Ryan.
—¿No se lo has dicho Ry? —Liam preguntó con voz burlona—. No me digas que te da miedo.
—Vete a la mierda —respondí.
Liam soltó una carcajada teñida de júbilo mientras me lanzaba una mirada incrédula.
—¿Quieres hacer el favor de dejar de reírte? No es gracioso.
Liam se rio con más fuerza.
Suspirando, aventé el libro que había estado tratando de leer por más de media hora sin ningún maldito éxito, me recosté sobre la cama y fulminé a Liam con la mirada más resentida que tenía. O al menos lo intenté.
—¿A qué estás esperando hombre? —él preguntó—. No olvides que no eres el único que está loco por ella.
—Yo no estoy loco por ella —repliqué.
La expresión de Liam era escéptica—. Sí, claro, y eso significa que no te importa que Sam haga su primer movimiento para tener a Ever con él, supongo que yo podría echarle una mano.
—Oh cállate —me apresuré a responder sintiéndome repentinamente violento—. Ella no estará con él.
—Yo no estaría tan seguro.
—Ella no lo hará.
—Yo creo que sí.
—No.
Liam me miró como si me hubiera encontrado con las manos en la masa. No tuve más remedio que suspirar y maldecirme por mi estupidez. Yo solito me estaba poniendo en evidencia.
—Bien, estoy loco por ella —admití—. Estoy tan profunda, ridícula y malditamente enamorado de ella, ¿feliz?
—Mucho —Liam me guiñó el ojo con picardía.
Rodé lo ojos y alcancé alanzarle un codazo amistoso antes de que se alejara—. No sé cómo decírselo Liam.
Mi amigo me contempló con seriedad, de repente demasiado consiente de que hablaba muy en serio—. Yo no… nunca me había sentido así por alguien en mi vida, es como… como si mi mente aprovechara cada segundo para evocar su rostro. Esa manera tan dulce que ella tiene de sonreírme, de mirarme. Siento... siento un volcán dentro de mí cada vez que ella lo hace. Está volviéndome loco —musité sonriendo como un idiota mientras la imaginaba allí, tan cerca, cálida y graciosa—. Mierda, ni siquiera me importa. Sólo siento que esto es lo correcto, que a pesar de que estoy actuando como un imbécil enamorado, ella lo vale.
Liam suspiró pesadamente mientras se tocaba el cuello con nerviosismo. Pasando unos segundos, se recostó a mi lado y me dio un empujón suave con su pierna—. Bueno Ryan, te harías un maldito favor si en vez decirme todas estas cosas a mí se las dijeras a ella.
Gruñí, devolviéndole el empujón con un poco más de fuerza—. Te puedo decir esto porque no tú no eres ella.
—Una pena —Liam replicó—. Si hablaras así de mí, hasta yo caería a tus pies.
Me reí por tanto tiempo que el estómago empezó a dolerme—. Dios, eres un idiota.
Liam se limitó a encogerse hombros en una clara declaración de: ¿Qué se le hace? Pero también sonreía.
El timbre de mi teléfono nos sobresaltó. La verdad no estaba particularmente interesado en terminar con nuestra charla, pues Liam era el único apoyo que yo tenía en este asunto. Hablarlo con papá habría sido la cosa más incómoda del mundo, considerando que Ever era la hija adoptiva de su esposa.
—Santi —saludé al ver de quien era la llamada entrante.
—Ryan —el muchacho respondió con la voz rota.
—¿Dónde estás hombre? Deberías unírtenos, Liam está en casa y planeábamos salir a…
—Ever tuvo un accidente.
Mi corazón se detuvo. El aire no era lo suficientemente ligero para pasar por mis pulmones. Mi imaginación no era una ayuda en lo absoluto—. ¿Qué? —grazné poniéndome de pie con brusquedad—. Santi ¿Dónde…? ¿Dónde está?
—Hospital Central —él respondió entre murmullos, como si estuviera en medio de otra conversación.
—¿Ella está bien? —pregunté, y pude notar por el rabillo de mi ojo que Liam se ponía pálido—. Por favor dime que ella está bien.