Ever.
—¿Qué sucede cariño? —Rachel preguntó mientras yo jugaba con el desayuno en mi plato.
—Nada —me apresuré a meter un bocado de cereal en mi boca.
—Por favor Ever, no me mientas —había un toque severo en su voz.
Joder.
—No lo hago —mentí—- Estoy cansada, eso es todo —sí, cansada de vivir con miedo.
Ella me miró fijamente hasta que alcé mis ojos para encontrarse con los suyos—. Lo único que te pido es que confíes en mí, yo creo que no es mucho pedir.
Si supieras Rachel.
—No hay nada que contar.
Un silencio incómodo nos rodeó, y la irritación que brotaba de mi tutora no hacía nada por aminorar la pesadez del ambiente—. ¿Te divertiste anoche?
Me encogí de hombros con indiferencia—. Claro.
—Ryan te trajo a casa muy temprano.
—No estaba de humor para salir de fiesta.
—Él parecía preocupado —Rachel se aclaró la garganta—. Creo que sería algo bueno que salieras más con ellos, con Ryan y Liam, quiero decir. Eres una joven muy bonita que necesita divertirse. No todo es estudiar, los sabes. ¿No?
—Supongo.
—¿Quieres hacer el favor de tener una verdadera conversación conmigo, Ever? —el enojo en la voz de Rachel no me pasó desapercibido.
La miré fijamente controlando mi expresión—. Eso hago.
—¡No lo haces! —ella gritó—. Sólo me respondes con monosílabas, y tú… tú nunca me cuentas nada. No sé ni siquiera porqué estás aquí. Te cierras por completo, y no me dejas ver lo que hay debajo de todas esas capas en las que te ocultas. Te he dado tu espacio, lo he intentado Ever, pero ahora necesito saber qué es lo que pasa.
Lo que pasa es que fui secuestrada. Mi mejor amiga está muerta por mi culpa. Mi madre me odia. Papá y Santi pueden correr la misma suerte por estar ligados a mí. Fui lo suficientemente estúpida para ponerte a ti y a tu familia en peligro. Un monstruo está buscándome para hacer conmigo lo que se le pegue la gana. Probablemente desapareceré en unas semanas. Estoy muerta de miedo Rachel.
—Nada —respondí—. Aquí no pasa nada.
***
La habitación está sumida en una completa oscuridad. Parpadeo con fuerza, luchando con mis inútiles ojos por captar algo de lo que me rodea. Ni siquiera puedo ver mis manos cuando las coloco frente a mis ojos. Algo va mal, terriblemente mal.
El corazón me va a mil por hora, y estoy segura de que me explotara en el pecho en cualquier momento si no se calma. Aspiro profundamente, llenándome los pulmones con aire maloliente.
El aroma que me resulta curiosamente familiar.
Agudizo mi oído, tratando por todos los medios ignorar el frenético estruendo de mi pecho. Es entonces cuando me doy cuenta de que no puedo moverme.
Estoy tendida en una superficie suave y fría, una cama, mis piernas están firmemente separadas y atadas a su base, impidiéndome ponerme en pie. La manos, las tengo amarradas por delante con algo que me pica de una forma espantosa la piel.
Tengo frío, y con una mueca de espanto me fijo en que solo estoy cubierta por un camisón de seda marfil tan delgada como el papel. Intento desesperadamente sentir si tengo puesta ropa interior, pero no logro enfocarme lo suficiente para descubrirlo. Escucho pasos, pausados y fuertes, marcando una avance que espero que no tenga como destino esta habitación.
No tengo suerte, estoy cien por ciento segura de que alguien viene aquí. Suplico porque no sea a mí a quien vienen a visitar.
Eres la única en la habitación, idiota, mi propia voz aterrorizada me susurra.
Quiero gritar con todas mis fuerzas. Corrección, necesito gritar hasta quedarme afónica de ser necesario. Pero parece que mis cuerdas bucales son inservibles, abro la boca, pero lo único que sale de ella es un gruñido dolorido.
La oscuridad no me consuela, me hace pensar que estoy en un hoyo sin fondo esperando por mi muerte. Tiemblo con tanta violencia que parece que estoy teniendo un ataque, pero no puedo evitarlo. Tengo muchísimo miedo.
La histeria se está apoderando de mi mente, y empiezo a imaginar todas aquellas escenas que tanto me atormentan. Por favor, suplico, si vienen, que solo vengan a golpearme. Que me muelan a golpes si quieren, pero nada más, por favor.