Lo que no conoces de mí.

Capítulo 26

Ever.

Tres semanas después.

El aire estaba frío. Pegaba sin piedad directamente en mi piel, pero no me molestaba.

Era rarísimo. En estas últimas semanas, me sentía más ligera de lo normal. Tal vez aquello se debía a que ahora hablaba con papá todos los días sin falta, o a que Santi había caído de sorpresa hacia tan solo unos días, o a que Rachel había dejado de presionarme con sus intentos de comunicarse en plena confianza conmigo.

O quizá, sólo quizá, se debía a la extraña relación que había formado con Ryan.

No pasó nada desde aquel día en su jardín delantero, pero las cosas, de alguna manera y sin que me diera cuenta, cambiaron tornándose más interesantes.

Ahora solía pasar las tardes con Ryan, Liam y Anabelle en la casa de Rachel. Y algunas con Sam por separado.

Ryan le tenía un odio del todo injustificado, y era bastante bueno en hacerlo evidente. Por esa razón prefería verlo sin los demás alrededor.

La relación de Anabelle con James había llegado a su fin hacia unas cuentas semanas. Al principio me sentí terrible por haber estado tan desconectada y no haberme dado cuenta, pero Anabelle le restó importancia alegando que de todas formas no era algo que tuviera futuro. Tan jodida como estaba, sin duda era una suerte que Anabelle me considerara su amiga.

Las cosas para ella tampoco habían sido fáciles, y estaba tan sumida por el peso que tenía sobre sus hombros, que finalmente había explotado mientras veíamos una película horrible y deprimente en su casa.

Yo jamás la había visitado, hasta ese día, y entendía perfectamente por qué ella nunca antes me había invitado.

Tenía un montón de problemas con sus padres y su hermano mayor, y encima, tenía que hacerse cargo de su hermana pequeña.

Sus padres estaban ausentes la mayoría del tiempo, dejándola sola con las tareas domésticas, la educación y el cuidado de su hermana, sus tareas, las comidas, las juntas escolares, la terrible actitud de su estúpido hermano consentido, la desaprobación de su familia, los problemas de acoso en la escuela… francamente, no sabía cómo había aguantado tanto.

Cuando entramos, su casa estaba hecha un verdadero desastre. Había envases de cerveza y vasos de contenido dudoso esparcidos por todas las encimeras. El suelo de madera estaba pegajoso, asquerosamente resbaladizo y lleno de fragmentos de vidrio que seguramente procedían de las fotografías a medio colocar. Y su hermano, como cereza del pastel, estaba acostado sobre el sillón manoseando a una chica de aspecto extravagante que gemía con su ridícula voz chillona.

Anabelle estaba tan mortificada que se quedó sin habla. Después de unos segundos se disculpó en voz baja conmigo por hacerme presenciar semejante escena.

—No pasa nada —respondí encogiéndome de hombros—. En serio Belle, no te preocupes.

Ella lucía como que estaba a punto de llorar.

—Entonces… —traté de distraerla—. Se nota que alguien se divirtió aquí.

Su rostro de suavizó al darse cuenta que verdaderamente no me importaba el estado de su casa. Se aclaró la garganta y se acercó al sofá haciéndome un gesto para que la siguiera.

—Esto… ¿Erik? —balbuceó tímidamente—. Te quiero presentar a algui…

—Cierra la puta boca Anabelle y déjame en paz —el muy cabrón respondió sin despegar los ojos de la chica que tenía debajo.

—Erik, por favor sólo quiero que conozcas a mi am…

—¿Eres idiota, o qué? —el muchacho continuó sin alzar la vista—. Ya te dije que no me interesa. Deja de interrumpirme y vete con tu porquería otro lado.

Naturalmente, me enojé. Ver a Anabelle tan doblegada por alguien que debía darle seguridad en vez de insultos me ponía furiosa. Real, realmente furiosa. No podía comprender cómo alguien podía ser así de cruel con una chica tan dulce y llena de amabilidad como ella.

Miré a mí alrededor hasta que encontré lo que buscaba. Un precioso jarrón de barro decorado con motivos florales en blanco y rosa. Perfecto. Lo agarré con ambas manos, pues lucía frágil y no quería romperlo, lo coloqué sobre el suelo sin hacer ruido, tomé todos los vasos que pude y vacié su contenido dentro de él. Cuando estuvo lleno lo cargué con facilidad sin que me temblaran las manos.

No miré a Anabelle cuando vacié aquella asquerosidad sobre su hermano y la pobre chica a la que devoraba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.