia por la cual deba preocuparme?
Tyler soltó una carcajada—. Lo cierto es que sí. Si Ana se entera de que salí a tomar algo con una chica que no es ella, ten por seguro que me despelleja.
Rodé mis ojos mientras negaba con mi cabeza—. Eres incorregible.
—Me conoces bien —mentía, pero escucharlo era reconfortante.
Debí quedarme en silencio por mucho tiempo, pues cuando Tyler habló, lo hizo fallando estrepitosamente al ocultar su incomodidad—. Así que… ¿dónde vives ahora?
—En Oregón, Portland —respondí mientras observaba como Tyler barría nuestro alrededor con la mirada.
—¡Vaya! —él sonrió con descaro—. No sabes cuánto te envidio.
—Ya. ¿No has presentado la solicitud de intercambio? —pregunté con curiosidad.
—Ever —Tyler me dio una mirada de: no-me-digas-que-en-verdad-has-hecho-esa-pregunta—. Mis notas no son lo que se dice “brillantes” —hizo señas con sus manos recalcando la palabra.
Arqueé mi ceja con un poco de altanería—. Puedes esforzarte, ¿sabes?
—No es lo mío —replicó dándome una mirada pícara.
Bueno, allí estaba. Tyler era incorregible.
—Háblame de tu nuevo vecindario —pidió con algo más que curiosidad en su voz, pero no hubo manera de adivinar qué cosa ocultaba—. Debe de ser increíble.
—Lo es —aseguré con una pequeña sonrisa en mis labios—. La urbanización allá va viento en popa. Las casas son tan bonitas que parecen de cuento de hadas —él me sonrío divertido—. Vaya pues, son de la misma magnitud que la de mis abuelos —Tyler abrió la boca con asombro y yo reí abiertamente—. Allí lo tienes.
—¿Es un fraccionamiento? —volvió a la carga con las preguntas.
—No —dije frunciendo el ceño—. No precisamente. Pero es un barrio bastante exclusivo… bueno, al menos en los que se refiere a la casa de Richard, el esposo de mi tutora.
—¿Qué quieres decir? —Tyler indagó observándome fijamente.
—Pero qué preguntón estás —repliqué arqueando mis cejas.
—Tengo curiosidad —se justificó y no dejó de mirarme ni un segundo.
Encogiéndome de hombros, le di otro sorbo a mi frappe—. El asunto es que, por lo regular, me quedo en la casa de Rachel, que es un mucho más modesta que la de su esposo. Pero algunas veces me quedo también con ellos.