Lo que no conoces de mí.

Capítulo 29.

Ever.

—¿Cómo es que se escapó? —pregunté sintiéndome miserable—. Él no llevaba puesto el cinturón de seguridad, él…

—No sabemos en qué condiciones terminó, pero tuvo ayuda, eso es seguro.

—¿Por qué? ¿Por qué dejaron que me llevara?

El Oficial Rain se llevó las manos a la cara y soltó un largo suspiro lleno de pesar—. Lo siento Ever, teníamos que seguirle el rastro a como dé lugar. La posibilidad de que no estuviera solo en esto era elevada, y cierta como puedes ver.

Asentí esforzándome por mantener la compostura.

—Si bueno, si lo hubiesen detenido después de que Ryan se fue, ahora lo tendrían agarrado por las bolas. ¿No cree?

—Ever —papá negó moviendo su cabeza.

—No, Rafael —Tomas lo interrumpió y me miró fijamente—. Ella tiene razón. La tienes Ever. De haberlo capturado en ese momento nada de esto habría pasado, tú no habrías tenido la necesidad de haber puesto tu vida en peligro.

—Yo… —contuve cualquier indicio de las horribles ganas que tenía de echarme a llorar—. Lo siento Tomas, sé que no es culpa suya que él se haya escapado. Tal vez debí encontrar otra forma de librarme de él.

—Tal vez —el Oficial me obsequió una sonrisa irónica—. Pero te pusiste a salvo, y eso es suficiente para nosotros por ahora.

Asentí mientras papá me tomaba de la mano con fuerza—. Estás tan loca como tu madre. ¿Te das cuenta?

Reí sin poder evitarlo.

—Lo sé —respondí—. Como una puta cabra.

Esta vez el Oficial Rain fue quien soltó una carcajada.

—Puedes hablar como camionero si quieres —papá aclaró sonriéndome como un tonto—. No hay ningún problema de mi parte, siempre y cuando te mantengas con vida.

Contemplé a papá, tan fuerte como siempre, y supe que yo nunca podría negar que al menos uno de mis padres me amaba, y que yo lo amaba tanto que dolía—. Tú… ¿Le dijiste algo de esto a mamá?

La frente de papá se arrugó de pura frustración—. Tuve que hacerlo cielo.

Suspiré y cerré mis ojos con fuerza. Bueno, la verdad era que aquello no me sorprendía en lo absoluto. Después de todo, ella era mi mamá—. ¿Está bien?

—Conoces a tu madre.

Lo que significaba que ella había armado un gran alboroto de esto—. Eso no puede ser bueno.

—Le avisé que habías despertado cuando tu hermano vino a verte —papá aclaró—. Parecía más tranquila.

—Bien —respondí—. Me alegro.

—¿Sabes, Ever? —papá dijo—. Tu madre te ama muchísimo.

—Claro —el sarcasmo en mi voz no pasó desapercibido.

—No, Ev. Ella te ama tanto que no sabe cómo demostrártelo, y el miedo que siente por perderte es demasiado para ella.

—Nunca antes habías intentado justificarla —repliqué bruscamente.

—Bueno, tal vez la forma en la que ella hace las cosas no está bien, pero tiene sus razones.

—Razones que sólo la afectan a ella. Yo no tengo la culpa de lo que haya hecho cuando tenía mi edad. Yo no soy ella, nunca lo seré.

—Lo sé —papá sonrió apenas frunciendo sus labios—. Cariño lo sé, sólo trato de que entiendas porqué ella hace lo que hace.

—Lo entiendo —musité sin dejar que el dolor que sentía nublara mi juicio—. Pero eso no significa que voy perdonárselo.

—Creo que ella lo sabe —Tomas intervino con su acostumbrada calma—. Prefiere tu resentimiento a volver a enfrentarse a lo que perderte implicaría.

***

—Realmente creo que deberíamos esperar a que ella esté despierta —una voz ligeramente conocida susurró en la oscuridad.

—No puedo esperar —otra voz replicó—. No quiero esperar hombre.

—Rachel lo ha hecho.

—¿Y?

Sus risas, suaves y roncas llenaron mis oídos aturdidos—. Bueno, entonces deberías notar tu nivel de paranoia. Ever está bien, estable, no hay por qué preocuparse.



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En el texto hay: misterio, amor juvenil, ficcion

Editado: 01.03.2018

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